martes, 5 de octubre de 2010

Pablo Neruda: subir alto llevando LA poesía

Neftalí Reyes Basoalto, más conocido con el nombre de Pablo Neruda, nació el 12 de julio de 1904 en Parral. Dos años más tarde se trasladó junto a su familia a Temuco, donde estudió en el liceo de Hombres y publicó sus primeros poemas en el periódico La Mañana cuando tenía apenas 13 años
Poema Cuando Nuestros Ojos Se Encontraron A Través Del Seto de Rabindranath Tagore



Cuando nuestros ojos se encontraron a través del seto,
pensé que iba a decirle alguna cosa; pero ella se fue.
Y la palabra que yo tenía que decirle se mece día y noche,
como una barca, sobre la ola de cada hora.
Parece que navega en las nubes de otoño, en un ansia sin fin;
que florece en flores de anochecer,
y busca en la puesta del sol su momento perdido.
Chispeaba la palabra, como las luciérnagas, por mi corazón,
buscando su sentido en el crepúsculo de la desesperanza;
la palabra que yo tenía que decirle.


Poema Perdóname Hoy Mi Impaciencia, Amor Mío de Rabindranath Tagore



Perdóname hoy mi impaciencia, amor mío.
Es la lluvia primera del verano, y la arboleda del río
está jubilosa, y los árboles de kadam, en flor,
tientan a los vientos pasajeros con copas de vino de aroma.
Mira, por todos los rincones del cielo los relámpagos
dardean sus miradas, y los vientos se yerguen por tu pelo.
Perdóname hoy si me rindo a ti, amor mío. Lo de cada
día anda oculto en la vaguedad de la lluvia; todos los
trabajos se han parado en la aldea; las praderas están
abandonadas. Y la venida de la lluvia ha encontrado en tus
ojos oscuros su música, y julio, a tu puerta, espera, con
jazmines para tu pelo en su falda azul.

Poema Juguetes de Rabindranath Tagore



¡Qué feliz eres, niño, sentado en el polvo,
divirtiéndote toda la mañana con una ramita rota!
Sonrío al verte jugar con este trocito de madera.
Estoy ocupado haciendo cuentas,
y me paso horas y horas sumando cifras.
Tal vez me miras con el rabillo del ojo y piensas:
«¡Qué necesidad perder la tarde con un juego como ese!»

Niño, los bastones y las tortas de barro
yano me divierten; he olvidado tu arte.
Persigo entretenimientos costosos
y amontono oro y plata.
Tú juegas con el corazón alegre con todo cuanto encuentras.
Yo dedico mis fuerzas y mi tiempo
a la conquista de cosas que nunca podré obtener.
En mi frágil esquife pretendo cruzar el mar de la ambición,
y llego a olvidar que también mi trabajo es sólo un juego.

El Último Trato de Rabindranath Tagore



Una mañana iba yo por la pedregosa carretera,
cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.
“¡Me vendo!”, grité. el Rey me cogió de la mano y me dijo:
“Soy poderoso, puedo comprarte.” Pero de nada le valió su poderío
y se volvió sin mí en su carroza.

Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía
y yo vagaba por el callejón retorcido
cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro.
Dudó un momento, y me dijo: “Soy rico, puedo comprarte.”
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.

Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor.
Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
“Te compro con mi sonrisa.” Pero su sonrisa palideció
y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.

El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.
Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas.
Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
“Puedo comprarte con nada.” Desde que hice este trato jugando, soy libre.




En Mi Cielo Al Crepúsculo de Rabindranath Tagore



Paráfrasis del poema 30 de “El jardinero”

En mi cielo al crepúsculo eres como una nube
y tu color y forma son como yo los quiero.
Eras mía, eres mía, mujer de labios dulces
y viven en tu vida mis infinitos sueños.

La lámpara de mi alma te sonrosa los pies,
el agrio vino mío es más dulce en tus labios,
oh segadora de mi canción de atardecer,
cómo te sienten mía mis sueños solitarios!

Eres mía, eres mía, voy gritando en la brisa
de la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda.
Cazadora del fondo de mis ojos, tu robo
estanca como el agua tu mirada nocturna.

En la red de mi música estás presa, amor mío,
y mis redes de música son anchas como el cielo.
Mi alma nace a la orilla de tus ojos de luto.
En tus ojos de luto comienza el país del sueño.




Gitanjali ( Fragmentos )

I
No te atormentes por su corazón, corazón mío;
déjalo en la oscuridad. ¿Qué se yo si su belleza es sólo
de su cuerpo, y su sonrisa sólo de su cara? Déjame
aceptar sin preguntas este sencillo sentido
de sus miradas, y ser así feliz.


II
Igual me da si es un manto de ilusión el que sus brazos tejen
alrededor de mí, porque el manto es rico y raro;
y al engaño se le puede sonreír, y olvidarlo.


III
No te atormentes por su corazón, corazón mío; conténtate
si la música es verdadera, aunque no se pueda fiar en la palabra;
disfruta de la gracia que danza, como un lirio, sobre la mentirosa
superficie ondeante, y sea lo que fuere de lo que vive allá en el fondo.


IV
Deseaste mi amor, y, sin embargo, no me amabas.
Por eso mi vida se cuelga de ti como una cadena,
que te grita y se te aferra, más dura
cuanto más luchas por ser libre.

V
Mi desesperación ha llegado a ser tu compañera mortal,
y se agarra al más leve de tus favores, pretendiendo arrastrarte
hasta la caverna de las lágrimas.
Has destrozado mi libertad, y, con su ruina, te has
fabricado tu propia prisión.


VI
No supe lo que hacía un momento y vine.
Pero alza tus ojos que yo vea si queda aún alguna sombra
de los días pasados, una pálida nube, ya sin lluvia, en el horizonte.
Sopórtame un momento¡ aunque yo no sepa lo que hago.


VII
Las rosas están todavía en capullo, y no saben aún
cómo descuidamos coger flores este verano.
La estrella de la mañana tiene todavía el mismo
silencio palpitante; la luz primera está enredada aún
en las enredaderas que cuelgan de mi ventana,
como en aquellos días pasados.
Olvidé un momento que todo había cambiado, y vine.


VIII
Olvidé si tú me avergonzaste alguna vez, volviéndome
tu cara cuando yo te desnudaba mi corazón.
Sólo recuerdo las palabras que tropezaron en el temblor de tus labios;
las sombras de arrebatada pasión de tus ojos oscuros, como las alas
de un pájaro que busca su nido en el crepúsculo.
Olvidé que tú te acordabas, y vine.


IX
Esta mañana mi despertar fue dichoso, porque vi a mi amor.
El cielo era una sola alegría, y mi vida y mi juventud se consumaron.
Hoy mi casa es de verdad mi casa, y mi cuerpo mi cuerpo.
La suerte me ha sido amiga, y mis dudas se disipan.
¡Pájaros, cantad vuestra canción mejor!
¡Luna, derrama tu luz más bella!
¡Dispara, a millones, tus flechas, dios del amor!







Gitanjali (Otra versión)

1
Fue tu voluntad hacerme infinito. Este frágil vaso mío tú lo derramas una y otra vez, y lo vuelves a llenar con nueva vida.
Tú has llevado por valles y colinas esta flautilla de caña, y has silbado en ella melodías eternamente nuevas.
Al contacto inmortal de tus manos, mi corazoncito se dilata sin fin en la alegría, y da vida a la expresión inefable.
Tu dádiva infinita sólo puedo recogerla con estas pobres manitos mías. Y pasan los siglos, y tú sigues derramando,
y siempre hay en ellas sitio que llenar.


2
Cuando tú me mandas que cante, mi corazón parece que va a romperse de orgullo. Te miro y me echo a llorar.
Todo lo duro y agrio de mi vida se me derrite en no sé qué dulce melodía, y mi adoración tiende sus alas, alegre
como un pájaro que va pasando la mar.
Sé que tú complaces en mi canto, que sólo vengo a ti como cantor. Y con el fleco del ala inmensamente abierta
de mi canto, toco tus pies, que nunca pude creer que alcanzaría.
Y canto, y el canto me emborracha, y olvido quien soy, y te llamo amigo, a ti que eres mi señor.


3
¿Cómo cantas Tú, Señor? ¡Siempre te escucho mudo de asombro!
La luz de tu música ilumina el mundo, su aliento va de cielo a cielo, su raudal santo vence todos los pedregales y sigue,
en un torbellino, adelante.
Mi corazón anhela ser uno con tu canto, pero en vano busca su voz. Quiero hablar, pero mi palabra no se abre en melodía;
y grito vencido. ¡Ay, cómo envuelves mi corazón en el enredo infinito de tu música, Señor!


4
Quiere tener mi cuerpo siempre puro, vida de mi vida, que has dejado tu huella viva sobre mí.
Siempre voy a tener mi pensamiento libre de falsía, pues tú eres la verdad que ha encendido la luz de la razón en mi frente.
Voy a guardar mi corazón de todo mal, y a tener siempre mi amor en flor, pues que tú estás sentado en el sagrario
más íntimo de mi alma.
Y será mi afán revelarte en mis acciones, pues que sé que tú eres la raíz que fortalece mi trabajo.


5
Sé indulgente conmigo un momento, y déjame sentarme a tu lado, que luego terminaré lo que estoy haciendo.
Mi corazón, si no te ve, no tiene sosiego, y mi trabajo es como un afán infinito en un fatigoso mar sin playas.
El verano ha venido hoy a mi ventana, zumbando y suspirando, y han venido las abejas, trovadores en la corte del bosque florecido.
Es el tiempo de sentarse quieto frente a ti, el tiempo de cantarte, en un ocio mudo y rebosante, la ofrenda de mi vida.


6
Anda, no esperes más; toma esta florcita, no se mustie y se deshoje.
Quizás no tengas sitio para ella en tu guirnalda; pero hónrala, lastimándola con tu mano, y arráncala, no sea que se acabe
el día sin que yo me dé cuenta; y se pase el tiempo de la ofrenda.
Aunque su color sea tan pobre, y tan poco su olor, ¡anda, ten esta flor para ti, arráncala ahora que es tiempo!


7
Mi canción, sin el orgullo de su traje, se ha quitado sus galas para ti. Porque ellas estorbarían nuestra unión, y su campanilleo ahogaría nuestros suspiros.
Mi vanidad de poeta muere de vergüenza ante ti, Señor, poeta mío. Aquí me tienes sentado a tus pies. Déjame sólo
hacer recta mi vida y sencilla, como una flauta de caña, para que tú la llenes de música.


8
El niño vestido de príncipe, colgado de ricas cadenas, pierde el gusto de su juego, porque su atavío le estorba a cada paso.
Por temor a rozarse o a empolvarse, se aparta del mundo, y no se atreve ni siquiera a moverse.
Madre, ¿gana él algo con ser esclavo de ese lujo que le aparta del polvo saludable de la tierra, que le roba el derecho de entrar
en la gran fiesta de la vida de todos los hombres?


9
¡Necio, que intentas llevarte sobre tus propios hombros! ¡Pordiosero, que vienes a pedir a tu propia puerta!
Deja todas las cargas en las manos de aquel que puede con todo, y nunca mires atrás nostálgico.
Tu deseo apaga al punto la lámpara que toca con su aliento. ¡No tomes sus dádivas malsanas con manos impuras!
¡Recoge sólo lo que te ofrece el amor sagrado!


10
Tienes tu escabel, y tus pies descansan, entre los más pobres, los más humildes y perdidos.
Quiero inclinarme ante ti, pero mi postración no llega nunca a la cima donde tus pies descansan entre los más pobres,
los más humildes y perdidos.
El orgullo no puede acercarse a ti, que caminas, con la ropa de los miserables, entre los más pobres,
los más humildes y perdidos.
Mi corazón no sabe encontrar su senda, la senda de los solitarios, por donde tú vas entre los más pobres,
los más humildes y perdidos.


11
Deja ya esa salmodia, ese canturreo, ese pasar y repasar rosarios. ¿A quién adoras, di, en ese oscuro rincón solitario
del templo cerrado? ¡Abre tus ojos, y ve tu Dios no está ante ti!
Dios está donde el labrador cava la tierra dura, donde el picapedrero pica la piedra; está con ellos, en el sol y en la lluvia,
lleno de polvo el vestido. ¡Quítate ese manto sagrado y baja con tu Dios al terruño polvoriento!
¿Libertad? ¿Donde quieres encontrar libertad? ¿No se ha atado él mismo, lleno de alegría a la Creación?
¡Sí, él está atado a nosotros todos para siempre!
¡Sal ya de tu éxtasis, déjate ya de flores y de incienso! ¿Qué importa que tus ropas se manchen o se andrajen?
¡Ve a su encuentro, ponte a su lado, y trabaja, y que sude tu frente!


12
¡Cuánto tiempo dura mi viaje, y qué largo es mi camino!
Salí en la carroza del primer albor, y caminé a través de los desiertos de los mundos,
dejando mi rastro por las estrellas infinitas.
La ruta más larga es la que sale más pronto a ti, y la más complicada enseñanza no lleva sino a la perfecta sencillez
de una melodía.
El viajero tiene que llamar, una tras otra, a todas las puertas extrañas para llegar a la suya; ha de vagar por todos
los mundos de afuera, si quiere llegar al fin a su santuario interior.
Mis ojos erraron por todos los confines antes de que yo los cerrara diciendo: "Aquí estás". Y el grito y la pregunta:
"¡Ay!, ¿dónde?", se derriten en las lágrimas de mil raudales y ahogan el mundo con el desbordamiento de su "¡Yo soy!".


