viernes, 15 de enero de 2010

Poesía Peruana Actual: 1978 - 2000


Paolo de Lima
Universidad de Texas en El Paso



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Lo que aquí se ofrece es una muestra de poesía peruana desde fines de la década del setenta hasta la fecha. La ordenación de los veinte poetas incluidos es cronológica, y sólo se menciona en cada nota personal lugar, fecha de nacimiento, y libros de poesía publicados. Algunos tienen en su haber cuentos, novelas, ensayos y crónicas periodísticas, pero se ha preferido no incluir estas obras en las listas: no contamos con los datos precisos de todos los seleccionados, y no queremos cometer injusticias contra ninguno. La presente muestra es por supuesto a gusto personal; los autores solamente tienen como denominador común el hecho de ser peruanos y de mantenerse en el oficio de la poesía. Carlos López Degregori, Róger Santiváñez y Dalmacia Ruiz Rosas formaron parte (junto a Edgar O’Hara, Enrique Sánchez Hernani y el narrador Guillermo Niño de Guzmán) del grupo La Sagrada Familia (1977 – 1979). Posteriormente, la trayectoria poética del primero sería mucho más insular. Insular también fue la aparición de Mario Montalbetti, el más apreciado por algunos poetas posteriores. Mientras que Oswaldo Chanove (quien había obtenido un premio en 1979) prontamente formaría parte de las actividades del grupo arequipeño aglutinado alrededor de las revistas "Ómnibus" y "Macho Cabrío", encabezado por Alonso Ruiz Rosas, y conformado, además, por Patricia Alba, Misael Ramos, entre otros. Y esto ya es en los ochentas. Paralelamente, en Lima aparecería el Movimiento Kloaka (1982 - 1984), el cual se asumió como "conciencia vigilante" de la sociedad. Precisamente Santiváñez sería fundador y animador de este grupo, conjuntamente a Mariela Dreyfus (aunque inmediatamente tomaría distancia del mismo) y Domingo de Ramos, entre otros. Pero a Dreyfus podemos más bien incluirla dentro del llamado "mini boom" de la poesía hecha por mujeres, surgido en los ochentas. Rocío Silva Santisteban fue rápidamente asimilada dentro de este espectro, y es que en ambas se puede percibir (no en todos sus textos, por supuesto) una tendencia al erotismo, a los temas del cuerpo y la pareja. Mientras que Rossella Di Paolo y Magdalena Chocano, también de los ochentas, han preferido mantenerse al margen de cualquier diferenciación de género. En todo caso, Dalmacia Ruiz Rosas podría oscilar pendularmente entre ambas posturas, con un sustrato mucho más underground, subterráneo. Ella no formó parte de Kloaka, pero sí fue uno de sus "aliados principales" (junto a José Antonio Mazzotti). Domingo de Ramos es quien encarnaría con mayor determinación esta postura subterránea, a la que él diferencia de la maginalidad: "Uno es marginal ante un grupo que lo margina. Pero un subterráneo tiene una opción, ha decidido vivir en las cloacas", dice en una entrevista. Mazzotti, Eduardo Chirinos y Raúl Mendizábal dirigieron juntos la revista universitaria "Trompa de Eustaquio" (1980 – 1981). Los tres se conocieron en la Universidad Católica, de Lima, y empezaron muy pronto a cosechar premios con poemas que se beneficiaban básicamente de los aportes poéticos de los años sesentas y primeros setentas (Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza, Luis Hernández, Manuel Morales, Abelardo Sánchez León, Enrique Verástegui, entre otros). Actualmente los dos primeros destacan además en el campo de la crítica académica norteamericana, mientras que Mendizábal comparte su trabajo en la ebanistería con la escritura. César Ángeles, Rodrigo Quijano y Jorge Frisancho también estudiaron en la mencionada casa de estudios, y gracias a su postura poética (y política) fueron rápidamente invitados a formar parte de La última cena (1987), antología de poesía de los ochentas confeccionada por Mazzotti, Santiváñez y Rafael Dávila-Franco. Montserrat Álvarez pudo respirar de estos aires poéticos en sus primeros acercamientos a la escena cultural limeña. Aunque su libro Zona dark es de 1991, una mirada atenta (como la que ha realizado el crítico Gustavo Buntinx) señala una obra que se ubica en los bordes del periodo de la violencia política. Poseedora de una postura escéptica y hasta egoísta (reconocida por ella misma, y posteriormente asumida por casi todos los poetas jóvenes aparecidos a lo largo de la década de los noventas), su poesía no deja de referirse a los símbolos políticos y sociales más representativos (y estremecedores) de los ochentas: una ciudad a oscuras apenas iluminada en sus cerros por hoces y martillos de fuego (en alusión al sabotaje contra las torres de energía eléctrica realizado por Sendero Luminoso, que para el habitante peruano se volvería habitual), paros armados y el creciente escalamiento de la guerra interna. Es decir, el reino de la violencia (y de la necesidad, como bien señaló Frisancho). Una violencia política la cual conduce a que muchos de sus actores sociales observen "el sol a rayas" (por su condición carcelaria). En todo caso, es desde el ahora que señalamos las características de esos años, y a nuestro entender quienes no eludieron lo que su época les exigía produjeron una poesía de mayor profundidad. Y es que, como dice el verso de Rodrigo Quijano, "para conocer debo acercarme más". Entre ambas posiciones (Álvarez y Quijano) disímiles, y tensas en tanto no saber hacia dónde se enrumbaría finalmente la historia, se movía el escenario poético en el Perú de principios de los noventas. Es entonces cuando hace aparición Xavier Echarri, cuyo poemario Las quebradas experiencias y otros poemas, de 1993 (a un año de la captura de Abimael Guzmán, líder de Sendero, y esto sólo como dato histórico), expresó a su manera la fragmentación no sólo del texto sino del escenario social. José Lezama Lima (y Mirko Lauer en casa) son dos claras influencias en este libro; es decir, insertado en una tradición neobarroca, así llamada por los antologadores de la muestra de poesía latinoamericana Medusario (Fondo de Cultura Económica, 1996). Por otro lado, ya en 1990 había hecho aparición el Movimiento Neón (Leo Zelada, Juan Vega, Carlos Oliva, Miguel Ildefonso y quien esto escribe, entre otros), cuya opción grupal llamaría inmediatamente la atención. Sin embargo, el grupo se disolvería en 1993, dentro de una tendencia general de desapego político. A partir de entonces (años del fujimorismo, y ya el lector avisado entiende de lo que estamos hablando) las posturas y posicionamientos se diversificarían considerablemente. A puertas del siglo XXI, la poesía que individualmente los autores peruanos vienen desarrollando en el Perú (o fuera de su territorio1) toma a su antojo diversas partes del gran bloque. Y de este modo cada uno construye sus personales e intransferibles caminos. (El Paso, Texas, marzo del 2000).

