domingo, 26 de septiembre de 2010

POEMAS DE AMOR DEL ROMANTICISMO

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Si bien la poesía del romanticismo se destacó por explorar un nuevo concepto de la individualidad, no fue ajeno a las revoluciones del corazón. En esta sección nos dedicaremos a exponer algunos de los mejores poemas de amor del romanticismo, exposición sujeta únicamente al capricho de Nagorito.


Como un espíritu que ronda sobre su propia tumba, Lord Byron se acercará sigilosamente en torno a su amada. Allí, con labios hechos de brumas y reflejos, clamará por que las lágrimas sobre la tierra estéril que cubre su eterno lecho no se sequen jamás.


De eso se trata este hermoso poema gótico: del horror ante la idea del olvido, de que esos labios que una vez sólo anhelaban los nuestros, finalmente encuentren reposo en los de otro.

En lo personal, me atemoriza menos pensar que tus besos, Bárbara, algún día sean de otro, que imaginar que llegará una noche en la que mis labios no puedan saborear los tuyos.

De todas maneras, y digo esto porque sabes que me gustan los espejos, cada tanto, cuando los rumores del día duerman bajo el peso de la noche, con paso silencioso acercate a tu reflejo. Tal vez, los del Otro Lado se apiaden de mí, y me permitan acariciarte con los ojos una vez más.



Acuérdate de Mí.

George Gordon Byron, sexto Lord Byron.


Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando esté mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.

Es la llama de mi alma cual aurora,
brillando en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna...
ni la muerte la puede mancillar.

¡Acuérdate de mí!... Cerca a mi tumba
no pases, no, sin regalarme tu plegaria;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que has olvidado mi dolor.

Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que sobre mi tumba derrames tus lágrimas.

Acaso ensombrecido por El Diario de Adán y Eva del hirsuto Mark Twain, yace un excelente poema del romanticismo español, llamado Adán y su compañera. El autor: Juan Arolas.



Adán y su compañera (Después de su caída)
Juan Arolas (1805-1849)


Huyamos de sus iras; mas ¿adónde?
Si no apaga su sol, ¿quién nos esconde
Del ofendido Dios?
Y si de noche oscura se presenta,
¿No hará con su mirada, que calienta,
Cenizas de los dos?

¿Nos esconderá el mar que ronco truena?
¡El mar!... ¡el mar!... un escalón de arena
Que, si lo salva el pie,
Detrás de onda benéfica que halaga
Se estrella otra mortífera que traga,
¡Y nada más se ve!

Y a los altivos montes ¿quién acude,
Si, pasando su sombra, los sacude
con hórrido temblor?
¿Si encorvarán sus cimas de malezas,
Oprimiendo tal vez nuestras cabezas,
Malditas del Señor?

¿Sabes, di, algún lugar árido y triste,
Que de abrojos y espinas se reviste,
Sin flores por tapiz,
Do estrechando los brazos criminales
Cerremos en la noche de los males
El párpado infeliz?

¿Y no llegue su enojo a tales climas,
Reventando en volcanes por las cimas,
Y removiendo el mar?
¿Y podamos, por único consuelo,
No contemplar la luz y ver el cielo,
Tan sólo respirar?

¿Do no suene su voz que me acobarde?
¿Do no vuele en las brisas de la tarde,
Que él mismo embalsamó?
¿Ni encienda esas estrellas que ama tanto,
Crisólitos caídos de su manto,
Que en torno sacudió?

¿Y será que se olvide de mi nombre
Y nada le recuerde que hizo al hombre
Que al lado tuyo ves?
¿Y no cuente, al fulgor de sus destellos,
Ninguno de mis días, ni cabellos,
Ni huellas de mis pies?

Mas ¡ah!, que con su dedo omnipotente
Sostiene todo mar y continente;
Y el dedo encogerá,
Y, desquiciado entonces con asombro,
Para vagar en átomos de escombro.
El mundo caerá.

¡Oh amada realidad de sueños míos!
Tú, nacida al frescor de cuatro ríos,
En medio del Edén,
Arrastrarás conmigo y con tus penas
Por páramos de estériles arenas
Tu maldición también.

¿Quién te igualó en riqueza y hermosura
Antes de aquel instante sin ventura
De amargo frenesí?
¿Antes que aquella sombra te halagase
Y aquel fruto de muerte mancillase
Tus labios de rubí?

