lunes, 27 de septiembre de 2010

CUANDO EN LA NOCHE Gustavo Adolfo Becquer

La noche se ha llevado los últimos restos de la pasión. Los amantes yacen tendidos, exhaustos. El silencio se cierra sobre la habitación, nada hay para decir.

Entonces, envueltos en aquella penumbra, se desarrolla entre ellos un extraño diálogo; sin palabras que mancillen la pureza del sentimiento. Con los ojos reposando sobre el cuerpo cómplice, con los dedos recorriendo la trémula piel del otro, aún palpitante y sudorosa, los amantes se comunican todo lo que no puede expresarse mediante el lenguaje.

Gustavo Adolfo Becquer nos relata un escenario similar, acaso con la vana esperanza de dilatar su recuerdo hasta el infinito.

El mundo ha perdido los colores y matices de aquella noche. La memoria, con su sólida multitud de días, ha sepultado las caricias, los cuerpos, y todo lo que alguna vez fue palpable; pero la poesía, con su eterna y maternal piedad, ha cobijado bajo su seno el eco de un sentimiento; el recuerdo de una noche que jamás dejará de desarrollarse.



Cuando en la Noche.
Gustavo Adolfo Becquer.


Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
¡diera, alma mía,
cuanto poseo,
la luz, el aire
y el pensamiento!

Cuando se clavan tus ojos
en un invisible objeto
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
¡diera, alma mía,
cuanto deseo,
la fama, el oro,
la gloria, el genio!

Cuando enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento,
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero,
la fe, el espíritu,
la tierra, el cielo.


Gustavo Adolfo Becquer

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