Uno. Carlos López Degregori. Lima, 1952. Ha publicado Un buen día (1978), Las conversiones (1983), Una casa en la sombra (1986), Cielo forzado (1988), El amor rudimentario (1991), Lejos de todas partes (1994) y Aquí descansa nadie (1998).

EN UNA ANTICIPADA DESPEDIDA


Espejo que de pronto despiertas y caminas por el cuarto
abrazando por última vez a la cama, a las sillas,
al ropero
en una anticipada despedida
que algún día tendrás que devolver.
Te llevas mis negras alas de ángel
risas, sombras, murmullos, traiciones, arañazos
que fueron contigo pareciéndose a mi cara.

Mañana me comenzarás a doler.
Mañana golpearé con mis manos de fierro
el lugar que has dejado
vacío en la pared
y se me hincharán los labios de repetir
que siempre fuiste un mal espejo
y ya sólo deseo que te pierdas.
Pero no será verdad.
Te quiero bien.
Huye de los ropavejeros en las calles que pueden atraparte,
no te hundas en un lago o vueles en relámpagos,
no vayas a trizarte.

Y mañana,
si tienes suerte y sobrevives,
si despiertas inexplicablemente en mi habitación
al otro lado del mundo
y si en ella no estoy porque he salido
para no regresar más
o he enfermado de carbón
o he muerto:
recuerda que siempre fuiste un mal espejo
y un mal espejo, para descansar al fin, debe entregar
lo que retuvo:
ya mi cara no será importante
quédatela seca
pero devuélveme mis alas que las voy a necesitar:
guárdalas bien dobladas en el ropero otra vez,
siéntalas en las sillas,
tiéndelas, para que me esperen dormidas, en mi cama.



CEMENTERIO DE PERROS

Una tarde encontré siete perros muertos en la carretera.
Canté aspirando el aire, las moscas, la violencia
y supe que sería definitivo mi verano.

Cómo llegaron aquí.
No sé.
La sabiduría es siempre de los huesos.
Pero pronto cumpliré los 33,
me casaré y tal vez tenga siete hijos.
Y cuando llegue la tarde en que confluyan veranos, carreteras
y una mosca perfecta me recuerde
este cementerio de sol

cantaré de nuevo el triunfo de los perros.

Dos. Mario Montalbetti. Lima, 1953. Ha publicado Perro negro, 31 poemas (1978) y Fin desierto (1995).

LLEVA AL MARRANO MÁS ALLÁ DE LOS CERROS

Lleva al marrano más allá de los cerros
y regresa antes de que comiencen las lluvias.
Cenaremos, me dirás que me amas y encenderás
la última vela que nos queda en el armario
para que pueda leer y tú jugarás con el perro
pastor que mantiene unidas las ovejas del rebaño
y luego
saldremos juntos a contemplar la luna (las lluvias
habrán cesado) y entonces me dirás
(los pinos apenas se mecen con el viento
la cerca de las vacas necesita repararse)
que mañana partes para las montañas.
Me propondrás dormir
afuera y entonces
entendí que tu serenidad era real y un beso
y con el aire como solitario desayuno


no tendré noticias tuyas sino hasta después
de un año. El tono de mi vida habrá cambiado.
Perderé la costumbre de leer y pasaré
las noches (los días me serán casi imperceptibles)
tratando de entender las constelaciones.
Miraré Orión y también algún capitán extraviado
en el Indico lo hará y hasta llegaré a ver la
estrella polar desde el hemisferio sur.
Las noticias dirán que lograste llegar
a Europa, que te civilizas,
y que un finlandés próspero maderero
te divierte interminablemente entre los pinos
(sus pinos) marrones. Recordaré entonces
nuestra última noche. Y luego dos, tres, cinco
hijos y dos cesáreas y el finlandés
en Nápoles y luego en Grecia
y luego en Austria tu salud comenzará con la tos
a derrumbarse pero el finlandés en Dinamarca
y entonces quedará muy poco de ti apenas
un borroso recuerdo mío y una tarde y el
finlandés perdido en el mejor desierto africano y
entonces ya no tendré las redondas constelaciones
encima y todo paraíso estará
irremediablemente perdido.
Vete ahora;
lleva al marrano más allá de los cerros.