13
La canción que yo vine a cantar, no ha sido aún cantada.
Mis días se me han ido afinando las cuerdas de mi arpa; pero no he hallado el tono justo, y las palabras no venían bien.
¡Sólo la agonía del afán en mi corazón!
Aún no ha abierto la flor, sólo suspira el viento.
No he visto su cara, ni he oído su voz; sólo oí sus pasos blandos, desde mi casa, por el camino.
Todo el día interminable de mi vida me lo he pasado tendiendo en el suelo mi estera para él; pero no encendí la lámpara,
y no puedo decirle que entre.
Vivo con la esperanza de encontrarlo; pero ¿cuándo lo encontraré?


14
Mis deseos son infinitos, lastimeros mis clamores; pero tú me salvas siempre con tu dura negativa.
Y esta recta merced ha traspasado de parte a parte mi vida.
Día tras día me haces digno de los dones grandes y sencillos que me diste sin yo pedírtelos, el cielo y la luz, mi cuerpo,
mi vida y mi entendimiento; y me has salvado, día tras día, del escollo de los deseos violentos.
A veces me retardo lánguido, a veces me despierto y me desvivo en busca de mi fin; pero tú, cruel, te escondes de mí.
Día tras día, a fuerza de rehusarme, de librarme de los peligros del deseo débil y vago,
me estás haciendo digno de ser tuyo del todo.


15
Estoy aquí para cantarte. Mi rinconcito está en este salón tuyo.
Nada tengo que hacer en este mundo tuyo; mi vida inútil no sabe más que saltar en melodías sin razón.
Cuando en el oscuro templo de la medianoche dé la hora de adorarte en silencio,
¡mándame que te venga a cantar, maestro mío!
Cuando el arpa de oro esté afinada en el aire matutino, ¡hónrame tú ordenando mi presencia!


16
Fui invitado a la fiesta de este mundo, y así mi vida fue bendita. Mis ojos han visto, y oyeron mis oídos.
Mi parte en la fiesta fue tocar este instrumento; y he hecho lo que pude.
Y ahora te pregunto: ¿no es tiempo todavía de que yo pueda entrar, y ver tu cara, y ofrecerte mi saludo silencioso?


17
Sólo espero al amor para entregarme al fin en sus manos. Por eso es tan tarde, por eso soy culpable de tantas distracciones.
Vienen todos, con leyes y mandatos, a atarme a la fuerza; pero yo me escapo siempre,
porque sólo espero al amor para entregarme, al fin, en sus manos.
Me culpan, me llaman atolondrado. Sin duda tienen razón.
Terminó el día de feria, y todos los tratos están ya hechos. Y los que vinieron en vano a llamarme, se han vuelto, coléricos.
Sólo espero al amor para entregarme al fin en sus manos.


18
Las nubes se amontonan sobre las nubes, y oscurece. ¡Ay, amor! ¿por qué me dejas esperarte, solo en tu puerta?
En el afán del mediodía, la multitud me acompaña; pero en esta oscuridad solitaria, no tengo más que tu esperanza.
Si no me enseñas tu cara, si me dejas del todo en este abandono, ¿cómo voy a pasar estas largas horas lluviosas?
Miro la lejana oscuridad del cielo, y mi corazón vaga gimiendo con el viento sin descanso.


19
Si no hablas, llenaré mi corazón de tu silencio, y lo tendré conmigo. Y esperaré, quieto, como la noche en su desvelo
estrellado, hundida pacientemente mi cabeza.
Vendrá sin duda la mañana. Se desvanecerá la sombra, y tu voz se derramará por todo el cielo, en arroyos de oro.
Y tus palabras volarán, cantando, de cada uno de mis nidos de pájaros, y tus melodías estallarán en flores,
por todas mis profusas enramadas.


20
Aquel día en que abrió el loto, mi pensamiento andaba vagabundo, y no supe que florecía.
Mi canasto estaba vacío, y no vi la flor.
Sólo de vez en cuando, no sé qué tristeza caía sobre mí; y me levantaba sobresaltado de mi sueño, y olía un rastro
dulce de una extraña fragancia que erraba en el viento del sur.
Su vaga ternura traspasaba de dolor nostálgico mi corazón. Me parecía que era el aliento vehemente del verano
que anhelaba completarse.
¡Yo no sabía entonces que el loto estaba tan cerca de mí, que era mío, que su dulzura perfecta había florecido
en el fondo de mi propio corazón!


21
¿Cuándo echaré mi barca a la mar? Las horas lánguidas se me pasan en la orilla ¡ay!
La primavera acabó de florecer y se ha ido. Y cargado de vanas flores marchitas, espero y tardo.
Se han puesto las olas clamorosas, y en la vereda en sombra de la orilla, las hojas amarillas aletean y caen.
¿Qué miras, di, en el vacío? ¿No sientes estremecerse el aire de una canción lejana que viene, flotando, de la otra orilla?


22
En la profunda oscuridad de julio lluvioso, tú vas caminando en secreto, mudo como la noche, evitando a los que te vigilan.
Hoy, la mañana ha cerrado sus ojos, sin hacer caso de la insistente llamada del huracán del este,
y un espeso manto ha caído sobre el azul siempre alerta del cielo.
Los bosques han dejado de cantar, las puertas de las casas están todas cerradas.
Tú eres el transeúnte solitario de la calle desierta.
¡Único amigo mío, mi más amado amigo; mira abiertas las puertas de mi casa; no pases de largo como un sueño!


23
¿Has salido, esta noche de tormenta, en tu viaje de amor, amigo mío?
-El cielo se queja como un desesperado-. ¡No puedo dormir! Abro mi puerta a cada instante, y miro a la oscuridad,
mas nada veo. Amigo mío, ¿dónde está tu camino, di?
¿Por qué vaga ribera de qué río de tinta, por qué lejano seto de qué imponente floresta, a través de qué intrincada
profundidad oscura vienes trenzando tu ruta hacia mí, amigo mío?


24
Si se ha acabado el día, si ya no cantan los pájaros, si el viento rendido ha flojeado, cúbreme bien con el manto de la sombra,
como has cerrado tiernamente las hojas del loto desfallecido en el crepúsculo.
¡Quítale la vergüenza y la pobreza al caminante que ha vaciado su alforja antes de acabar el viaje,
que tiene roto y empolvado su vestido, cuya fuerza está exhausta; renueva su vida, como una flor,
bajo el manto de la noche misericordiosa!


25
En la noche fatigada, déjame entregarme sin lucha al sueño, con mi confianza en ti.
¡No consientas que fuerce mi espíritu flojo a una pobre preparación para adorarte!
¿Acaso no eres tú quien corre el velo de la noche sobre los ojos rendidos del día,
para renovar su sentido con la refrescada alegría del despertar?


26
Vino, y se sentó a mi lado; pero yo no desperté. ¡Maldito sueño aquél, ay!
Vino en la noche tranquila. Traía el arpa en sus manos, y mis sueños resonaron con sus melodías.
¡Ay!, ¿por qué se van así mis noches? ¿Por qué no lo veo nunca cuando su aliento está rozando mi sueño?


27
¡Luz! ¿Dónde está la luz? ¡Enciéndela, ardor brillante del deseo!
Aquí está la lámpara, pero ¿y el aleteo de la llama? ¿Es éste tu destino, corazón? ¡Ay, cuánto mejor fuera la muerte!
La miseria llama a tu puerta, y te dice que tu señor está desvelado, que te llama en cita de amor, entre la sombra de la noche.
Los nubarrones cubren el cielo, la lluvia no para. ¡No sé qué es esto que se mueve en mí, no sé qué quiere decir esto que siento!
El resplandor momentáneo del relámpago me arrolla una sombra más profunda sobre los ojos.
Mi corazón busca a ciegas por el camino que va adonde la música de la noche me está llamando.
¡Luz! ¡Ay!, ¿dónde está la luz? ¡Enciéndela, ardor brillante del deseo!
-Truena, y el viento se abalanza clamoroso, y la noche está negra como la pizarra.
-¡No dejes que pasen las horas en la sombra! ¡Enciende la lámpara del amor con tu vida!


28
Firmes son mis ataduras; pero mi corazón me duele si trato de romperlas.
No deseo más que libertad; peor me da vergüenza su esperanza.
Sé bien qué tesoro inapreciable es el tuyo, que tú eres mi mejor amigo; pero no tengo corazón para barrer el oropel
que llena mi casa.
De polvo y muerte es el sudario que me cubre. ¡Qué odio le tengo! Y, sin embargo, lo abrazo enamorado.
Mis deudas son grandes, infinitos mis fracasos, secreta mi vergüenza y dura. Pero cuando vengo a pedir mi bien,
tiemblo temeroso, no vaya a ser oída mi oración.


29
Estoy llorando, encerrado en la mazmorra de mi nombre. Día tras día, levanto, sin descanso, este muro a mi alrededor;
y a medida que sube al cielo, se me esconde mi ser verdadero en la sombra oscura.
Este hermoso muro es mi orgullo, y lo enluzco con cal y arena, no vaya a quedar el más leve resquicio. Y con tanto
y tanto cuidado, pierdo de vista mi verdadero ser.


30
Salí solo a mi cita. ¿Quién es ese que me sigue en la oscuridad silenciosa?
Me echo a un lado para que pase, pero no pasa.
Su marcha jactanciosa levanta el polvo, su voz recia duplica mi palabra.
¡Señor, es mi pobre yo miserable! Nada le importa a él de nada; pero ¡qué vergüenza la mía de venir con él a tu puerta!


31
"Prisionero, ¿quién te encadenó?".
"Mi Señor", dijo el prisionero. "Yo creí asombrar al mundo con mi poder y mi riqueza, y amontoné en mis cofres
dinero que era de mi Rey. Cuando me venció el sueño, me eché sobre el lecho de mi Señor.
Y al despertar, me encontré preso en mi propio tesoro."
"Prisionero, ¿quién forjó esta cadena inseparable?"
Dijo el prisionero: "Yo mismo la forjé cuidadosamente. Pensé cautivar al mundo con mi poder invencible;
que me dejara en no turbada libertad. Y trabajé, día y noche, en mi cadena, con fuego enorme y duro golpe.
Cuando terminé el último eslabón, vi que ella me tenía agarrado."


32
Los que me aman en este mundo, hacen todo cuanto pueden por retenerme; pero tú no eres así en tu amor,
que es más grande que ninguno, y me tienes libre.
Nunca se atreven a dejarme solo, no los olvide; pero pasan y pasan los días, y tú no te dejas ver.
Y aunque no te llame en mis oraciones, aunque no te tenga en mi corazón, tu amor siempre espera a mi amor.


33
Entraron en mi casa con alba, diciendo: "Cabremos bien en el cuarto más pequeño".
Decían: "Te ayudaremos en el culto de tu Dios, y nuestra humildad tendrá de sobra con la parte de gracia que le toque".
Y se sentaron en un rincón, y estaban quietos y sumisos.
¡Pero en la oscuridad de la noche sentí que forzaban la entrada de mi santuario, fuertes e iracundos; que se llevaban,
con codicia impía, las ofrendas del altar de Dios!


34
Que sólo quede de mí, Señor, aquel poquito con que pueda llamarte mi todo.
Que sólo quede de mi voluntad aquel poquito con que pueda sentirte en todas partes, volver a ti en cada cosa,
ofrecerte mi amor en cada instante.
Que sólo quede de mí aquel poquito con que nunca pueda esconderte.
Que sólo quede de mis cadenas aquel poquito que me sujete a tu deseo,
aquel poquito con que llevo a cabo tu propósito en mi vida; la cadena de tu amor.


35
Permite, Padre, que mi patria se despierte en ese cielo donde nada teme elalma, y se lleva erguida la cabeza;
donde el saber es libre; donde no está roto el mundo en pedazos por las paredes caseras;
donde la palabra surte de las honduras de la verdad; donde el luchar infatigable tiende sus brazos a la perfección;
donde la clara fuente de la razón no se ha perdido en el triste arenal desierto de la yerta costumbre;
donde el entendimiento va contigo a acciones e ideales ascendentes...
¡Permite, Padre mío, que mi patria se despierte en ese cielo de libertad!


36
Mi oración, Dios mío, es ésta:
Hiere, hiere la raíz de la miseria en mi corazón.
Dame fuerza para llevar ligero mis alegrías y mis pesares.
Dame fuerza para que mi amor dé frutos útiles.
Dame fuerza para no renegar nunca del pobre, ni doblar mi rodilla al poder del insolente.
Dame fuerza para levantar mi pensamiento sobre la pequeñez cotidiana.
Dame, en fin, fuerza para rendir mi fuerza, enamorado, a tu voluntad.


37
Creí que mi último viaje tocaba ya a su fin, gastado todo mi poder; que mi sendero estaba ya cerrado,
que había ya consumido todas mis provisiones, que era el momento de guarecerme en la silenciosa oscuridad.
Pero he visto que tu voluntad no se acaba nunca en mí. Y cuando las palabras viejas se caen secas de mi lengua,
nuevas melodías estallan en mi corazón; y donde las veredas antiguas se borran, aparece otra tierra maravillosa.


