miércoles, 22 de diciembre de 2010

Cuando Moisés llegó a la Atlántida


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Una de tantas figuraciones de cómo era la Atlántida.

No salgo de mi asombro. Si alguien pensaba que al ganar el Mundial España había tocado techo es que no sabe de qué está hablando. Ahora resulta que somos el origen de la civilización y que la Atlántida, ese continente inexistente del que habló Platón en dos de sus obras (Critias y Timeo), está en Doñana. Lo dice un sesudo artículo dominical. Echa pestes el redactor ya que, al parecer, los malvados “científicos serios” se empeñan en negarlo y “pretenden poner orden ciñéndose a pruebas objetivas y aprovechando las ventajas del razonamiento lógico”. Qué cabrones y qué pesados con su manía de pensar y exigir pruebas.

Se ríe el redactor del reportaje publicado en Ideal de la “historiografía ortodoxa” por considerar tabú el debate. No es que sea tabú, es que el debate sobre la Atlántida está superado hace ya algunos añitos, pero se ve que se olvidaron de avisarle. El tipo nos cuenta que es nada menos que el Consejo Superior de Investigaciones Científicas el que podría encontrar el continente perdido. Como debe de ser de letras y le cuesta sumar dos y dos (que son cuatro, ya se lo digo yo) no se da cuenta de que los del CSIC se tienen por “científicos serios”, sus trabajos nutren la “historiografía ortodoxa” y me juego lo que sea a que nadie en la institución –e incluyo a los bedeles- cree que la Atlántida existió y esté en Doñana. De hecho, la institución nunca ha dicho que busque la Atlántida sino que lleva años investigando lo que podría ser una construcción con estructura circular en la desembocadura del Guadalquivir
Para llegar a tan peregrina conclusión, el tipo nos vuelve a endiñar por enésima vez (tirando por lo bajo) la historia del alemán Heinrich Schliemann que descubrió Troya utilizando la Iliada como única referencia. La hipótesis de la Atlántida y olé la formuló en 1922 otro arqueólogo alemán, Adolf Schulten, quien sostenía que Tartessos pudo haber sido la inspiración de Platón. Luego el pretendido investigador Georgeos Díaz-Montexano aprovechó una investigación del CSIC para volver a poner de moda la peregrina teoría aprovechando que la zona en la que se realiza coincide con la ubicación de la mítica Tartessos.

De Tartessos se sabe poco, pero lo suficiente como para descartar que pudiera haber sido el mítico continente. Si sabemos poco es por la ausencia de restos y referencias. Es decir, no pudo ser una civilización con “un poder insolente que invadía a la vez toda Europa y toda Asia” ni “un imperio grande y maravilloso”, como apuntó Platón en Timeo. Eso sin entrar a valorar que el filósofo hablaba de una isla tan grande como “Libia y Asia” y que hasta los damnificados por la Logse saben que Doñana no es una isla. Tampoco parece muy propio confundir un lugar más allá de las columnas de Hércules (Gibraltar) con el sur de España.

Un mapita como este y la tectónica de placas sirven para entender que no falta ningún continente.

Datos para pensar que la Atlántida es simple mitología abundan. En primer lugar, no cabe imaginar ninguna civilización con 9.000 años de antigüedad (11.000 a estas alturas), entre 3.000 y 4.000 años más que Mesopotamia. Tampoco dice nada a favor del continente perdido que Platón fuera el único en referirse a él (lo que demuestra que ni siquiera era un mito extendido en la época, aunque es posible que ya existiera) o que en ni él mismo se aclarase sobre dónde escuchó la historia (cita fuentes de información distintas en Critias y Timeo, lo que indica que se las inventó).

A estas altura nadie –salvo el autor del artículo y el ex ministro Manuel Pimentel- es tan leño como para seguir creyendo en la Atlántida. Los expertos coinciden en señalar que Platón inventó una sociedad ideal que –vaya casualidad- confirmaba la validez de las teorías que había expuesto en La República. Una sociedad que –también casualmente- se ajustaba como un guante a la manera de entender el mundo de los griegos. Por eso la estructura de la inexistente isla es un conjunto de círculos concéntricos (el círculo representa la perfección), que sirven para separar a los distintos grupos sociales (campesinos, guerreros, filósofos, soberanos…).

Pero ¿pudo existir esa gran civilización, muy desarrollada, barrida por una gran catástrofe natural? Ni pudo ni existió. De hecho, basta echar una mirada a un mapamundi en el que se ven las profundidades marinas para darse cuenta de que no hay restos de ningún continente perdido. La ausencia abrumadora de pruebas es lo que explica que los diferentes ‘investigadores’, en función del nivel de alcohol en su sangre, hayan situado la Atlántida en lugares tan distintos como Irlanda, Los Andes, el Tíbet, el Sáhara o Indonesia. La ausencia de pruebas lo que sugiere es que no existió y punto, aunque a algunos les cueste entenderlo.

Esto es un fotograma de "Los Diez Mandamientos" y el Éxodo un relato mítico.

Pero confundir una historia mítica, sin base real, con una verdad oculta no es patrimonio del autor del artículo. Esta misma semana pocos han sido los diarios que se han resistido a dar pábulo a una de las gilipolleces más grande de los últimos meses: una universidad americana ha ‘descubierto’ que el viento –como el hipo-grito huracanado de Pepe Pótamo- explica que el Mar Rojo se abriera para que Moisés y los suyos huyeran de los egipcios. El primer matiz que habría que hacer –y que pocos hicieron- es que estamos ante un claro ejemplo de ‘ciencia patológica’ ya que, recordemos, llevar bata blanca no es obstáculo para decir tonterías. Basta leer el artículo para darse cuenta de hasta qué punto cocinaron los datos para hacer encajar su hipótesis:

“[El] equipo localizó un lugar al sur del mar Mediterráneo donde pudo realizarse el legendario cruce y modeló diferentes formaciones de tierra que pudieron existir entonces, que habrían generado la historia del mar abriéndose para atravesarlo.”

Es decir, buscaron el lugar que mejor se ajustaba a sus deseos, lo reconstruyeron como les salió del nardo y luego, con un programa, se inventaron el comportamiento del agua tal y como ellos creían que debía de ser. Preguntas ¿Si hizo tanto viento cómo es que Moisés no salió volando? Será que llevaba las tablas de piedra con los Diez Mandamientos en el bolsillo. Si es un fenómeno natural ¿por qué no se ha reproducido en cerca de 5.000 años? Decía Sábato (creo) que "un milagro que se repite no es un milagro". Esto no ha vuelto a pasar ergo fue un milagro y no tiene explicación científica (salvo que dé opción a beca). Preguntas como siempre, pero ninguna respuesta.

La cuestión tiene demasiados peros. Para empezar, la historia de Moisés recuerda tanto a la de Sárgon I (rey de Mesopotamia en el 2.300 a.C.) que muchos creen que el relato bíblico es lo que Lucía Etxeberría llamaría una interpolación. Lo mismo se puede decir del Éxodo, que no es un suceso histórico, y que también tiene demasiado en común con un relato egipcio (el Libro de la Vaca Sagrada) como para no sospechar.

La Atlántida (como Mú, El Dorado, Shangri-La o Teruel) no existe. El Antiguo Testamento no es un libro de historia. Eso sí, todo esto da para llenar páginas.

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