SALMO DE INVIERNO

si quieres ganar el cielo primero debes saber perderlo

recoge por ejemplo un clavo
e imagina el agujero del que provino

¿qué dijo brodsky? que reconocemos a nuestros hermanos
no por sus rostros

sino por sus espaldas
en las colas que forman en los confesionarios

la vida pasa como pasa la corriente
cuando agarras un cable pelado

arroja el clavo
guarda el agujero

arroja el agujero al suelo




Tres. Oswaldo Chanove. Arequipa, 1953. Ha publicado El héroe y su relación con la heroína (1983), Estudio sobre la acción y la pasión (1987), El jinete pálido (1994) y Canción de amor de un capitán de caballería para una prostituta pelirroja (2000).

EL HEROE Y SU RELACION CON LA HEROÍNA (I)
A ella la conocí en un bar: tocaba un grupo de trompetistas y la gente bailaba.
La gente giraba en torno como cuando se cae una botella: la vi deslizarse del
grupo y venir.
La gente bailaba como cuando una botella se rompe.
Bailamos hasta el amanecer como si hubiésemos estado casados 25 años.
Escuché su historia:
-en la puerta la esperaba un caballo y una llanura
-en su casa su esposo la devoraba.
Grité que era mía y partimos en mi barco.
Pero el corazón me saltaba con el ruido del mar.
Y el corazón me saltaba mirando la luna.
Y el corazón me saltaba cuando nos batíamos a cuchilladas.



CANCIÓN DE AMOR


Ninguno de ustedes ha tenido jamás un amor como el que yo he tenido
Ella secaba mi armamento con su perfumada cabellera
Me alimentaba con miga y con leche y humedecía mis labios con vino
jamás ustedes viles y brutos tendrán un amor como el mío:
tierno
sensible e inquietante
en la cama
Ustedes no conseguirán siquiera un beso
como el de ella: aromático
de delgada humedad
y
que evocaba no el primer beso obtenido
sino el primer beso soñado
Sus ojos
además cuando no se perdían en melancólicos ensueños
se ocupaban en seguir
mis pasos
en leer
mis labios
en contar los movimientos
de mis manos
Ningunos de ustedes, cerdos, fueron jamás bendecidos por un amor
tan grande y tan bueno
y
por una felicidad tan honda
Por eso
ahora que huyo
como una bestia indigna
acorralado
por indescifrables espasmos
ninguno de ustedes, miserables, ha sido merecedor de una maldición mayor que la mía




Cuatro. Raúl Mendizábal. Piura, 1956. Ha publicado Dedeálade, poemas y canciones (antología, Filadelfia, 1995).

EN EL MOMENTO QUE VENGAS A MÍ



(y antes de las lluvias tu complacencia
y por los parques tu vientre hayas abandonado)
me hablarás de tu raigambre en las cosas elementales
te diré: en lima garúa
solamente

y en el momento que vengas a mí
(y antes de la ternura tus palabras necias
y tu sexo como una flor abierta sea previo a los sinsabores)
yo te rociaré con abundante espuma
tú un vals arrepentido dirás bailar

2/Dic/78




VIAJE AL CORAZÓN


rosy
voy a dormir
apaga la luz del 2 de marzo de 1956 cuando vine
para conocerte


pues
quién es más ligero? tú
quién ama más? tú
quién tiene el rostro de mi muerte? tú tú turútu
tutú


19/Ene/92




Cinco. Róger Santiváñez. Piura, 1956. Ha publicado Antes de la muerte (1979), Homenaje para iniciados (1984), El chico que se declaraba con la mirada (1988), Symbol (Princeton, 1991), Cor cordium (Amherst, 1995), Historia francórum (1999) y Lauderdale (1999).


GUERRA


La Poesía es un texto contra el Mundo.
Demasié asaltó el cielo. Encuentro. Verdad. Fusión.
"Oye, qué estás hablando" y allí fue donde citó
esa rara relación relativa einsteniana entre poetas y militares.

Se recuperó tu lindísimo cuerpo sólo escuchando la música
de las paleteadas más arrechas en el íntimo del reverso
de tus calzones, hábilmente quitados con la furia de la mujer
alejada en la nitidez del clip que he grabado para tu paja

porque un hombre solitario es también un hombre
y si redacta internos documentos aprende otra experiencia
quizá la del amor a golpes de muchacha con manos de greda
en escándalo callejero cantando con tu perra voz

dorada en el reflejo del vaso de cerveza y tu histeria
Qué hacías buscando guerra un sábado por la noche
mientras el rioba se desbordaba desgranándose
y las muchachas descifraban su música tristísima

Tú -una de ellas- pura imaginación radio curié
que te limpió ese día de toda tu amargura y eso
deberías agradecérselo al Señor (en su negro precipicio
de dolor) y tu eléctrico soto, urbano en short color de tu nombre

Hagas lo que hagas, perdóname con tu plisada caída
que era de la abuela, que te quiso no más que mi
alma encadena a tus axilas de vampira peruana
en el rímac ausculten sus designios religiosos

esta es una arquitectura simple como tu lenguaje
¿Qué es la guerra? preguntaste ¿siempre no hemos estado
en es? ¿En qué, ah? decía como acariciándose el rompeolas
en el que magnificó sus días y escondió su inocencia.