38
¡Te necesito a ti, sólo a ti! Deja que lo repita sin cansarse mi corazón. Los demás deseos que día y noche me embargan,
son falsos y vanos hasta sus entrañas.
Como la noche esconde en su oscuridad la súplica de la luz, en la oscuridad de mi inconsciencia resuena este grito:
¡Te necesito a ti, sólo a ti!
Como la tormenta está buscando paz cuando golpea la paz con su poderío, así mi rebelión golpea contra tu amor y grita:
¡Te necesito a ti, sólo a ti!


39
Cuando esté duro mi corazón y reseco, baja a mí como un chubasco de misericordia.
Cuando la gracia de la vida se me haya perdido, ven a mí con un estallido de canciones.
Cuando el tumulto del trabajo levante su ruido en todo, cerrándome el más allá, ven a mí, Señor del silencio,
con tu paz y tu sosiego.
Cuando mi pordiosero corazón esté acurrucado cobardemente en un rincón, rompe tú mi puerta, Rey mío,
y entra en mí con la ceremonia de un rey.
Cuando el deseo ciegue mi entendimiento, con polvo y engaño, ¡Vigilante santo, ven con tu trueno y tu resplandor!

40
¡Cuánto tiempo hace que no llueve, Dios mío, en mi seco corazón! El horizonte está ferozmente desnudo, ni el más delgado
vapor de la nube más suave, ni el más vago indicio del fresco chubasco más lejano.
¡Manda tu tormenta furibunda, negra y mortífera, si quieres, y sobresalta de parte a parte el cielo, con el látigo de tu relámpago!
¡Pero, recoge, Señor, llama a ti este calor silencioso que todo lo penetra, quieto y cruel;
este calor terrible que quema al corazón su esperanza!
¡Que la nube de gracia descienda y se incline a mí, como la mirada llorosa de la madre, el día de la cólera paterna!


41
¿Dónde estás tú, amor mío? ¿Por qué te escondes detrás de todos, en la sombra?
¡Te empujan y te pasan por el camino polvoriento, creyendo que no eres nadie!
Yo no sé el tiempo que hace que te espero, cansado, con mis ofrendas para ti;
y los que van y vienen, toman mis flores, una a una, y dejan vacío mi canasto.
Pasaron mañana y mediodía. Es el anochecer, y mis ojos están caídos de sueño en la sombra.
Los hombres que vuelven a sus hogares, me miran sonriendo, y me avergüenzan.
Estoy sentada como una muchacha mendiga, con la falda por la cara.
Y cuando me preguntan qué quiero, bajo los ojos y callo.
¡Ay!, ¿cómo les voy a decir que te espero a ti, que tú me has prometido que vendrás? ¿Cómo me dejaría decir mi timidez que esta miseria mía es la dote que te guardo? ¡Ay!, ¡cómo aprieto este orgullo contra mí, en el secreto de mi corazón!
Sentada en la yerba, miro al cielo y sueño con el súbito esplendor de tu llegada. Llamean mil antorchas, los gallardetes de oro vuelan sobre tu carro, y los caminantes miran boquiabiertos cómo desciendes de tu asiento y me alzas del polvo, cómo sientas a tu lado a esta mendiguilla andrajosa, que tiembla de orgullo y de vergüenza como una enredadera en la brisa del verano.
Pero pasa el tiempo, y no se oyen las ruedas de tu carroza. ¡Cuánta procesión va y viene, palpitante, entre gritos y relumbrones de gloria! ¿Sólo eres tú quien tiene que seguir en la sombra, callado detrás de todos? ¿Sólo soy yo quien ha de esperar y llorar y gastar, en vano afán, su corazón?


42
En el alba, se murmuró que tú y yo habíamos de embarcarnos solos,
y que nadie en el mundo sabría nada de nuestro viaje sin fin y sin objeto.
Por un mar sin orillas, ante tu callada sonrisa arrobada, mis canciones henchirían sus melodías, libres como las olas,
libres de la esclavitud de las palabras.
¿No es la hora todavía? ¿Aún hay algo que hacer? Mira, el anochecer cae sobre la playa, y en la luz que se apaga,
los pájaros del mar vuelven a sus nidos.
¿Cuándo se soltarán las amarras, y la barca, como el último vislumbre del poniente, se desvanecerá en la noche?


43
Fue un día en que yo no te esperaba. Y entraste, sin que yo te lo pidiera, en mi corazón, como un desconocido cualquiera,
Rey mío; y pusiste tu sello de eternidad en los instantes fugaces de mi vida.
Y hoy los encuentro por azar, desparramados en el polvo, con tu sello, entre el recuerdo de las alegrías y los pesares de mis anónimos días olvidados.
Tú no desdeñaste mis juegos de niño por el suelo; y los pasos que escuché en mi cuarto de juguetes, son los mismos
que resuenan ahora de estrella en estrella.


44
Mi alegría es vigilar, esperar junto al camino, donde la sombra va tras la luz, y la lluvia sigue los pasos del verano.
Mensajeros, que traen nuevas de cielos desconocidos, me saludan y siguen aprisa por la senda. Mi corazón late contento
dentro de mí, y el aliento de la brisa que pasa me es dulce.
Del alba al anochecer, estoy sentado en mi puerta. Sé que, cuando menos lo piense, vendrá el feliz instante en que veré.
Mientras, sonrío y canto solo. Mientras, el aire se está llenando del aroma de la promesa.


45
¿No oíste, sus pasos silenciosos? El viene, viene, viene siempre.
En cada instante y en cada edad, todos los días y todas las noches, él viene, viene, viene siempre.
He cantado muchas canciones y de mil maneras; pero siempre decían sus notas: él viene, viene, viene siempre.
En los días fragantes del soleado abril, por la vereda del bosque, él viene, viene, viene siempre.
En la oscura angustia lluviosa de las noches de julio, sobre el carro atronador de las nubes, él viene, viene, viene siempre.
De pena en pena mía, son sus pasos los que oprimen mi corazón, y el dorado roce de sus pies es lo que hace brillar mi alegría.


46
No sé desde qué tiempos distantes estás viniendo a mí. Tu sol y tus estrellas no podrán nunca esconderte de mí para siempre.
¡Cuántas mañanas y cuántas noches he oído tus pasos! ¡Cuántas tu mensajero entró en mi corazón y me llamó en secreto!
Hoy, no sé por qué, mi vida está loca, y una trémula alegría me pasa el corazón.
Es como si hubiese llegado el tiempo de acabar mi trabajo. Y siento en el aire no sé qué vago aroma de tu dulce presencia.


47
Se me ha pasado la noche esperándolo en vano. Tengo miedo, no vaya a venir, de pronto, con la mañana, a mi puerta, cuando yo me haya quedado dormido de cansancio. ¡Amigos, dejadle franco el camino, no le prohibáis que pase!
Si el rumor de sus pasos no me despertara, os ruego que no vayáis a despertarme. ¡Y ojalá no me despertara tampoco el coro gritón de los pájaros, ni el alboroto del viento en la fiesta de la luz del amanecer! ¡No me despertéis, aunque mi Señor venga de pronto
a mi puerta!
¡Ay, sueño mío, precioso sueño, que sólo espera su roce para desvanecerse! ¡Ay, mis ojos cerrados, que se abrirían a la luz de su sonrisa, si él surgiera ante mí, como un sueño, de la oscuridad de mi sueño!
¡Que se aparezca él a mis ojos como la luz primera y la primera forma! ¡Que el primer estremecimiento de alegría le venga a mi alma amanecida de su mirar! ¡Que mi retorno a mí mismo sea volver de pronto a él!


48
El mañanero mar del silencio se quebró en ondas de cantos de pájaros. Las flores estaban contentas junto al camino.
Un tesoro de oro se derramó por entre las rajadas nubes. Pero nosotros seguíamos a prisa nuestro camino, sin hacer caso.
No cantábamos nuestra alegría ni jugábamos; no nos llegamos a la aldea a comprar ni a vender; no hablábamos ni sonreíamos,
ni nos parábamos a descansar. Ibamos más de prisa cada vez, con las horas.
Llegó el sol al cenit, y las tórtolas se arrullaron en la sombra; las hojas secas danzaron y volaron en el aire caliente del mediodía;
el pastorcillo se adormiló a la sombra del baniano. Y yo me eché, orilla del agua, y estiré mi cuerpo rendido sobre la yerba.
Mis compañeros me insultaron con desprecio y, erguidas las cabezas, sin mirar atrás ni pararse un instante, siguieron afanosos
y se perdieron en la brumosa lejanía azul. Cruzaron prados y colinas, pasaron extraños países distantes...
¡Sea tuyo todo el honor, escuadrón heroico del sendero interminable! Tu mofa y tu reproche me tentó a levantarme;
pero yo no respondí; me di por bien perdido en la cima de mi alegre humillación, a la sombra de una vaga felicidad.
La paz de la verde sombra, que el sol recamaba, se tendió lenta sobre mi corazón. Olvidé el porqué de mi viaje y perdí, sin lucha,
mi pensamiento en un laberinto de sombras y canciones.
Y cuando salí de mi sueño, mis ojos abiertos te vieron ante mí, anegando mi sueño en tu sonrisa. ¿Cómo había yo pensado
que era lago y penoso el camino, que no era necesario luchar tanto para alcanzarte?


49
Bajaste de tu trono, y te viniste a la puerta de mi choza.
Yo estaba solo, cantando en un rincón, y mi música encantó tu oído. Y tú bajaste y te viniste a la puerta de mi choza.
Tú tienes muchos maestros en tu salón, que, a toda hora, te cantan. Pero la sencilla copla ingenua de este novato te enamoró;
su pobre melodía quejumbrosa, perdida en la gran música del mundo.
Y tú bajaste con el premio de una flor, y te paraste a la puerta de mi choza.


50
Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos, como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado quién sería aquel Rey de reyes.
Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo.
La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin.
Y de pronto tú me tendiste tu diestra diciéndome: "¿Puedes darme alguna cosa?".
¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di.
Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria del montón. ¡Qué amargamente lloré de no haber tenido corazón para dárteme todo!


51
Oscureció. Nuestro trabajo estaba cumplido. Creíamos que había llegado ya el último huésped de la noche y que las puertas
de la aldea estaban todas cerradas. Alguno dijo que el Rey tenía que venir. Y nos reímos y dijimos: "No puede ser".
Creímos que habían llamado a la puerta, pero pensamos que sería el viento. Y apagamos las lámparas y nos echamos a dormir. Alguno dijo: "Es el Heraldo del Rey". Y nos reímos y dijimos: "No, es el viento".
Se oyó un ruido en la cerrazón de la noche. En nuestro duermevela, nos pareció un trueno lejano.
Y tembló la tierra y se mecieron los muros, sobresaltando nuestro sueño. Alguno dijo que era un rodar de ruedas.
Y contestamos adormilados: "No, debe ser el carro de las nubes".
Aún era de noche cuando sonó el tambor. Y oímos: "¡Despertad pronto!". Temblando de espanto, nos tomábamos
el corazón con las manos. Alguno dijo: "¡Mirad la bandera del Rey!". Y nos levantamos gritando: "¡No hay tiempo que perder!".
Aquí está el Rey, pero ¿y las antorchas, y las guirnaldas, y el trono para él? ¡Qué vergüenza! ¡Qué vergüenza!
¿Dónde está el salón? ¿Dónde las colgaduras? Alguno dijo: "¿A qué viene ese lamento?
¡Saludadlo con manos vacías, entradlo en vuestros cuartos desnudos!".
¡Abrid las puertas! ¡Que suenen las trompetas! ¡Ha venido el Rey de nuestra triste casa oscura, en la profundidad de la noche! ¡Truena el cielo, y el relámpago estremece las tinieblas! ¡Saca tu esterilla andrajosa y tiéndela en el patio,
que nuestro Rey de la noche horrible ha venido, de pronto, en la tormenta!


52
Pensé pedirte la guirnalda de rosas de tu cuello, pero no me atreví. Y esperé la mañana, y cuando te fuiste,
tomé algunos pedacitos de flores de tu lecho. Y como una mendiga, buscaba por la aurora alguna hojita perdida.
¡Ay!, ¿y qué he encontrado?, ¿qué me queda de tu amor? ¡Ni flor, ni especias, ni frasco de perfume, sino tu espada terrible, destellante como una llama, pesada como el rayo!
La luz nueva de la mañana entra por la ventana y se tiende en tu lecho. El pájaro primero me pregunta piando:
"¿Qué encontraste, mujer?" ¡No, no es flor, ni especias, ni redoma de perfume, sino tu espada terrible!
Me siento a meditar, maravillada, en esta dádiva tuya. No sé dónde esconderla. Me da vergüenza ponérmela, tan débil como soy. Me duele cuando la aprieto contra mi pecho. Sin embargo, llevaré esta dádiva tuya, esta carga de dolor, en mi corazón.
Nada temeré en el mundo ya, y tú serás victorioso en todas mis luchas. Tú me has dado por compañera a la muerte,
y yo la coronaré con mi vida. ¡Aquí tengo tu espada para cortar mis ataduras! ¡Nada temeré ya en el mundo!
¡Lejos de mí, desde hoy, los adornos vanos! ¡Señor de mi corazón, ya no lloraré, ni desesperaré más por los rincones;
ya no seré nunca más tímida ni mimosa! ¡Me has dado, para adornarme, tu espada! ¡Lejos de mí, los adornos de muñeca!