Las fuentes retrataban tu contento,
Y de tu blanco seno el movimiento,
Tu risa y tu mirar;
Y tus ojos de llanto no sabían,
Y tus hondas entrañas no mordían
Las limas del pesar.

Las aves cariñosas te cantaban,
Las brisas tu cabello acariciaban
Con ósculos de amor,
Y cuando la pisó tu pie de nieve,
No perdió de amorosa ni de leve
La más delgada flor.

Yo bebía en tus ojos dulce encanto,
Y envidiaba mi dicha el ángel santo,
Y el mismo serafín,
Que, al eco de tu voz, dejaba el cielo,
Por gozar tu mirada de consuelo,
Volando en el jardín.

¡Oh cómo se acabaron tales días
Y se rasgó su tela de alegrías,
Bordada de placer!
¿Do estáis, auroras puras y brillantes?
¿Volasteis a otros climas muy distantes,
Para jamás volver?

Ya el sol con su luz clara no consuela;
Siento mi desnudez que el frío hiela,
Y encuentro sin calor
Tus ósculos que libo y tu regazo,
Y al buscar una dicha en un abrazo,
Mi dicha es el dolor.

¿Y quién nos borrará de la memoria
Nuestro pasado bien y nuestra gloria
Y excelsa beatitud,
Para que, sin tormentos, sin enojos,
Cerremos breve instante nuestros ojos
Con sueño de quietud?

¿Y quién ha de dormir, si está presente
Del ofendido Dios omnipotente
La eterna maldición?
¿Si enluta nuestros pasos, nuestra vida,
Y con llama feroz, desconocida,
Nos quema el corazón?

¡Yo tiemblo de mirarme en su presencia!
Resuena en mis oídos la sentencia
Que nos dictó el gran Ser:
«Por cuanto mis preceptos no cumplisteis,
Al polvo volveréis de do salisteis,
Por solo mi querer.»

Esto dijo a su triste compañera
El hombre, en su desgracia lastimera,
Maldito de su Dios;
Y la fúnebre noche del pecado,
Con un manto de sombras enlutado,
Cayó sobre los dos.



El Mito de Lilith en la Poesía.

No todas las leyendas sobre Lilith provienen de fuentes semíticas, también adquirió otras formas, otras tersuras que sólo pueden percibir los poetas.
Dante Gabriel Rossetti, fue uno de aquellos poetas, y posiblemente aquel que pintó la leyenda de Lilith con mayor virtuosismo.
En otra parte hemos estudiado los orígenes del mito de Lilith, hoy queremos alejarnos de las frías explicaciones filológicas para explorar nuevos senderos; acaso más bellos e intrincados.
El poema es muy extenso, por lo que hemos decidido dejar una versión más breve, ya que colocar el original y la traducción excede largamente nuestras intenciones, las cuales no pretenden ser editoriales.
Sé que es un gesto vanidoso de mi parte, pero creo que hasta ahora, no existe ninguna versión en castellano de esta obra en la web; razón por la cual, cualquier comentario o sugerencia sobre la traducción es bienvenida.
Al final del poema intentaremos aclarar algunos pasajes y términos oscuros empleados por Rossetti, sólo para que el lector sienta lo contrario a nuestras intenciones, es decir, para que nuestras aclaraciones lo suman aún más en la duda y la desesperación.
Los dejo en manos de don Rossetti, y de la Madre de los Vampiros.
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Lady Lilith, Dante Gabriel Rossetti.



La Alcoba del Edén.
Eden Bower, Dante Gabriel Rossetti.


Era Lilith la esposa de Adán
(la Alcoba del Edén está en flor)
ni una gota de sangre en sus venas era humana,
pero ella era como una suave y dulce mujer.


It was Lilith the wife of Adam
(Eden Bower´s in flower)
Not a drop of her blood was human,
but she was made like a soft sweet woman.


Lilith estaba en los confines del Paraíso;
(y ¡Oh, la alcoba de la hora!)
Ella fue la primera desde allí conducida,
con Ella estaba el infierno y con Eva el cielo.


Lilith stood on the skirts of Eden;
(And ¡Oh, the Bower of the hour!)
She was the first that thence was driven,
with her was hell and with Eve was heaven.