2


Esta es la historia de un hombre solo
Cuyo oficio es la Poesía. Busca entonces
Alguien de corazón sin razón más clara

Luz Ariadna desenrolló el ovillo
Con su alegre fe, con su pura
Inocencia sentida tal la hermosura de mi
madre

Una hermosura que a ella dedicaré
Por salvarme la vida con sus golpes
Tan suaves yo sé pero no hablaré

Sino cantaré y canto con el don del Señor
En su morada enamorada monje
De sí mismo narciso que no miró el espejo

En el fondo de la Poesía la Virgen ya
Estaba por aparecer en Cova de Iría
Pero prefirió el plan de los niños santos

No fue a Ninguna Parte, sólo César
Comprendió que Poesía es efecto de la causa
Del que fue su causa hasta que brotó la
SANGRE



Seis. Dalmacia Ruiz Rosas. Lima, 1957. Ha publicado Secuestro en el jardín de las rosas (1998).

ESTOY SEGURA...

estoy segura que si me paro a coger un libro
se me caerán los ovarios al suelo
saldrán rodando
de mi cuarto hacia el jardín
no pararán hasta recostarse contra el pino
donde los encontrarán mis perros
y se pondrán a jugar con ellos
estoy segura que cuando baje de tu carro
voy a patear mi cabeza lejos
mis pies
preferirán quedarse fuera de la casa
pues es muy largo
el camino hasta mi cuarto
y el brazo derecho
quedará colgando del llavero



LAS BUENAS PERSONAS...

Las buenas personas se preocupan por nosotros
que estemos sanos, bien cómodos, que lleguemos temprano.
Las buenas personas escuchan nuestros planes, nos secundan
regalan libros, agendas, tarjetas navideñas
recuerdan nuestros santos.
Yo quiero a tu padre, más bueno que el pan.
Tú quieres a mi madre, más buena que el pan.
Más buenos que nosotros.
Ya pasó la época de los escándalos. De los sobresaltos.
Es verano
las hojas en los árboles brillan como antorchas.




Siete. Magdalena Chocano. Lima, 1957. Ha publicado Poesía a ciencia incierta (1983) y Estratagema en claroscuro (1986).



XV

Ella pule sus escamas
bajo el claro de luna
un silencio perfecto cae sobre las olas
y la mar es una inmensa lágrima gastando los escollos

Ella fulge de fulgor mineral
bajo la luna nueva
un demudado mar calla rozando las arenas
y el brillo de la ceniza danza sobre las aguas

El Universo ha sido escarnecido
por la aciaga imposición de otro universo
y ha fugado hacia el Reverso del espacio
Nadie ha de alcanzarle
allí donde la soledad
es venganza de teoría irrefutable




XXIV

Yo soy intratable
ninguna luz me alumbra


El corazón puro es un cuchillo acezando
navegable incrustación del mar

Yo soy transparente
ninguna luz me evade

Óyeme espora habitante
no sé si soy eterna no estoy segura

Quien a Sí Se crea a Sí Se destruye
Materia es energía
Luz es energía
Materia es luz
Círculo de tiza donde nada concluye

Estoy formándome/ estoy creciendo
mi cabeza enterrada empieza a abrir los ojos
voy a reunir las partes todas de mi cuerpo
voy a contemplarme

Aire/Tierra/Agua/Fuego ¿sabéis de mí?
No. Nadie sabe de mí
Ni yo misma me sé

Auscultemos la fibra cándida y salvaje del silencio
Oye el estampido de esquejes reluciente
vibración de telares
Oye el rumor de epopeya que transgrede la vida

Huraño exceso el de mi transparencia
asaz deslumbrante
Empáñeme yo?
Hágame soportable?
Vuélqueme opaca y mortal?
Celebro la Arista.
La espina de la rosa.
La punta del proyectil!
Todo lo que vale a la hora de sacudir el polvo de las
sandalias
Al final
Quien a Sí Se crea a Sí reposa
por eso nunca me equivoco o siempre
y la luz desespera de seguirme



Ocho. Eduardo Chirinos. Lima, 1960. Ha publicado Cuadernos de Horacio Morell (1981), Crónicas de un ocioso (1983), Archivo de huellas digitales (1985), Sermón sobre la muerte (Madrid, 1986), Rituales del conocimiento y del sueño (Madrid, 1987), El libro de los encuentros (1988), Canciones del herrero del arca (1989), Recuerda, cuerpo... (1991), El equilibrista de Bayard Street (1998) y Abecedario del agua (Valencia, 2000).


"TE HAS ARRODILLADO DESNUDO EN LA LOSA..."