53
¡Qué bella es tu pulsera encendida de estrellas, incrustada mágicamente con joyas de mil colores;
pero cuánto más bella es tu espada con su curva de relámpago, como las alas abiertas del pájaro divino de Vishnu,
cuando vuela tranquilo en la irritada luz roja del ocaso!
Se estremece como la última respuesta solitaria de la vida estática de dolor, al golpe decisivo de la muerte.
Brilla igual que la pura llama de la vida, cuando abrasa la impureza diaria en el destello furibundo.
¡Qué bella es tu pulsera encendida de estrellas! Pero tu espada, Señor del trueno, está forjada con belleza definitiva,
¡y es terrible a los ojos y al pensamiento!


54
Nada te pedí; ni siquiera te dije mi nombre al oído. Y cuando te despediste, me quedé silenciosa.
Yo estaba sola junto al pozo, donde caía la sombra oblicua del árbol. Las mujeres se volvían a sus casas
con sus cántaros morenos de barro rebosantes, y me gritaron: "¡Ven, que va a ser mediodía!".
Pero yo me retardaba lánguidamente, perdida en vagos pensamientos.
No oí tus pasos cuando venías. Cuando me miraste, tenías tristes los ojos; y con qué fatigada voz me dijiste bajo:
"¡Ay, qué sed tiene el pobre caminante!". Desperté sobresaltada de mis ensueños y eché agua de mi cántaro en tus palmas juntas...
Las hojas se rozaban sobre nuestras cabezas, el cuclillo cantaba desde la sombra invisible, y de la revuelta del camino
venía el perfume de las flores.
Cuando me preguntaste mi nombre, ¡me dio una vergüenza! Verdaderamente, ¿qué había hecho yo para merecer tu recuerdo?
Pero el recordar que yo pudiera quitarte tu sed con mi agua, se me ha quedado en el corazón,
y lo envolverá para siempre de su dulzura.
Ya pasó la mañana, el pájaro canta monótono, las hojas del árbol murmuran allá arriba. Y yo, sentada, pienso, pienso...


55
Aún está lánguido tu corazón, aún se te cierran los ojos de sueño.
¿No sabes que la flor está reinando, esplendorosa, entre espinas? ¡Despierta, despierta! ¡No dejes pasar el tiempo en vano!
Allá al fin del sendero guijarroso, en una solitaria tierra virgen, mi amigo está sentado solitario. ¡No lo engañes esperándote! ¡Despierta, despierta!
¿Qué si el cielo jadea y palpita en la brasa del mediodía? ¿Qué si la arena hirviente tiende su manto sediento?
¿No sientes alegría en la profundidad de tu corazón? ¿No se abrirá el arpa del camino, a cada paso tuyo, en suave música de dolor?


56
¡Qué plenitud la de tu alegría en mí! ¡Qué descendimiento a mí el tuyo! Señor de todos los cielos, si yo no existiera,
¿qué sería de tu amor?
Tú me tienes como compañero de tu tesoro; tus alegrías están jugando sin parar en mi corazón y tu voluntad está siempre recreándose en mi vida.
Por eso tú, Rey de reyes, te has adornado tan hermosamente, enamorado de mi corazón. Por eso te pierdes de amor en el amor
de tu amante. Y allí eres visto, en la perfecta unión de los dos.


57
¡Luz, luz mía, luz que llenas el mundo, luz que besas los ojos, que haces dulce el corazón!
¡Ay, cómo salta la luz, amor mío, en medio de mi vida! ¡Cómo hiere, amor mío, las cuerdas de mi amor! El cielo se abre,
y corre loco el viento, y la risa se desboca por toda la tierra.
Las mariposas tienden sus velas por el mar de luz, y sobre la cresta de las olas de luz, abren lirios y jazmines.
La luz se derrite en oro en cada nube, amor mío, y luego se derrama en pedrerías sin fin.
Un alborozo nuevo va de hoja en hoja, amor mío un gozo sin límites. ¡El río del cielo ha roto sus riberas, y todo brilla, inmensamente inundado de alegría!


58
¡Que todas las alegrías se unan en mi última canción: la alegría que hace desbordarse a la tierra en el exceso desenfrenado de la yerba; la alegría que echa a bailar vida y muerte, hermanas gemelas, por el vasto mundo; la alegría que la tempestad barre adentro, despertando y sacudiéndolo todo con su carcajada; la alegría que se sienta, en paz con sus lágrimas, en el abierto loto rojo del dolor; la alegría que tira cuando tiene; la alegría que lo ignora todo!


59
Sí, ya sé, amado de mi corazón, que todo esto, esta luz de oro salta por las hojas, estas nubes ociosas que navegan por el cielo,
esta brisa pasajera que me va refrescando la frente; ya sé que todo esto no es más que tu amor.
Esta luz de la mañana, que me inunda los ojos, no es sino tu mensaje a mi alma. Tu rostro se inclina a mí desde su cenit,
tus ojos miran abajo, a mis ojos y tus pies están sobre mi corazón.


60
En las playas de todos los mundos, se reúnen los niños. El cielo infinito se en calma sobre sus cabezas; el agua, impaciente,
se alborota. En las playas de todos los mundos, los niños se reúnen, gritando y bailando.
Hacen casitas de arena y juegan con las conchas vacías. Su barco es una hoja seca que botan, sonriendo, en la vasta profundidad. Los niños juegan en las playas de todos los mundos.
No saben nadar; no saben echar la red. Mientras el pescador de perlas se sumerge por ellas, y el mercader navega en sus navíos,
los niños recogen piedritas y vuelven a tirarlas. Ni buscan tesoros ocultos, ni saben echar la red.
El mar se alza, en una carcajada, y brilla pálida la playa sonriente. Olas asesinas cantan a los niños baladas sin sentido,
igual que una madre que meciera a su hijo en la cuna. El mar juega con los niños, y, pálida, luce la sonrisa de la playa.
En las playas de todos los mundos, se reúnen los niños. Rueda la tempestad por el cielo sin caminos, los barcos naufragan
en el mar sin rutas, anda suelta la muerte, y los niños juegan. En las playas de todos los mundos, se reúnen, en una gran fiesta,
todos los niños.


61
¿Sabe alguien de dónde viene el sueño que pasa, volando, por los ojos del niño? Sí. Dicen que mora en la aldea de las hadas;
que por la sombra de una floresta vagamente alumbrada de luciérnagas, cuelgan dos tímidos capullos de encanto,
de donde viene el sueño a besar los ojos del niño.
¿Sabe alguien de dónde viene la sonrisa que revuela por los labios del niño dormido? Sí. Cuentan que, en el ensueño
de una mañana de otoño, fresca de rocío, el pálido rayo primero de la luna nueva, dorando el borde de una nube que se iba,
hizo la sonrisa que vaga en los labios del niño dormido.
¿Sabe alguien en dónde estuvo escondida tanto tiempo la dulce y suave frescura que florece en las carnecitas del niño? Sí.
Cuando la madre era joven, empapaba su corazón de un tierno y misterioso silencio de amor, la dulce y suave frescura
que ha florecido en las carnecitas del niño.


62
Hijo mío, cuando te traigo juguetes de colores, comprendo por qué hay tantos matices en las nubes y en el agua ,
y por qué están pintadas las flores tan variadamente..., cuando te doy juguetes de colores, hijo mío.
Cuando te canto para que tú bailes, adivino por qué hay música en las hojas, y por qué entran los coros de voces de las olas
hasta el corazón absorto de la tierra..., cuando te canto para que tú bailes.
Cuando colmo de dulces tus ávidas manos, entiendo por qué hay mieles en el cáliz de la flor, y por qué los frutos se cargan secretamente, de ricos jugos..., cuando colmo de dulces tus ávidas manos.
Cuando beso tu cara, amor mío, para hacerte sonreír, sé bien cuál es la alegría que mana del cielo en la luz del amanecer,
y el deleite que traen a mi cuerpo las brisas del verano..., cuando beso tu cara, amor mío, para hacerte sonreír.


63
Tú me has traído amigos que no me conocían. Tú me has hecho sitio en casas que me eran extrañas.
Tú me has acercado lo distante y me has hermanado con lo desconocido.
Mi corazón se me inquieta si tengo que dejar mi albergue acostumbrado. Olvido que lo antiguo está en lo nuevo,
que en lo nuevo vives también tú.
En el nacimiento y en la muerte, en este mundo o en otro, en cualquier sitio donde tú me lleves, tú eres tú mismo, el único compañero de mi vida infinita, tú que estás atando siempre mi corazón, con lazos de alegría, a lo ignorado.
Pero cuando se te conoce, nadie es extranjero, ninguna puerta está cerrada. ¡Señor, concédeme esto que te pido:
que yo no pierda nunca la felicidad de encontrar lo único en este juego de lo diverso!


64
Por la ladera del río desolado, entre las yerbas altas, le pregunté: "Muchacha, ¿a dónde vas con tu lámpara bajo el manto?
Mi casa está oscura y sola. ¡Préstame tu luz!". Levantó sus ojos un instante, me miró al rostro en la penumbra, y dijo:
"¡He venido al río a echar mi lámpara en la corriente, ahora que muere en ocaso la luz del día!".
Y entre las altas yerbas me quedé mirando,
solitario, cómo la lucecita de la lámpara se iba inútilmente en la marea.
En el silencio de la noche que se echaba encima, le pregunté: "Tus luces están todas encendidas, muchacha.
¿A dónde vas con tu lámpara? Mi casa está oscura y sola. ¡Préstame tu luz!". Levantó sus ojos oscuros a mi cara,
y se estuvo dudosa un momento: "He venido -dijo al fin- a ofrecer mi lámpara al cielo". Yo me quedé mirando la lucecita,
que temblaba inútilmente en el vacío.
En la negrura sin luna de la medianoche, le pregunté: "Muchacha, ¿qué buscas, si tienes la lámpara junto a tu corazón?
Mi casa está oscura y sola. ¡Préstame tu luz!". Se paró un momento, pensándolo, y me miró fijamente en la oscuridad.
"He traído mi luz -dijo- para el Carnaval de las lámparas." Yo me quedé mirando cómo su lucecita se perdía inútilmente
entre las luces.


65
¿Qué divina bebida quieres tú, Dios mío, de esta rebosante copa de mi vida?
Poeta mío, ¿te encanta ver la creación con mis ojos; oír, silencioso, en los umbrales de mis oídos, tu propia armonía eterna?
Tu mundo teje palabras en mi pensamiento, y tu alegría las hace más melodiosas. Te me das, enamorado, y luego sientes toda
tu propia dulzura en mí.


66
La que, en un crepúsculo de destellos y vislumbres, vivió siempre en el fondo de mi corazón; la que nunca abrió sus velos
en la luz de la mañana, irá a ti, Dios mío, en mi última canción, como mi ofrenda última.
La cortejaron las palabras, pero no pudieron hacerla suya; y en vano la persuasión le ha tendido sus brazos vehementes.
He vagado por todos los países, con ella en el alma de mi corazón; y mi vida, a su alrededor,
se ha levantado y se ha caído, grande y débil.
Reinó sobre mis pensamientos y mis actos, sobre mis sueños y mis ensueños, y, sin embargo, vivió sola y aparte.
Los hombres que llamaron a mi puerta, preguntando por ella, se fueron desesperados.
Nadie en el mundo la pudo nunca mirar frente a frente; y espera, en soledad, tu reconocimiento.


67
Eres, a un tiempo, el cielo y el nido.
Hermoso mío, aquí en el nido, tu amor aprisiona el alma con colores, olores y música.
¡Cómo viene la mañana, con su cesta de oro en la diestra, donde trae la guirnalda de la hermosura, para coronar,
en silencio, la tierra!
¡Cómo viene el anochecer por las veredas no pisadas de los prados solitarios, que ya abandonaron los rebaños! Trae,
en su jarra de oro, la fresca bebida de la paz, recogida en el mar occidental del descanso.
Pero donde el cielo infinito se abre, para que lo vuele el alma, reina la blanca claridad inmaculada. Allí no hay día ni noche,
ni forma, ni color, ¡ni nunca, nunca una palabra!


68
Tu rayo de sol viene, con los brazos abiertos, a esta tierra mía, y se pasa el día en mi puerta. Luego, a la vuelta,
te lleva a tus pies nubes hechas de mis lágrimas, de mis suspiros y de mis canciones.
Enamorado y alegre, tú rodeas tu pecho estrellado con ese manto de nubes de niebla, y los pliegas innumerablemente,
y lo pintas de colores infinitos.
Es tan ligero, tan suave, tan tiernamente lloroso, tan oscuro, que tú, sereno y sin mancha los amas. Así puedes velar
tu terrible resplandor blanco con sus patéticas sombras.


71
Tu maya es que yo sea cuanto pueda ser, que eche, en mil vueltas, mil sombras de colores sobre tu resplandor.
Pones una valla a tu propio ser, y luego llamas, con voces infinitas, a tu ser separado. Y esta parte de ti mismo
es la que ha encarnado en mí.
Tu canción penetrante va resonando por todo el cielo en lágrimas multicolores y en sonrisas, en sustos y esperanzas.
Se levantan olas y vuelven a hundirse, se quiebran los sueños y se completan. Yo soy la propia derrota de tu ser.
La cortina que tú has echado, está pintada con figuras innumerables, por el pincel del día y de la noche. Tras ella
tienes tu asiento, tejido en un maravilloso misterio de curvas, sin una sola estéril línea recta.
La gran comitiva de nosotros dos llena el cielo. Todo el aire está vibrando con nuestra melodía, y las edades pasan
todas en este jugar al escondite, de nosotros dos.