Al oído de la serpiente dijo Lilith:
(la Alcoba del Edén está en flor)
A tí acudo cuando lo demás ha pasado;
yo era una serpiente cuando tú eras mi amante.


In the ear of the snake said Lilith:
(Eden bower´s in flower)
To thee I come when the rest is over;
a snake was I when thou wast my lover.


Yo era la serpiente más hermosa del Edén;
(Y, ¡Oh, la alcoba y la hora!)
Por voluntad de la Tierra, nuevo rostro y forma,
me hicieron esposa de la nueva criatura terrenal.


I was the fairest snake in Eden;

(And ¡Oh, the Bower and the hour!)
By the earth´s will, new form and feature,
made me a wife for the earth´s new creature.


Tómame, ya que vengo de Adán:
(la Alcoba del Edén está en flor)
Una vez más mi amor te subyugará,
lo pasado es pasado, y yo acudo a tí.


Take me thou as I come from Adam:
(Eden bower´s in flower)
Once again shall my love subdue thee,
the past is past, and I come to thee.


Oh, pero Adán era vasallo de Lilith!
(Y, ¡Oh, la Alcoba de la hora!)
Todas las hebras de mi cabello son doradas,
y en esa red fue atrapado su corazón.


Oh, but Adam was thrall to Lilith!
(And, Oh, the Bower and the hour!)
All the threads oh my hair are gold,
and there in a net his heart was holden.


Oh, y Lilith fue la reina de Adan!
(la Alcoba del Edén está en flor)
Día y noche siempre unidos,
mi aliento sacudía su alma como a una pluma.


Oh, and Lilith was queen of Adam!
(Eden Bower´s in flower)
All the day and the night together,
mi breath coul shake his soul like a feather.


Cuántas alegrías tuvieron Adan y Lilith!
(Y, ¡Oh, la Alcoba de la hora!)
Dulces íntimos anillos del abrazo de serpiente,
al yacer dos corazones que suspiran y anhelan.


What great joys had Adam and Lilith!
(And, ¡Oh, the Bower and the hour!)
Sweet close rings of the serpent´s twining,
as heart in heart lay sighing and pining.


Qué niños resplandecientes tuvieron Adan y Lilith;
(la Alcoba del Edén está en flor)
Formas que se enroscaban en los bosques y las aguas,
hijos relucientes y radiantes hijas.


What bright babes had Adam and Lilith;
(Eden Bower´s in flower)
Shapes that coiled in the woods and waters,
glittering sons and radiant daughters.

Dante Gabriel Rossetti.




Observando la trama de la poesía desde la mayor simplicidad, que con frecuencia suele ser la mejor manera de observar, podríamos argumentar que todos los poemas son tristes, ya que todo recuerdo es triste. Incluso la evocación de un momento de felicidad sólo sirve para recordarnos que ese instante ha pasado, y aunque podamos encontrar consuelo en sus ecos, jamás volverá a repetirse en sus infinitas sutilezas.


Ahora bien, la soledad es uno de los estados menos deseables, y el que más a menudo suele atormentar a cualquier persona sensata. La tristeza y el abatimiento ante la idea de una soledad pegajosa, ensañada cruelmente con nosotros, sólo son reflejos de un dolor más profundo, cuyo rostro tiene un detalle particular para cada uno de nosotros, y un consuelo que es común a todos: el arte.

La poesía es una pequeña revancha que el hombre se toma contra su mortalidad, y John Keats, ese oráculo de la poesía romántica, es quien mejor ha sabido esgrimirla ante la soledad.


A la Soledad.
To Solitude, John Keats.


¡Oh, Soledad! Si contigo debo vivir,
Que no sea en el desordenado sufrir
De turbias y sombrías moradas,
Subamos juntos la escalera empinada;
Observatorio de la naturaleza,
Contemplando del valle su delicadeza,
Sus floridas laderas,
Su río cristalino corriendo;
Permitid que vigile, soñoliento,
Bajo el tejado de verdes ramas,
Donde los ciervos pasan como ráfajas,
Agitando a las abejas en sus campanas.
Pero, aunque con placer imagino
Estas dulces escenas contigo,
El suave conversar de una mente,
Cuyas palabras son imágenes inocentes,
Es el placer de mi alma; y sin duda debe ser
El mayor gozo de la humanidad,
Soñar que tu raza pueda sufrir
Por dos espíritus que juntos deciden huir.


John Keats.





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