TE HAS ARRODILLADO desnudo en la losa
y has observado largamente tu propia mierda, Eduardo, Eduardo,
luego de tres días sin comer has vaciado tu cuerpo
y lo has visto como a un manso animal descansando al borde de la carretera.
Estás desnudo, Eduardo, Eduardo, has acariciado torpemente la bola de
cristal y nada has visto,
apenas un fragor de caballos quebrando la pista,
apenas tus huesos podridos flotando en el mar.
Estás solo, Eduardo, Eduardo,
ahora es el momento de cerrar los ojos y rascar con la uña la vana superficie
del espejo, ahora es el momento
de romper medallas y escupir los retratos de la B. de Portinari.

Tus genitales señalan al sur, Eduardo, Eduardo,
la flecha impostora desvía bandadas de pájaros que equivocan el camino
y juntas las palmas de las manos hasta procurar el fuego;
así es el mundo, Eduardo, Eduardo,
el mundo que hace del amor un grito inescuchable,
el mundo que hace del amor una ventana rota.

La mitad del mundo es tuya y la otra del demonio, Eduardo, Eduardo,
mas la otra es una malla de cobre donde cuelgan las palabras
vacías como cajas de cartón en espera de ser utilizadas.
Has plagiado un verso, Eduardo, Eduardo,
te has inclinado ante tu propia mierda a desclavar estacas y volverlas a clavar,
te has observado inútilmente en el espejo
hasta saber que ahora es el momento de decir unas palabras.
No sea que despierte el manso animal que descansa al borde de la carretera
y lo atropellen.





RETORNO A LOS PROFETAS

Para Antonio Claros

El sol se hará oscuro para ellos
pero pronto han de volver
MIQUEAS, III, 6

Los profetas han muerto.
Cuernos de guerra anuncian la pronta llegada de la peste,
nuevos tiempos de miseria y escasez.
El campo de batalla está desierto, el cielo se oscurece, la infinita
rueda se ha quebrado.
Dicen que ángeles bellos y monstruosos nos vigilan
pero ya no tenemos ojos para verlos.
Los profetas han muerto.
Atrás los sucios velos que ocultaron la verdad de nuestros rostros,
las ramas que ocultaron la Serpiente cuando rogamos placer
y nos dieron a cambio la resignación.
Textos venerables son ahora pasto de las llamas,
sólo la lechuza mira con indiferencia la corona
que rueda a los pies del más miserable de los dioses.
Sólidas estatuas se arrodillan, gimen, se arrancan los cabellos,
los mástiles que antaño sujetaran los más bravos marinos
golpean la memoria de los dioses que quedan,
¿a quién debemos acudir cuando nos coja la peste?
Los mendigos del reino asaltan los jardines, desprecian los oráculos,
reparten por igual sus pertenencias.
Los nobles del reino conservan sus arcas, sus vinos, sus mujeres,
el miedo que gobierna la implacable voluntad de los presagios.
Los profetas han muerto.
Nadie ahora nos engaña, nadie nos confunde, nadie
nos dice la verdad y estamos solos.
Estamos solos esperando la señal que nos indique
dónde hemos de ir para honrar con dolor a los profetas.



Nueve. Mariela Dreyfus. Lima, 1960. Ha publicado Memorias de Electra (1984) y Placer fantasma (1993).



MEMORIA DE ELECTRA

Soy un hombre.
He construido un templo
donde mi virilidad no tiene límites.
Cinco vírgenes me rodean
de día las desnudo al contemplarlas
de noche cubro sus cuerpos
con mi semen angustioso y renovado.
Esta necesidad
me viene de muy niño;
cuando intentaba soñar
me despertaban los gemidos
de mi madre y de su amante.
Pero soy un hombre.
Que nadie se atreva
a profanar mis reinos.



ENTRE LAS CUATRO PAREDES...

ENTRE LAS CUATRO PAREDES de mi cuarto,
el mundo se suaviza.
Esta tarde, poseída a plenitud, meteórica, pinté un poema
sobre una maderita que ahora luce junto al niño Jesús.
Los libros que se amontonan, obstruyen el camino y la limpieza:
de no haberte cruzado por mi vida, yo no sabría leer.

A las 5 p.m. la enfermedad es una buena disculpa
para esperarte solitaria en la ventana, cuando
tengo el pecho apretado y este aire me asfixia.
Pobre hígado, es como haber probado éter
y estar bajo el dominio de la presión o la temperatura.

El tiempo transcurre en el poema, mi frente hierve
tú, entre nervioso y displicente, te apuras en mover
un poco de azúcar en el café pasado.
Es hora de apurarse, de dejar que cada poro de mi cuerpo
diga lo que tiene que decir.
(En estas circunstancias, no es difícil pensar en el adiós
y toda confesión se vuelve perentoria.)
Cada una de las edades que conforman mi edad
pasarán turbulentas y yo volveré a ser
la jovencita que a los quince estuvo a punto de sucumbir
pero que aún respira.



Diez. Rossella Di Paolo. Lima, 1960. Ha publicado Prueba de galera (1985), Continuidad de los cuadros (1988) y Piel alzada (1993).


DE ENCANTACIÓN

La playa tendida como un lagarto
llora minuciosa
una vastísima lágrima.

Barcas en velan deambulan por su sal incesante
abrazando redes ateridas de peces.

Los hombres avanzan desfigurando la rectitud de las calles
con voces de botellas abiertas y pies desnudos

pero observan: Hoy la brisa
es pájaro invisible que las ramas presienten
como gitanas tintineantes
cuando desmadejan el hilo prodigioso de las manos.