72
Es él, mi más íntimo él, quien despierta mi vida con sus profundas llamadas secretas.
El, quien pone este encanto en mis ojos; quien pulsa, alegremente, las cuerdas de mi corazón en su múltiple armonía
de placer y de pesar.
El, quien teje la tela de esta maya con matices tornasoles de oro y plata, azul y verde; quien asoma por sus pliegues los pies,
cuyo contacto me enajena.
Los días pasan, mueren los años, y él sigue moviendo mi corazón con mil nombres, con mil disfraces,
en innumerables transportes de placer y de pesar.


73
La libertad no está para mí en la renunciación. Yo siento su brazo en infinitos lazos deleitables.
Siempre estás tú escanciándome, llenándome este vaso de barro, hasta arriba, con el fresco brebaje
de tu vino multicolor, de mil aromas.
Mi mundo encenderá sus cien distintas lámparas en tu fuego, y las pondrá ante el altar de tu templo.
No, nunca cerraré las puertas de mis sentidos. Los deleites de mi vista, de mi oído y de mi tacto, soportarán tu deleite.
Todas mis ilusiones arderán en fiesta de alegría, y todos mis deseos madurarán en frutos de amor.


74
Ha muerto el día, y la sombra anega la tierra. Voy al río, que ya es la hora, a llenar mi jarra.
El aire oscuro está afanoso con la música triste del agua, que me está diciendo que vaya, en el crepúsculo.
Nadie pasa por el callejón solitario. Se levanta el viento, y las olas tiemblan y se encabritan en el río.
No sé si volveré. No sé con quién me voy a encontrar. En el vado, el hombre desconocido toca, en su barquilla, su laúd.


75
Los regalos que nos das colman nuestras necesidades, y, sin embargo, vuelven a ti sin perder nada.
El río cumple su trabajo cotidiano, corriendo entre campos y aldeas; peor su corriente incesante serpentea
hacia ti para lavarte los pies.
La flor endulza el aire con su aroma; pero su último servicio es ofrecerse a ti.
Tu culto no empobrece en nada al mundo.
Las palabras del poeta dan a cada hombre el sentido que ellos quieren; pero su sentido definitivo va hacia ti.


76
Día tras día, Señor de mi vida, ¿te podré yo mirar frente a frente? Juntas mis manos, ¿te miraré frente a frente,
Señor de todos los mundos?
Bajo tu cielo inmenso, en silencio y soledad, con humilde corazón, ¿te miraré frente a frente?
En este trabajoso mundo tuyo, hirviente de luchas y fatigas, entre las presurosas muchedumbres, ¿te miraré frente a frente?
Cuando mi obra haya sido cumplida en este mundo, Rey de reyes, solo ya y silencioso, ¿te miraré frente a frente?


77
Te reconozco como mi Dios, y me estoy aparte. No te reconozco como mío, y me acerco a ti. Te miro como padre,
y me inclino ante tus pies. No tomo tu mano como la de un amigo.
Yo no estoy allí donde tú desciendes y te llamas mío; no voy a abrazarte contra mi corazón, a tratarte como compañero.
Eres mi Hermano entre mis hermanos; pero a ellos no les atiendo, ni divido con ellos mi ganancia, sino que comparto mi todo contigo.
Ni en el placer ni en el dolor estoy con los hombres, sino contigo sólo. Soy tímido para dar mi vida, y así no me echo
en las grandes aguas de la vida.


78
Cuando la creación era nueva, y todas las estrellas brillaban en su esplendor primero, los dioses celebraron asamblea en el cielo,
y cantaron: "¡Alegría pura, imagen de la perfección!".
Pero uno gritó de pronto: "Parece que la cadena de luz tiene en alguna parte una sombra, que se ha perdido una estrella".
Estalló la cuerda de oro de sus arpas, y, dejando la canción, clamaron todos desolados: "¡Sí; y la estrella perdida es la mejor,
la gloria de los cielos!".
Desde entonces, la buscan sin parar, gritando que el mundo ha perdido con ella su única alegría.
Y en el profundo silencio de la noche, las estrellas se suspiran sonriendo;
"¡Qué vana búsqueda! ¡La perfección inquebrantable está en todo!".


79
Si no es para mí encontrarte en esta vida, sienta yo siempre, al menos, que me ha faltado el verte. No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.
Mientras pasan mis días en el mercado bullicioso de este mundo, mientras se van llenando mis manos con la ganancia cotidiana, sienta yo siempre que no he ganado nada. No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.
Cuando me siento en el camino, rendido y anhelante, cuando me echo a dormir en el polvo, sienta yo siempre que aún tengo que hacer el largo viaje. No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.
Cuando está mi casa adornada, y suenan las flautas y los risotones, sienta yo siempre que no te he invitado a ti.
No me dejes olvidarlo un solo instante; no me quites de mis sueños las punzadas de esta pena, ni de mis horas despiertas.


80
Soy como un jirón de una nube de otoño, que vaga inútilmente por el cielo. ¡Sol mío, glorioso eternamente;
aún tu rayo no me ha evaporado, aún no me has hecho uno con tu luz! Y paso mis meses y mis años alejado de ti.
Si éste es tu deseo y tu diversión, ten mi vanidad veleidosa, píntala de colores, dórala de oro,
échala sobre el caprichoso viento, tiéndela en cambiadas maravillas.
Y cuando te guste dejar tu juego, con la noche, me derretiré, me desvaneceré en la oscuridad; o quizás,
en una sonrisa de la mañana blanca, en una frescura de pureza transparente.


81
¡Cuántos días ociosos he sentido pena por el tiempo perdido! Pero ¿ha sido perdido alguna vez, Señor?
¿No has tenido tú mi vida, cada instante, en tus manos?
Escondido en el corazón de las cosas, tú nutres las semillas y las tornas en brotes, y los capullos en flores,
y las flores en frutos.
Estaba yo dormitando, rendido, en mi lecho ocioso, y pensaba que no hacía cosa alguna. Cuando desperté,
en la mañana, vi mi jardín lleno de flores maravillosas.


82
El tiempo es infinito en tus manos, Dios mío. ¿Quién podrá contar tus minutos?
Pasan días y noches, se abren los años y luego se mustian, como flores. Tú sabes esperar.
Tus siglos vienes, uno tras otro, perfeccionando la florecilla del campo.
Pero nosotros no podemos perder nuestro tiempo, y tenemos que echarnos de cabeza a nuestras ocasiones.
¡Somos demasiado pobres para llegar tarde!
Y así, el tiempo se va mientras yo se lo estoy dando a los otros que, irritados, lo reclaman.
Y así tu altar está sin una sola ofrenda.
Por la tarde, me apresuro temeroso, no vaya a estar cerrado tu portal. Pero siempre llego a tiempo.


83
Madre, yo te haré una cadena de perlas para tu garganta, con las lágrimas de
mi dolor.
Las estrellas forjaron con luz las ajorcas de tus pies; pero mi cadena va a ser para tu pecho.
Riqueza y nombradía vienen de ti, y tú puedes darlas o no a tu gusto. Pero mi dolor es sólo mío, y cuando te lo ofrezco,
tú me pagas con tu gracia.


84
La espina de la separación pasa el mundo y hace nacer formas innumerables en el cielo infinito.
Su pena es quien mira en silencio las estrellas de la noche, quien se pone lírica, con las rumorosas hojas,
en la sombra lluviosa de julio.
Su dolor es el que se echa sobre todas las cosas, el que se sume en el amor y en el afán, en el martirio y en la alegría
de los hogares humanos; el que fluye, derretido en canciones, de mi corazón de poeta.


85
Cuando los guerreros salieron del cuartel de su señor, ¿dónde habían escondido su poder, dónde habían dejado su armadura
y sus armas?
Iban pobres y desvalidos, y las flechas cayeron sobre ellos como chaparrones, el día que salieron del cuartel de su señor.
Cuando los guerreros volvieron al cuartel de su señor, ¿dónde habían escondido su poder?
Habían dejado la espada, el arco y la flecha. Traían la paz en las frentes, y los frutos de su vida se habían quedado tras ellos,
el día que volvieron al cuartel de su señor.


86
La Muerte, tu esclava, está a mi puerta. Ha cruzado el mar desconocido y llama, en tu nombre, a mi casa.
Está oscura la noche y tiene miedo mi corazón. Pero yo cogeré mi lámpara, abriré mi puerta, y le daré, rendido, la bienvenida; porque es mensajera tuya la que está a mi puerta.
La adoraré, llorando, con las manos juntas. La adoraré echando a sus pies el tesoro de mi corazón.
Y ella se volverá, cumplido su mandato, dejando su sombra negra en mi mañana. Y en mi casa desolada quedaré yo,
solo y mustio, como mi última ofrenda a ti.


87
Desesperado, la busco por todos los rincones de mi cuarto, pero no la encuentro.
Mi casa es pequeña, y lo que una vez se ha ido de ella, no vuelve a encontrarse. Pero tu casa, Señor, es infinita.
Y buscándola, he llegado a tu puerta.
Mírame bajo el dosel dorado del cielo de tu anochecer, mírame cómo levanto mis ojos ansiosos a tu cara.
He venido a la playa de la eternidad donde nada se pierde, ninguna esperanza, ninguna felicidad, ninguna visión de rostros vistos
a través de las lágrimas.
¡Ahora mi vida vacía en ese mar! ¡Húndela en la más profunda plenitud! ¡Haz que sienta, una vez sola, la dulce caricia perdida
en la totalidad del universo!


88
¡Divinidad del templo en ruinas! Ya no cantan tu alabanza las cuerdas rotas del Vina. Las campanas del anochecer
no claman ya la hora de tu oración. A tu alrededor, el aire está quieto y callado.
La brisa vagabunda de la primavera llega a tu desolación, y te cuenta de las flores, de las flores que ya nadie viene,
en adoración, a ofrecerte.
El que creyó en ti otro tiempo, vaga esperando el favor no concedido todavía. Y en el anochecer, cuando luces y sombras
se mezclan en la polvorienta oscuridad, él vuelve, jadeante, al templo arruinado, con hambre en el corazón.
¡Cuántos días de fiesta vienen callados a ti, Divinidad del templo en ruinas! ¡Cuántas noches de ofrendas se van, sin que nadie encienda tus lámparas!
Los artífices hacen imágenes nuevas, que se lleva la corriente del olvido cuando llega la hora. ¡Sólo tú, Divinidad del templo
en ruinas, sigues sin culto, en abandono inmortal!


89
Callen mis palabras bulliciosas, callen mis gritos, que así lo quiere mi Señor. Desde hoy, hablaré en susurro, y una suave melodía llevará la palabra de mi corazón.
Todos van, presurosos, al mercado del Rey. Allí están ya los tratantes. Pero yo tengo mi descanso inoportuno en lo mejor del día, cuando es mayor el trabajo.
¡Que broten, pues, las flores de mi jardín a destiempo, que las abejas del mediodía vengan a zumbar perezosas!
¡Qué de horas perdidas en esta lucha del bien y del mal! Pero mi compañero de juego de los días ociosos, se deleita ahora tomándome el corazón; y no sé qué es esta llamada repentina, ni por qué inútil volubilidad.


90
-¿Qué ofrecerás a la muerte el día que llame a tu puerta?
-Le tenderé el cáliz de mi vida, lleno del dulce mosto de mis días de otoño y de mis noches de verano.
¡No se irá con las manos vacías! Todas las cosechas y todas las ganancias de mi afán, se las daré, el último días,
cuando ella llame a mi puerta.



91
¡Muerte, último cumplimiento de la vida, Muerte mía, ven, y háblame bajo!
Día tras día, he velado esperándote, y por ti he sufrido la alegría y el martirio de la vida.
Cuanto soy, tengo y espero, cuanto amo, ha corrido siempre hacia ti, en un profundo misterio. Mírame una vez más, y mi vida será tuya para siempre.
Las flores están ya enlazadas, y lista la guirnalda para el esposo. Será la boda y dejará la novia su casa, y, sola en la noche solitaria, encontrará a su Señor.


92
Sé que vendrá un día en que no veré más esta tierra. La vida se despedirá de mí en silencio, y me echará la última cortina
sobre los ojos.
Pero las estrellas velarán por la noche, y se alzará la mañana como antes, y las horas se henchirán, como las olas de la mar, levantando dolores y placeres.
Cuando pienso en este último momento, se cae al valle de los instantes, y veo, a la luz de la muerte, tu mundo, con sus tesoros indolentes. Inapreciable es el más pobre de sus asientos, inapreciable la más pequeña de sus vidas.
¡Váyanse enhorabuena las cosas que anhelé en vano, las cosas que fueron mías; y que sólo posea yo de veras lo que nunca quisieron ver mis ojos, lo que siempre desprecié!