La tarde es un renglón de niños que cruza las veredas
huyendo del árbol hojeroso
empeñado en dibujar sombras en la hierba.

(La cola de un gato será la rúbrica gentil
de un sol que tiene sueño).



LAS ALTAS DISTANCIAS

Si yo escribo tu nombre en la arena
y tú escribes mi nombre en la arena
pero en otra playa
es que hemos descuidado las cosas;
hemos dejado que crezca el mar como hierba mala
y habrá que ir arrancándolo con cuidado
hasta alisar la arena de esa playa
donde puedas escribir mi nombre rozando el dedo
que está escribiendo el tuyo despacito.



Once. Domingo de Ramos. Ica, 1960. Ha publicado Arquitectura del espanto (1988), Pastor de perros (1993), Luna cerrada (Filadelfia, 1995), Ósmosis (1996) y Las cenizas de Altamira (1999).



DE LA MADRE


Bendíjese oh sí el altar de este catre desnudo
Allí entre velas que calentaban las arrugadas manos de la madre
Vacié todo mi aliento y sobre un puñal de cenizas recordé
La nervuda arena que entraba hasta taparme los pies
torciéndome en un lado diurno y otro oscuro en esta pared
de esteras como plástico barroso que el invierno apaga
y me hablasen de aquella que sobre el polvo me ha hecho
Ella que transida bajaba ululando su tordilla cabellera
por la pendiente haciendo trazos torpes por el peso de la tardanza
O por el sol lastimando sus pómulos su frente sudorosa
Como creí verla al ser arrojado sobre unas sábanas
blancas que amoriguaban mi caída En ese lejano
sembrío de viñas y yo como un recién llegado recibí
estos ecos como si me aserrase el pecho lentamente
entre el rumor de los primus y voces que se cuelan
y hachan las sombrosas telas que aún apañan las hendiduras
del tiempo y ella se levantase y yo en el sitio donde no debo
y me dijese como un arrebol curtido racha y silente
con que me despierta y aún cegado por lo inesperado
me levanto a tientas a danzar alrededor de su falda
y ella cavilosa y runa contempla el paisaje
donde dirigió su rostro limpio hacia todos los aires
!Oh ya no será más el aceite tierno de las madrugadas violáceas
ya no seré el hijunagramputa que se incendia falcado
en su regazo y me abrace con su chompa podrida sus cerezos
sus agujas su jardín metálico en que el padre se arrecuesta
como un ocaso mi arrobamiento ante sus palabras necias y dulces
como machacados ajos me llega su llanura sus manos
sus consejos ecayolados sobre mi mente que se acrece y se arruga
en tiempos en que me devoran estas faenas impuras y sangrientas
que partían mis noches oh la oscura y china noche como diría
el padre al cerrarse el bar al borde del estribo
una mujer como el día me golpea en la nuca y yo quisiera
al voltear mi tristeza en su tristeza
y bendíjese oh sí el altar de este catre desnudo me dé
su inextirpable sonrisa que me azula.



LA DEMENCIA TIENE TU COLOR

La demencia tiene tu color Bomba
tiene algo de tus labios Negros
tiene cierto olor Blanco
tiene por último sabor Orgía
reprimida nochería ronería
tiene mis días contados

Golondrina pálida anida en los huecos
ladrillos de otoño Otoñal como tú
Mi testa se enciende por tu ventana
que cierras al anochecer
cuando tu cuerpo se tiende
entre mis piernas rubias rubias
mis manos sobre tu undosa cabellera
que a partir de las 7 amo sin-mesura
que a partir de las 8 cabalgo con-ternura
que a partir de las 9 odio con-fisura
fisura en el hueso en el cielorraso blanco
de tus ojos hielo hielo como el miedo
tus manos (mar retirándose a su cementerio)
Espinosas fosas son tus puertas
Los ascensores son las máquinas a los infiernos
cuya marca del 3 es 3 porque 3 no es
mi número favorito es mi sincronía
es la desolación del ángel la imprecisa
soledad de las noches de las novias
asqueadas de blanco de preñez
que ríen con un corazón enano
Ya nadie se suicida con un paracaídas
Yo que en añosa selva de tu cuarto oí
un rugido de moscas y 3 son los caminos
y 3 de todos los meses me encuentro
por 3 caminos hacia tu casa
3 por tu sordera 3 por tu ceguera
Y nunca tuve un cielo como el tuyo entre mis manos
abiertas de rama en rama con oloroso aguaje
y explore lo inexplorable lo inexplicable
Pero tú sentada en mi impecable soledad
y en el momento de un atardecer
que era un cuerpo desplomándose en la mar
no me veías nunca y acariciabas un árbol
una mesa tu piso de parquet
mas yo era yo
tirado como un cadáver sobre el quirófano
mirando no sé qué naufragio qué calles
recuerdos cuadros bellos como
el de una mujer haciendo el amor
a solas



Doce. Carlos Oliva. Lima 1960 – 1994. Tiene publicado Lima o el largo camino de la desesperación (1995).


LIMA I


El arte de caminar por tus calles
consiste en ver tus defectos
como versos aún no descubiertos en la noche
Yo voy más lejos que aquel poema extraviado
voy dibujando imágenes sin límites de velocidad
palabras como una rosa que enloquece al vacío
con esta percepción de ángel alucinado y febril
Lima
¿De qué valen tus letreros luminosos?
Si sólo consiguen efectos psicóticos


tus semáforos

si sólo sirven para perturbarme
Pero también tienes tu encanto

tus ascensores

sin embargo no subimos ni bajamos
pasamos solamente

tus teléfonos malogrados

¿Dónde ciudad tragamonedas
iremos nosotros los desheredados de tu belleza?
Tal vez a vomitar en el baño

de alguna vieja cantina

Y luego viajaremos en microbús
percibiendo los hedores de tu herida
Pero aún no nos espantamos
Y sigo por estas calles donde aprendí
abrir mi corazón a la melancolía
Abrir mi corazón como se abre la bragueta
y derramar mi amor como orines sobre las esquinas



S / T

Tu tesoro, Carlos Oliva, es el amor que perdiste
en tus manos de navegante ebrio,
de náufrago sobre un tronco a la deriva,
de marino agotado de tanto nadar contra la corriente,
para llegar tenuemente hacia la reseca.
Mi poesía en sí no tiene nada que ver con la poesía:
es un clamor de condenado.
Es una protesta, pero esta protesta es principalmente
contra mí mismo.
El canto por el canto en sí no existe (ni siquiera en los pájaros).
El objeto de mi canto –lo que sea- es el de liberarme de mí mismo,
negarme a mí mismo, es decir salvarme a mí mismo.
De mi propia autodestrucción que está a punto de desintegrar mi vida.
Es una protesta contra mi condición humana, narcisista y sórdida y decadente.




Trece. César Ángeles L. Talara, 1961. Ha publicado El sol a rayas (1989) y A rojo (1996).

PN

A mi madre
debiera enseñarle mi pene
tal vez se convenciera de
que ya no soy un niño

A ti también
que te asustas cuando lees pene
debiera enseñártelo
tal vez así dejarías de asustarte

A mi papá también
para que deje de aliarse a mi madre

(o tal vez no debiera enseñar nada:
no vaya a ser que consideren
mejor reventarme los pulmones)





EN ITALIA

Sin vergüenza en un campo italiano. Desnudos con Lucía
en el campo italiano. Lucía recoge el saco de granos.
Veo la luz reflejarse en su espalda, en ambas nalgas,
donde una ranura oscura provoca imaginar su sexo, sus
vellos, sus aguas eróticas.

La piel refleja la luz solar. Lucía tiene cabello como
crines que vuelan cuando la llamo y ve que soy yo.
Habíame dejado la barba.

Ahora sentado en esta tierra que ella pisa, los mismos
pies que desayuné de madrugada.

Sin vergüenza desnudos los dos, cultivando este campo
de trigo que será nuestro algún día. Mantenemos -con otros
campesinos de manos más callosas- a la
vida que bulle en la ciudad.
Este instante sólo tengo ojos para contemplar su cuerpo.
Dejo de trabajar.



Catorce. José Antonio Mazzotti. Lima, 1961. Ha publicado Poemas no recogidos en libro (1981), Fierro curvo (1985), Castillo de popa (1988), Libro de las auroras boreales (Amherst, 1994), Señora de la noche (México, 1998) y El zorro y la luna (antología personal, 1999).

YEGUA ES LA HEMBRA DEL CABALLO

(después de una lectura de Roman Jakobson)

Yegua es la hembra del caballo y yegua
es mi mujer impronunciable por el resto de mis días, la frescura
de su sudor y de sus patas duras como un diente
y el lomo en que cabalgo rodeado de metrallas y sirenas
anunciando un bombardeo.

Yegua es la hembra del caballo y yegua es mi mujer
de suave relincho a cien violines cuatro flautas dos trompetas
y un músico olvidado y legañoso / a media barba /
y noches de terrible soledad.

Ella se mueve por los parques hinchando sus ancas
(yo hincho mis pulmones)
salta y patea y no conoce a los flemáticos
desnuda una sonrisa / como quien abre una bolsa de arroz
sabe y no sabe siente y no siente grita y no grita
y esparce el arroz entre los novios.

Yegua es la hembra del caballo y yegua es mi mujer impronunciable
divina metalengua que pronuncio y no decoro
y salto y pateo y relincho y ya no sigo
sé que ella viene como un pasto dulce a perdonarme estas palabras.



NARIHUALAC

para Fanny Valenzuela
y Lelis Rebolledo

Polvo del aire bajo ardientes algarrobos:
suena un pito
con alas que se aleja hacia un sol rojo.
Las pisadas
restallan como las acequias
escondidas en la arena, donde lagartijas
y hormigas juegan a los lados, reventando.

Narihualac debió haber escuchado
al bajar de su balsa los cantos del chilalo y pensó:
"Aquí levantaré la fortaleza y verán mis hijos
florecer el valle extenso tras el cual dejamos
la casa iluminada y la mujer en sombras, las pirámides
que miran hacia el cielo interrogando un nombre nuevo.
Tuvimos que salir para evitar la muerte.
Ahora nos quedamos para hacer la vida".

Y entonces caminamos largas cuadras hasta ver el monte
donde quedan todavía algunas cruces y un templo español
trepado en la cabeza de Narihualac.

Hernando de Mendoza, hijodalgo,
derribó las altas columnatas y redujo
indios y tumbó las figuras que adoraban
por ser de los antiguos tiempos, donde llegaron también
del norte sus primeros padres, que ahora eran hermanos,
masticando
con ancha paciencia las continuas invasiones.