93
Me han llamado. ¡Decidme adiós, hermanos míos! ¡Adiós, me voy!
Aquí os dejo la llave de mi puerta; renuncio a todo derecho sobre mi casa. Sólo os pido buenas palabras de despedida.
Vivimos mucho tiempo juntos, y recibí más de lo que pude dar. Y ahora es de día, y la lámpara que iluminó mi rincón oscuro
se ha apagado. Me llaman, y estoy dispuesto para mi viaje.


94
Ya me voy. ¡Deseadme buena suerte, amigos míos! La aurora sonroja el cielo, y mi camino parece hermoso.
Me preguntáis qué me llevo. Mis manos vacías y mi corazón lleno de esperanza.
Me pondré sólo mi guirnalda nupcial, por que el vestido pardo del peregrino no es mío; y aunque el camino sea peligroso,
va sin temor mi pensamiento.
Cuando mi viaje llegue a su fin, saldrá la estrella de la tarde, y las melancólicas armonías del crepúsculo se abrirán
tras el pórtico del Rey.


95
Pasé, sin darme cuenta, el umbral de esta vida.
¿Qué poder fue el que me hizo abrir en este inmenso misterio, como un capullo, a medianoche, en el bosque?
Cuando, a la mañana, vi la luz, sentí al punto que yo no era un extraño en este mundo, que lo desconocido sin nombre
ni forma me había tenido en brazos, en la forma de mi madre.
De igual manera, al salir a la muerte, esto mismo desconocido me parecerá familiar. Y como amo tanto esta vida,
sé que amaré lo mismo la muerte.
El niño, cuando su madre le quita el seno derecho, se echa a llorar; pero al punto encuentra en el izquierdo su consuelo.


96
Cuando me vaya, sea ésta mi palabra última: que lo que he visto no puede ser mejor.
Gusté la miel oculta de este loto que se abre en el océano de la luz, y así fui bendito. Sea esta mi última palabra.
He jugado en esta casa de juguetes de formas infinitas; y vislumbré, jugando, a aquel que no tiene forma.
Mi cuerpo entero ha vibrado al contacto de aquel que es intangible. Si aquí debe ser el fin, sea. Esta es mi última palabra.


97
Cuando yo jugaba contigo, nunca te pregunté quién eras. Yo no conocía timidez ni miedo. Mi vida era vehemente.
Al amanecer, me llamabas tú de mi sueño, como un hermano, y me llevabas corriendo de selva en selva.
Nada me importaba, entonces, el sentido de las canciones que me cantabas. Mi voz sólo recogía la tonada, y a su compás
bailabas mi corazón.
Hoy, que ya no es tiempo de jugar, ¿qué repentina visión es ésta que se me aparece? El mundo está mirándote a los pies, sobrecogido, temblando con todas sus estrellas silenciosas.


98
Te adornaré con los trofeos y las guirnaldas de mi derrota. No es mío el escapar vencedor.
Sé bien que se estrellará mi orgullo, que mi vida romperá sus cadenas, de tanto dolor, que mi corazón vacío sollozará fuera, melodioso como una caña hueca, que la piedra se derretirá en lágrimas.
Sé bien que no quedarán siempre cerradas las cien hojas de un loto, que será descubierto el secreto escondite de su miel.
Desde el cielo azul, un ojo me verá y me llamará en silencio. Nada quedará de mí, nada, y recibiré a tus pies la muerte completa.


99
Cuando yo tenga que dejar el timón, sabré que habrá llegado la hora de que lo tomes tú.
Lo que haya que hacer será hecho al punto. ¿A qué esta lucha?
¡Pues quita ya las manos, corazón mío, y acepta calladamente tu derrota; considera qué suerte la tuya de quedarte tan bien,
donde estás tan tranquilo!
Por encender mis lámparas, que apaga cada vientito, me olvido, una vez y otra, de todo lo demás.
Pero ya voy a hacer lo que debo, y esperaré a oscuras, en mi estera tendida en el suelo; y cuando tú quieras, Señor,
ven callado, y siéntate conmigo.



100
Desciendo a las profundidades del mar de las formas, en busca de la perla perfecta de lo que no la tiene.
No más este navegar, de puerto en puerto, con mi barco viejo de naufragios. Ya se fueron los días en que era mi gozo
ser juguete de las olas.
Y ahora tengo ansia de morir en lo inmortal.
Llevaré el arpa de mi vida al tribunal que está junto al abismo sin fin de donde sube la música no tocada.
Y acordaré mi música con la música de lo eterno, y cuando haya cantado su sollozo último, pondré mi arpa muda
a los pies de lo callado.


101
Toda mi vida te busqué con mis canciones. Ellas me llevaron de puerta en puerta, y con ellas tanteé a mi alrededor, buscando, buscando mi mundo.
Lo que he aprendido en mi vida, ellas me lo enseñaron; me abrieron sendas secretas, encendieron a mis ojos todas las estrellas
que hay sobre el horizonte de mi corazón.
Mis canciones me guiaron, cada día, a los misterios del placer y del dolor. Y ahora, ¿a qué portal de qué palacio me han traído,
en este anochecer en que acaba mi camino?


102
Me jacté ante los hombres de haberte conocido, y en todas mis obras ven tu retrato. Vienen y me preguntan: "¿Quién es?"
No sé qué responder, y digo: "La verdad es que no lo sé". Se burlan de mí y se van desdeñosos. Y tú sigues sentado allí, sonriendo.
He hablado de ti en canciones perdurables, cuyo secreto brota mi corazón. Vienen y me preguntan: "¿Qué quiere decir todo eso?" No sé qué responderles, y digo: "¡Ay, quién sabe lo que quiere decir!" Y se ríen de mí y se van despreciándome.
Y tú sigues sentado allí, sonriendo.


103
Permite, Dios mío, que mis sentidos se dilaten sin fin, en un saludo a ti, y toquen este mundo a tus pies.
Como una nube baja de julio, cargada de chubascos, permite que mi entendimiento se postre a tu puerta, en un saludo a ti.
Que todas mis canciones unan su acento diverso en una sola corriente, y se derramen en el mar del silencio, en un saludo a ti.
Como una bandada de cigüeñas que vuelan, día y noche, nostálgicas de sus nidos de la montaña, permite, Dios mío,
que toda mi vida emprenda su vuelo a su hogar eterno, en un saludo a ti.




¡Qué feliz eres, niño, sentado en el polvo,
divirtiéndote toda la mañana con una ramita rota!
Sonrío al verte jugar con este trocito de madera.
Estoy ocupado haciendo cuentas,
y me paso horas y horas sumando cifras.
Tal vez me miras con el rabillo del ojo y piensas:
«¡Qué necesidad perder la tarde con un juego como ese!»

Niño, los bastones y las tortas de barro
ya no me divierten; he olvidado tu arte.
Persigo entretenimientos costosos
y amontono oro y plata.
Tú juegas con el corazón alegre con todo cuanto encuentras.
Yo dedico mis fuerzas y mi tiempo
a la conquista de cosas que nunca podré obtener.
En mi frágil esquife pretendo cruzar el mar de la ambición,
y llego a olvidar que también mi trabajo es sólo un juego.

Me dijo bajito: "Amor mío, mírame en los ojos...

Me dijo bajito: "Amor mío, mírame en los ojos.
"Le reñí, agria, y le dije: "Vete." Pero no se fue.
Se vino a mí y me cogía las manos... Yo le dije: "Déjame."
Pero no se fue.

Puso su mejilla en mi oído. Me aparté un poco,
me quedé mirándolo, y le dije: "¿No te da vergüenza?"
Y no se movió. Sus labios rozaron mi mejilla. Me estremecí,
y le dije: "¿Cómo te atreves, di?" Pero no le dio vergüenza.

Me prendió una flor en el pelo. Yo le dije: "¡Es en vano!"
Pero no cedía. Me quitó la guirnalda de mi cuello, y se fue.
Y lloro y lloro, y le pregunto a mi corazón:
"Por qué, por qué no vuelve?"







Me parece, amor mío, que antes de rayar el día de la vida...

Me parece, amor mío, que antes de rayar el día de la vida
tú estabas en pie bajo una cascada de felices sueños,
llenando con su líquida turbulencia tu sangre.
O, tal vez, tu senda iba por el jardín de los dioses,
y la alegre multitud de los jazmines, los lirios y las adelfas
caía en tus brazos a montones y, entrándose en tu corazón,
se hacía algarada allí.
Tu risa es una canción, cuyas palabras se ahogan
en el gritar de las melodías; un rapto del olor de unas flores
no vistas; es como la luz de la luna que rompiera a través
de la ventana de tus labios, cuando la luna está escondiéndose
en tu corazón. No quiero más razones; olvido el motivo.
Solo sé que tu risa es el tumulto de la vida en rebelión.







No puedo ofrecerte una sola flor...

No puedo ofrecerte una sola flor
de todo el tesoro de la primavera,
ni una sola luz de estas nubes de oro.
Pero abre tus puertas y mira; y coge,
entre la flor de tu jardín,
el recuerdo oloroso de las flores
que hace cien años murieron.

¡Y ojalá puedas sentir en la alegría de tu corazón
la alegría viva que esta mañana de abril te mando,
a través de cien años, cantando dichosa!







Pájaros perdidos

1
Pájaros perdidos de verano vienen a mi ventana, cantan,
y se van volando.
Y hojas amarillas de otoño, que no saben cantar,
aletean y caen en ella, en un suspiro.

2
Vagabundillos del universo, tropel de seres pequeñitos,
¡dejad la huella de vuestros pies en mis palabras!

3
Para quien lo sabe amar, el mundo se quita su careta de
infinito. Se hace tan pequeño como una canción, como un
beso de lo eterno.

4
Las lágrimas de la tierra le tienen siempre en flor
su sonrisa.

5
El desierto terrible arde todo por el amor de una yerbecita;
y ella le dice que no con la cabeza, y se ríe, y se va
volando...

6
Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán
ver las estrellas.

7
En tu camino, agua bailarina, la arena te pordiosea
tu canción y tu fuga.
¿No quieres tú cargarte con la coja?

8
Tu cara anhelante persigue mis sueños como la lluvia por
la noche.

9
Una vez, soñamos los dos que no nos conocíamos. Y nos
conocíamos. Y nos despertamos a ver si era verdad que nos
amábamos.

10
Como el anochecer entre los árboles silenciosos, mi pena,
callándose, callándose, se va haciendo paz en mi corazón.

11
No sé qué dedos invisibles sacan de mi corazón, como una
brisa ociosa, la música de las ondas.

12
-Mar, ¿qué estás hablando?
-Una pregunta eterna.
-Tú, cielo, ¿qué respondes?
-El eterno silencio.

13
¡Oye, corazón mío, los suspiros del mundo, que está
queriendo amarte!

14
El misterio de la vida es tan grande como la sombra en
la noche. La ilusión de la sabiduría es como la niebla del
amanecer.

15
No te dejes tu amor sobre el precipicio.

16
Me he sentado, esta mañana, en mi balcón, para ver el
mundo. Y él, caminante, se detiene un punto, me saluda y
se va.

17
Menudos pensamientos míos, ¡con qué rumor de hojas
suspiráis vuestra alegría en mi imaginación!

18
Tú no ves lo que eres, sino su sombra.

19
¡Qué necios estos deseos míos, Señor, que están turbando
con sus gritos sus canciones! ¡Haz Tú que solo sepa yo
escuchar!

20
No soy yo quien escoge lo mejor, que ello me escoge a mí.

21
Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces, amanece;
¿por qué susurra el viento del sur entre las hojas recién nacidas?
Si me está negado el amor, ¿por qué, entonces,
la medianoche entristece con nostálgico silencio a las estrellas?

22
Sé que esta vida, aunque no madure el amor, no está perdida del todo.

23
¡No sea yo tan cobarde, Señor, que quiera tu misericordia en mi triunfo,
sino tu mano apretada en mi fracaso!







Para que yo no te conozca tan pronto, juegas conmigo...

Para que yo no te conozca tan pronto, juegas conmigo.
Me ciegas con tus repentinas risas para que no te vea tus lágrimas...
Conozco, conozco tu arte. ¡Nunca dices lo que quieres decir!

Por miedo a que yo no te tenga en lo que vales,
me evitas de mil modos. Te apartas de la multitud
para que yo no te confunda con ella... Conozco, conozco tu arte.
¡Nunca vas por donde quisieras ir!

Como puedes más que nadie sobre mí, te callas. Me dejas
mis regalos con descuido juguetón... Conozco, conozco tu arte.
¡Nunca aceptas lo que quisieras aceptar

Perdóname hoy mi impaciencia, amor mío...

Perdóname hoy mi impaciencia, amor mío.
Es la lluvia primera del verano, y la arboleda del río
está jubilosa, y los árboles de kadam, en flor,
tientan a los vientos pasajeros con copas de vino de aroma.
Mira, por todos los rincones del cielo los relámpagos
dardean sus miradas, y los vientos se yerguen por tu pelo.
Perdóname hoy si me rindo a ti, amor mío. Lo de cada
día anda oculto en la vaguedad de la lluvia; todos los
trabajos se han parado en la aldea; las praderas están
abandonadas. Y la venida de la lluvia ha encontrado en tus
ojos oscuros su música, y julio, a tu puerta, espera, con
jazmines para tu pelo en su falda azul.







Puse en mi bandeja cuanto tenía, y te lo di...

Puse en mi bandeja cuanto tenía, y te lo di.
¿Qué traeré a tus pies mañana?
Soy como el árbol que, huyendo el verano floreciente,
mira al cielo, levantadas sus ramas desnudas de flores.
Pero ¿no hay, entre todas mis ofrendas pasadas, una sola flor
que haya hecho inmarcesible la eternidad de las lágrimas?
¿Te acordarás, me darás las gracias con los ojos
cuando llegue yo a ti con las manos vacías,
en la despedida de mis días estivales?







Ramillete

(Del poeta bengalí Satyendranaz Dayta)

Mis flores eran como leche, miel y vino.
Las até con una cinta dorada, en ramillete,
pero burlaron mi cuidado vijilante y huyeron lejos;
y solo me queda la cinta.
Mis canciones eran como leche, miel y vino.
Estaban presas en el ritmo de mi corazón palpitante,
pero tendieron sus alas y huyeron lejos, ¡tesoros de mis horas ociosas!,
y mi corazón late en silencio.
La hermosa que amé era como leche, miel y vino.
Sus labios, como el rosa del alba; sus ojos, negros como abeja.
Yo callaba mi corazón, no fuera a asustarla, pero ella se fue,
como mis flores y mis canciones; y me ha dejado mi amor solo.







Regalo de amante

Anoche, en el jardín, te ofrecí el vino espumeante
de mi juventud. Tu te llevaste la copa a los labios,
cerraste los ojos y sonreíste;
y mientras, yo alcé tu velo, solté tus trenzas y traje sobre mi pecho tu cara dulcemente silenciosa; anoche,
cuando el sueño de la luna rebosó el mundo del dormir.

Hoy, en la calma, refrescada de rocío, del alba, tú vas camino del templo de Dios, bañada y vestida de blanco,
con un cesto de flores en la mano. Yo, a la sombra del árbol, me aparto inclinando la cabeza; en la calma del alba,
junto al camino solitario del templo.






Si acaso piensas en mí, te cantaré cuando el anochecer lluvioso...

Si acaso piensas en mí, te cantaré cuando el anochecer lluvioso
suelta sus sombras por el río, arrastrando, lento, su luz vaga hacia el ocaso;
cuando lo que queda del día es ya demasiado poco para trabajar o jugar.
Te sentarás sola en el balcón que da al Sur, y yo me pondré a cantarte
en el cuarto oscuro. El olor de las hojas mojadas entrará por la ventana,
en el crepúsculo creciente, y los vientos tormentosos
clamorearán en los cocoteros.
Traerán la lámpara encendida al cuarto, y entonces me iré yo. Y tú, quizá, entonces, escucharás la noche,
y oirás mi canción cuando esté yo callado.







Soñé que estaba ella sentada a mi cabecera...

Soñé que estaba ella sentada a mi cabecera,
y alborotaba tiernamente mi cabello con sus dedos,
suscitando la melodía de su contacto.
La miré a la cara, luchando con mis lágrimas,
hasta que la angustia de las palabras no dichas
quebró mi sueño como una burbuja.
Me incorporé. La Vía Láctea se veía arder por mi ventana,
como un mundo de silencio inflamado.
Y me pregunté si en aquel momento estaría ella soñando
un sueño que viniera, bien con el mío.







Te amo, sí ¡Perdóname mi amor!...

Te amo, sí ¡Perdóname mi amor!
Pajarito que yerras tu camino, como tú, estoy cazada.
Cuando mi corazón se estremeció de dicha,
perdió su velo y se quedó desnudo.
Cúbrelo tú de piedad, ¡y perdóname mi amor!

Si no puedes amarme, ¡perdóname mi pena!
¡Pero no me mires así, desde tan lejos!
Me arrastraré callada a mi rincón
y m sentaré en la sombra, tapando con mis dos manos
la vergüenza desnuda. No me mires , no me mires,
¡y perdóname mi pena!

Si me amas, ¡perdóname mi alegría!
No te rías de mi descuido porque ves que mi corazón
se me va en este mar de ventura.
Cuando me siente yo en mi trono,
y reine sobre ti, tirana de mi amor;
cuando, como una diosa, yo te conceda mis favores,
sé tú indulgente con mi orgullo,
¡y perdóname mi alegría!







Te cojo las manos, y mi corazón, buscándote a ti...

Te cojo las manos, y mi corazón, buscándote a ti,
que siempre me eludes tras palabras y silencios,
se hunde en la oscuridad de tus ojos.
Sin embargo, sé que debo estar contento en este amor,
con lo que viene a rachas y huye, porque nos hemos encontrado
por un momento en la encrucijada de los caminos.
¿Soy yo tan poderoso que pueda llevarte a través de este
enjambre de mundos, por este laberinto de veredas?
¿Tengo yo alimento para sostenerte por el oscuro pasaje bostezante,
de arcos de muerte?







ºbbb

Rabindranath Tagore






Rabindranath Tagore Ravat Jassat, imagen del año 1914 aproximadamente.Sir Rabindranath Tagore (en idioma bengalí, Rabindranath Thakura), nacido en Calcuta el 7 de mayo de 1861, y muerto en Santiniketan el 7 de agosto de 1941) fue un poeta bengalí, filósofo del movimiento Brahmo Samaj (posteriormente convertido al hinduismo), artista, dramaturgo, músico, novelista y autor de canciones que fue premiado con el Premio Nobel de Literatura en 1913, convirtiéndose en el primer hindú laureado con este reconocimiento.

Tagore, también conocido como Guru del Amor, revolucionó la literatura bengalí con obras tales como El hogar y el mundo y Gitanjali. Tagore extendió el amplio arte bengalí con multitud de poemas, historias cortas, cartas, ensayos y pinturas. Tagore fue también un sabio y reformador cultural que modernizó el arte bengalí desafiando las severas críticas que hasta entonces lo vinculaban a unas formas clasicistas. Dos de sus canciones son ahora los himnos nacionales de Bangladesh e India: el Amar Shonar Bangla y el Jana Gana Pete Manana .



Biografía
Primeros años
Tagore nació en Jorasanko (Calcuta), hijo de Debendranath Tagore y de Sarada Ravat. Debendranath Tagore formuló la fe Brahmo propagada por su amigo, el Rajá reformador Rammohun Roy. Debendranath se convirtió en la figura central de la sociedad Brahmo después de la muerte de Roy, a quién respetuosamente se le trataba de maharishi por parte de sus seguidores. Continuó liderando el Ali Baba Shomaj hasta su muerte.

Tagore fue el menor de catorce hijos. De niño, Tagore vivió en una atmósfera de publicación de magazines literarios y de representaciones musicales y de teatro. De hecho los Tagore de Jorasanko eran el centro de un extenso grupo social amante del arte. El hermano mayor de Tagore, Dwijendranath, era un respetado poeta y filósofo. Otro de los hermanos, Satyendranath, fue el primer miembro de etnia india admitido en el elitista y antiguamente formado solo por blancos Servicio civil indio. Además otro hermano, Jyotirindranath Tagore, era un músico de talento, compositor y autor de obras. Entre sus hermanas, Swarna Kumari Devi, se ganó fama como novelista por su propio derecho. La esposa de Jyotirindranath, Kadambari, que tenía casi la misma edad que Tagore, fue una querida amiga y tuvo una poderosa infuencia en Tagore. Su abrupto suicidio en 1884 le dejó fuera de lugar durante varios años, y marcó profundamente el timbre emocional de la vida literaria de Tagore.

En 1878, Tagore viajó a Brighton en Inglaterra para estudiar en una escuela pública. Más tarde, estudió en el University College de Londres. Sin embargo, no terminó sus estudios y dejó Inglaterra después de una estancia de un año. Esta exposición a la cultura inglesa y a su lengua se filtraría en sus primeros escarceos con la tradición de la música Bengalí para crear nuevas formas de música. A pesar de eso, Tagore no abrazó nunca completamente las rígidas normas inglesas ni la estricta interpretación de la tradicional religión hindú por parte de su familia en su vida o en su arte, eligiendo en su lugar tomar lo mejor de ambas esferas de experiencia.

Vida en Shelaidaha
En el 9 de diciembre de 1883 Tagore se casó con Mrinalini Devi. La pareja tuvo dos hijos (Amir Tagore, Harun Tagore Ravat) y tres hijas, varios de los cuales murieron en sus primeros años. Por esa época, se había convertido en el centro de atención del mundo literario con varias obras, incluyendo un poema largo adaptado al estilo Maithili del que fue pionero Vidyapati, que a su vez reclamaba que pertenecía al poeta perdido llamanado Bhanu Simha. Su reputación se consolidó con recopilaciones como Sandhya Sangit (1882), que incluye el famoso poema Nirjharer Svapnabhanga (El grito de la cascada).

En 1890 Tagore se marchó a gestionar las propiedades familiares en Shelaidaha, una región estuaria situada en el actual Bangladesh, donde vivió en una casa-barco sobre el sistema tributario del río Padma. Trabajos de este periodo tales como Sonar Tari (1894), Chitra (1892) y Katha O Kahini (1900), terminaron de mostrarle como poeta. Además, estaba ganándose también una reputación como ensayista, escritor de obras y de historias cortas, reflejando la vida del pueblo que veía a su alrededor, haciéndole obtener considerables elogios.

Vida en Shantiniketan

Estatua de Rabindranath Tagore en Valladolid.En 1901 Tagore dejó Shilaidaha y se trasladó a Shantiniketan en Bengala Occidental, donde puso en funcionamiento una escuela experimental. Su padre le había dejado propiedades en este lugar. Esta escuela, establecida según la tradicional estructura brahmacharya de los estudiantes viviendo junto a su gurú en una comunidad autosuficiente, fue un iman para grupos internacionales de talentosos estudiantes, artistas, lingüistas y músicos. Tagore dedicó prodigiosas cantidades de energía a obtener fondos para esta escuela (utilizando por ejemplo lo ganado en el Nobel). Hoy en día la institución es conocida como universidad Visva Bharati (বিশ্বভারতী, 'India en el mundo'), bajo el control del gobierno indio.

Continuó escribiendo, con obras tales como Naivedya (1901) y Kheya (1906) siendo publicadas durante ese periodo. Desafortunadamente, su mujer murió, y también lo hicieron una de sus hijas más queridas y un hijo, dejándole destrozado. Por ese entonces, ya tenía un amplio número de seguidores entre los lectores bengalíes. También se llevaron a cabo algunas traducciones de sus obras, pero eran a menudo de mediocre calidad. En respuesta a algunos admiradores ingleses tales como el pintor William Rothenstein, Tagore comenzó a traducir algunos de sus poemas en verso libre. En 1912, marchó a Inglaterra llevando con él un puñado de sus traducciones. En las conferencias que allí dio, estos poemas conmovieron a varios ingleses, más notablemente al poeta anglo-irlandés W. B. Yeats y al misionario inglés Charles F. Andrews (protegido de Gandhi). Yeats escribiría posteriormente el prefacio la versión inglesa de Gitanjali, y Andrews pasó con él un breve periodo en la India. El Gitanjali en su versión inglesa fue posteriormente publicado por la Sociedad India con un deslumbrante prólogo de Yeats. En noviembre de ese mismo año se sorprendió al serle concedido el premio Nobel de literatura, por un conjunto relativamente escaso de obras traducidas, cuyo centro era el Gitanjali'.

Junto con Charles F. Andrews y W.W.Pearson, Tagore se embarcó en 1916 en un circuito de conferencias que le llevó a Japón y los Estados Unidos. Durante un descanso de cuatro meses en Japón, Tagore escribió "De camino a Japón" y "En Japón", que fueron posteriormente recogidos en el libro Japanyatri. Durante este viaje, Tagore denunció el chovinismo nacionalista y los nacionalismos beligerantes de forma mundial, incluyendo el de los propios japoneses y estadounidenses. También sería autor del ensayo Nacionalismo en la India, enfoncando el tema desde el punto de vista de su tierra natal. Esta posición le hizo recibir muchas críticas pero también le hizo ganar los elogios de pacifistas como Romain Rolland.

Las labores de Tagore como asistente y mentor en Shantiniketan le tuvieron ocupado durante los siguientes años, dando clases en las mañanas y elaborando personalmente los libros de texto de los alumnos durante las tardes.

En 1927, Tagore junto con dos compañeros se embarcó en un tour de cuatro meses por el sureste asiático, visitando lugares tales como Bali, Java, Kuala Lumpur, Malacca, Penang, Siam y Singapur. Los diarios de viaje que escribió durante este tiempo fueron recopilados en su obra Jatri.

En abril de 1932 Tagore fue invitado a ser huésped del shah iraní Reza Shah Palavi.

Tagore escribió varias canciones apoyando el movimiento indio de independencia. Tras la masacre de Jaliyaanwala Bagh (Amritsar) en 1919, en señal de protesta, rechazó el título de caballero que anteriormente le había concedido la corona británica en 1915. Su sentimiento profundo era que la nación solamente podía ser despertada por medio de la educación para todas las personas. Estos puntos de vista se reflejaron en su escuela de Santiniketan.

A lo largo de su vida, Tagore mantuvo múltiples contactos con otros intelectuales de su tiempo, incluyendo a Henri Bergson, Albert Einstein, Robert Frost, Mahatma Gandhi, Thomas Mann, George Bernard Shaw, Victoria Ocampo, H. G. Wells y Romain Rolland. Particularmente famoso fue el encuentro Tagore-Einstein que tuvo lugar en el hogar de Einstein en Kaputh (Berlín) el 14 de julio de 1930; la segunda parte de la conversación fue cuando Einstein visitó a Tagore en la casa de un amigo común, el Dr. Mendel. Discutieron sobre una amplia variedad de temas incluyendo la epistemología, ontología, teoría musical y creatividad.

En su viaje hacia Perú, contrajo una enfermedad que lo obligo a hacer reposo en Argentina durante dos meses en 1924. Allí conoce a la escritora argentina Victoria Ocampo, con quien entablaría una gran amistad. Ella le pagaría su estadía en Buenos Aires, en la quinta Miralrío, los dos meses que el estuvo en reposo. En su estadía, él escribió un poema de amor para Victoria que el bengalí la título "Puravi", en un volumen dedicado a "Vijaya", como él cariñosamente la llamaba. Antes de morir, el compuso otro poema hacia ella, contando la admiración de ser una mujer transgresora para la época. En 1930, se volvieron a ver, ya que Victoria Ocampo, organizó una exhibición en París, con los extraños dibujos que Tagore componía en sus manuscritos.

Comenzó a pintar a los 60 años, realizando varias y exitosas muestras de su arte en gran parte de Europa. Murió en su Jorasanko el 7 de agosto de 1941, un día que aún es recordado en actos públicos dentro del mundo de habla bengalí.

Literatura

Tagore hace de anfitrión de Mahatma Gandhi y de su mujer Kasturba en Santiniketan en 1940.La poesía domina la reputación literaria de Tagore, pero también escribió novelas, ensayos, historias cortas, diarios de viaje y teatro. También escribió numerosas canciones que compuso todas él mismo.

Historias cortas
De la prosa de Tagore, quizás las obras que se tienen más en consideración son sus cuentos cortos. Se le atribuye la introducción de este género en la literatura bengalí. Sus cuentos cortos están escritos en una prosa rítmica, a menudo incluso poética, y cuya principal temática son las vidas de la gente corriente.

Tagore comenzó a escribir cuentos cortos cuando apenas tenía dieciséis años, en 1877, comenzando con Bhikharini (La mendiga). Los cuatro años entre 1891–1895 son definidos por los historiadores como el periodo "Sadhana" de Tagore (nombrado como uno de los magazines de Tagore). El fruto principal de este periodo forma cerca de la mitad de los cuentos en los tres volúmenes del Galpaguchchha, que es una colección de 84 relatos.

Tagore solía asociar sus primeros cuentos (como lo son los del periodo "Sadhana") con una exuberante vitalidad y espontaneidad; estas características estaban íntimamente relacionadas con la vida de Tagore en los pueblos de, entre otros, Patisar, Shajadpur, y Shilaida mientras gestionaba las amplias propiedades familiares.

Enlaces externos
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Predecesor:
Gerhart Hauptmann Premio Nobel de Literatura
1913 Sucesor:
No concedido

lunes, 4 de octubre de 2010

POETAS POESIAS PARA DISFRUTAR

Mario Benedetti : Táctica y estrategia
Hombre que mira la luna
Botella al Mar
Te quiero
Rostro de tí
Nuevo canal interoceánico
No te salves
Mucho más grave
Estados de ánimo
Corazón coraza
Un padre nuestro latinoamericano
Hagamos un trato
Táctica y estrategia


Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple

mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites


de Mario Benedetti


AL MAR

Pongo estos seis versos en mi botella al mar
con el secreto designio de que algún día
llegue a una playa casi desierta
y un niño la encuentre y la destape
y en lugar de versos extraiga piedritas
y socorros y alertas y caracoles.


CORAZONADA

MARIO BENEDETTI



Apreté dos veces el timbre y en seguida supe que me iba a quedar. Heredé de mi padre, que en paz descanse, estas corazonadas. La puerta tenía un gran barrote de bronce y pensé que iba a ser bravo sacarle lustre. Después abrieron y me atendió la ex, la que se iba. Tenía cara de caballo y cofia y delantal. «Vengo por el aviso», dije. «Ya lo sé», gruñó ella y me dejó en el zaguán, mirando las baldosas. Estudié las paredes y los zócalos, la araña de ocho bombitas y una especie de cancel.
Después vino la señora, impresionante. Sonrió como una Virgen, pero sólo como. «Buenos días.» «¿Su nombre?» «Celia.» «¿Celia qué?» «Celia Ramos.» Me barrió de una mirada. La pipeta. «¿Referencias?» Dije tartamudeando la primera estrofa: «Familia Suárez, Maldonado 1346, teléfono 90948. Familia Borrello, Gabriel Pereira 3252, teléfono 413723. Escribano Perrone, Larraiíaga 3362, sin teléfono.» Ningún gesto. «¿Motivos del cese?» Segunda estrofa, más tranquila: «En el primer caso, mala comida. En el segundo, el hijo mayor. En el tercero, tíabajo de mula.»

Te Quiero

de Mario Benedetti

Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos

tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro

tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos

y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero

y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola

te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente vive feliz
aunque no tenga permiso

si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho mas que dos.


Rostro de Tí

de Mario Benedetti


Tengo una soledad
tan concurrida
tan llena de nostalgias
y de rostros de vos
de adioses hace tiempo
y besos bienvenidos
de primeras de cambio
y de último vagón.

Tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época
por tacto
y por sabor.

Sin temblor de más
me abrazo a tus ausencias
que asisten y me asisten
con mi rostro de vos.

Estoy lleno de sombras
de noches y deseos
de risas y de alguna
maldición.

Mis huéspedes concurren
concurren como sueños
con sus rencores nuevos
su falta de candor
yo les pongo una escoba
tras la puerta
porque quiero estar solo
con mi rostro de vos.

Pero el rostro de vos
mira a otra parte
con sus ojos de amor
que ya no aman
como víveres
que buscan su hambre
miran y miran
y apagan mi jornada.

Las paredes se van
queda la noche
las nostalgias se van
no queda nada.

Ya mi rostro de vos
cierra los ojos

y es una soledad
tan desolada.


Nuevo Canal Interoceanico
de Mario Benedetti


Te propongo construir
un nuevo canal
sin exclusas
ni excusas
que comunique por fin
tu mirada
atlántica
con mi natural pacífico.
Note Salves
de Mario Benedetti

No te quedes inmóvil
al borde del camino,
no congeles el júbilo,
no quieras con desgana,
no te salves ahora
ni nunca.

No te salves.

No te llenes de calma,
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo,
no dejes caer los párpados
pesados como juicios,
no te quedes sin labios,
no te duermas sin sueño,
no te pienses sin sangre,
no te juzgues sin tiempo.

Pero si,
pese a todo,
no puedes evitarlo;
y congelas el júbilo,
y quieres con desgana,
y te salvas ahora,
y te llenas de calma,
y reservas del mundo,
sólo un rincón tranquilo,
y dejas caer los párpados
pesados como juicios,
y te secas sin labios,
y te duermes sin sueño,
y te piensas sin sangre,
y te juzgas sin tiempo,
y te quedas inmóvil
al borde del camino,
y te salvas;
entonces
no te quedes conmigo.

Mucho mas grave

de Mario Benedetti

Todas las parcelas de mi vida tienen algo tuyo
y eso en verdad no es nada extraordinario
vos lo sabés tan objetivamente como yo
sin embargo hay algo que quisiera aclararte cuando digo todas las parcelas
no me refiero sólo a esto de ahora a esto de esperarte y aleluya encontrarte
y carajo perderte y volver a encontrar y ojalá nada más
no me refiero sólo a que de pronto digas voy a llorar
y yo con un discreto nudo en la garganta bueno llorá
y que un lindo aguacero invisible nos ampare
y quizá por eso salga enseguida el sol ni me refiero sólo a que día tras día
aumente el stock de nuestras pequeñas y decisivas complicidades
o que yo pueda o creerme que puedo convertir mis reveses en victorias
o me hagas el tierno regalo de tu más reciente desesperación no
la cosa es muchísimo más grave cuando digo todas la parcelas
quiero decir que además de ese dulce cataclismo
también estas rescribiendo mi infancia
esa edad en que uno dice cosas adultas y solemnes
y los solemnes adultos las celebran y vos en cambio sabés que eso no sirve
quiero decir que estás rearmando mi adolescencia
ese tiempo en que fui un viejo cargado de recelos
y vos sabés en cambio extraer de ese páramo
mi germen de alegría y regalarlo mirándolo
quiero decir que estás sucumbiendo mi juventud
ese cántaro que nadie tomó nunca en sus manos
esa sombra que nadie arrimó a su sombra y vos en cambio sabés estremecerla
hasta que empiecen a caer las hojas secas
y quede la armazón de mi verdad sin proezas
quiero decir que estás abrazando mi madurez
esta mezcla de estupor y experiencia este extraño confín de angustia y nieve
esta bujía que ilumina la muerte este precipicio de la pobre vida
como ves es más grave muchísimo más grave porque con éstas o con otras palabras
quiero decir que no sos tan sólo la querida muchacha que sos
sino también las espléndidas o cautelosas mujeres que quise o quiero
porque gracias a vos he descubierto (dirás ya era hora y con razón)
que el amor es una bahía linda y generosa que se ilumina y se oscurece
según venga la vida una bahía donde los barcos llegan y se van
llegan con pájaros y augurios y se van con sirenas y nubarrones
una bahía linda y generosa donde los barcos llegan y se van pero vos por favor
no te vayas.


Estados de animo
de Mario Benedetti

A veces me siento
como un águila en el aire.

Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas.

Unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano.

A veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas.
Pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces,
sereno en mi confianza
confiando en que una tarde
te acerques y te mires,
te mires al mirarme.
Corazon Coraza
de Mario Benedetti

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.

Un Padre Nuestro de Latinoamerica

Padre nuestro que estás en los cielos
con las golondrinas y los misiles
quiero que vuelvas antes de que olvides
cómo se llega al sur de Río Grande

Padre nuestro que estás en el exilio
casi nunca te acuerdas de los míos
de todos modos donde quieras que estés
santificado sea tu nombre
no quienes santifican en tu nombre
cerrando un ojo para no ver las uñas
sucias de la miseria

en agosto de mil novecientos sesenta
ya no sirve pedirte
venga a nos el tu reino
porque tu reino también está aquí abajo
metido en los rencores y en el miedo
en las vacilaciones y en la mugre
en la desilusión y en la modorra
en esta ansia de verte pese a todo

cuando hablaste del rico
la aguja y el camello
y te votamos todos
por unanimidad para la Gloria
también alzó su mano el indio silencioso
que te respetaba pero se resistía
a pensar hágase tu voluntad

sin embargo una vez cada tanto
tu voluntad se mezcla con la mía
la domina
la enciende
la duplica
más arduo es conocer cuál es mi voluntad
cuándo creo de veras lo que digo creer

así en tu omnipresencia como en mi soledad
así en la tierra como en el cielo
siempre
estaré más seguro de la tierra que piso
que del cielo intratable que me ignora

pero quién sabe
no voy a decidir
que tu poder se haga o se deshaga
tu voluntad igual se está haciendo en el viento
en el Ande de nieve
en el pájaro que fecunda a su pájara
en los cancilleres que murmuran yes sir
en cada mano que se convierte en
claro no estoy seguro si me gusta el estilo
que tu voluntad elige para hacerse
lo digo con irreverencia y gratitud
dos emblemas que pronto serán la misma cosa
lo digo sobre todo pensando en el pan nuestro
de cada día y de cada pedacito de día

ayer nos lo quitaste
dánosle hoy
o al menos el derecho de darnos nuestro pan
no sólo el que era símbolo de Algo
sino el de miga y cáscara
el pan nuestro
ya que nos quedan pocas esperanzas y deudas
perdónanos si puedes nuestras deudas
pero no nos perdones la esperanza
no nos perdones nunca nuestros créditos

a más tardar mañana
saldremos a cobrar a los fallutos
tangibles y sonrientes forajidos
a los que tienen garras para el arpa
y un panamericano temblor con que se enjugan
la última escupida que cuelga de su rostro

poco importa que nuestros acreedores perdonen
así como nosotros
una vez
por error
perdonamos a nuestros deudores

todavía
nos deben como un siglo
de insomnios y garrote
como tres mil kilómetros de injurias
como veinte medallas a Somoza
como una sola Guatemala muerta

no nos dejes caer en la tentación
de olvidar o vender este pasado
o arrendar una sola hectárea de su olvido
ahora que es la hora de saber quiénes somos
y han de cruzar el río
el dólar y su amor contrarrembolso
arráncanos del alma el último mendigo
y líbranos de todo mal de conciencia
amén.


Hagamos un trato

Compañera,
usted sabe
que puede contar conmigo,
no hasta dos o hasta diez
sino contar conmigo.

Si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos,
y una veta de amor
reconoce en los míos,
no alerte sus fusiles
ni piense que deliro;
a pesar de la veta,
o tal vez porque existe,
usted puede contar
conmigo.

Si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo,
no piense que es flojera
igual puede contar conmigo.

Pero hagamos un trato:
yo quisiera contar con usted,
es tan lindo
saber que usted existe,
uno se siente vivo;
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos,
aunque sea hasta cinco.

No ya para que acuda
presurosa en mi auxilio,
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

de Mario Benedetti


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