"Tuvimos que salir para evitar la muerte", pensó Hernando.
Ahora quedan
las débiles paredes en el barro, el templo devorado por termitas.
Un pájaro encendido se levanta sobre ellos.



Quince. Rocío Silva Santisteban. Lima, 1963. Ha publicado Asuntos circunstanciales (1984), Ese oficio no me gusta (1987) Mariposa negra (1993) y Condenado amor (1996).


CLITEMNESTRA, INFIEL

Con cuál de tus manos mancillaste los oscuros designios de la Moira
echada sobre cuatro candados inaugurando un nuevo linaje
olvidas regar con linaza y afrecho el camino empedrado
el camino hacia el último baño.
Una perra huyendo de sus crías será maldita hasta por dos mil años
pero tú supiste elevar tu arma sobre el oráculo de Loxias
e inmortalizar la triste historia de las mujeres dignas y sus amantes.
Quién se encargará de pintarrajear la tumba de tu hija,
quién lavará las flores que crecen bajo sus pies,
todos tuyos y somos ignorantes de tu ira
de la cólera impotente de comer con las entrañas guisos violentos.
Dulce será el sendero empolvado del incienso,
la modorra con que juzgan a los héroes
dulce la niña que mojó tus piernas de lágrimas sangradas
sin saber ella misma del hacha sobre el cuello
de las gotas negras que azotan los vientos de Estrimón.
Ni los dioses saben de este dolor de hembra
el grito que calla en la propia boca
el temor de las murallas ante el eco de la propia voz:
está vengada la muerte de dos niños con la de este hombre.
Tira la daga inmunda y regocíjate
hiciste bien mujer, hiciste bien.



HARDCORE

para ti, loco

Desde aquí puedo decir:
Estoy lamiendo tus nalgas con desenfreno

Y las tías, puaj, y las muchachas, puaj,
Y nadie sabe qué sentir.

Entonces te volteo
Y continúo
Lamiendo
Con desenfreno.



Dieciséis. Rodrigo Quijano. Lima, 1965. Ha publicado Un acercamiento a Sarita Colonia (París, 1987) y Una procesión entera va por dentro (1998).



UN ACERCAMIENTO A S. COLONIA

Para conocer debo acercarme más.
Se ha partido el cielo y ha cesado la lluvia que enrejaba el paisaje.
Deja al perro lamerse las llagas y el pene encendido.
El neón es una lengua que sonroja santas y querubines
en las mudas sombras de un atardecer postal,
pensando que el tallo remonta sobre sí
y hace estallar palmeras y frutos que engordan como garrapatas
al borde de un encerado cocktail de trópico y desorden.
Para saber debo acercarme más, y aquí me tienes.
La coloreada imagen de la niña-virgen es
la denuncia de un crimen consumado a medias, la isla
que eleva el único cirio que gotea luces, como esas
cruces al borde de las carreteras,
así, mitad dispuestas por la arena, mitad por los parientes
que se abandonan al silencio ante el silencio
de miradas que ofenden por su rapidez. Así dispuestas
esas cruces pueden ser casi el cierre-relámpago de un país
que muestra sus intimidades, lo percudido y lo perdido.
Y la imagen de la niña gime: unas rodillas flacas y la madre
suelta la sábana iluminando el cuarto con un aroma
de trenzas que se abrazan en la madrugada, como en un llanto
de despedida. Para saber
vuelvo a acercarme. El equilibrio del grillo tensa
la tarde, y la gente que regresa cansada de las playas
pule rostros en la superficie de sus ollas
y el crepúsculo me bombardea de neones tropicales
que se encienden a mi paso y en los plásticos, ojos del gorrión
mi intuición emprende un vuelo sin retorno.



8.

Todo está en su lugar
o todo está fuera de sí
pero ese ejército aguarda impasible
dos metros enterrado boca abajo

sus muertos establecieron el comercio de estampas enmicadas
en las que brillaba todo lo que no era oro
y todo lo que no eran lágrimas de vidrio,
sino más bien
barrocos brocados y uñas rotas
en los esmaltados sucios pies de efigies santas.

Con los huesos y las piedras
armaron habitaciones de arena y obvios laberintos
en cuyas hornacinas descubrieron
el oro y la noche y la plata y la noche
pero sólo para preguntarse de qué estaba hecha
la carne de sus gordos corazones
y cual era el color de sus largas y sordas lenguas.

No han tenido más espejos que los de sus santos
ni más sueños que el de sus prolongadas propias muertes
y sin embargo alguien quisiera verlos morir
sólo por ver qué sucede.



Diecisiete. Xavier Echarri. Lima, 1966. Ha publicado Las quebradas experiencias y otros poemas (1993).



APARTAMENTO

El cajón del velador es un osario de ángeles,
Del parquet brota pasto,
Del caño salen lágrimas,
La ducha sabe.

La claraboya nos sostiene del cielo, y el cielo, raso, se
comba.
(Por ahí podría entrar un venado si es que
simplificara su cabeza).
El cuadro es un vacío sin marco.
La televisión un médium de masa.

La cortina revienta contra las rocas.
Los muebles se sacuden el polvo y hacen turno ante la
cola del baño.
Las sillas, en cuclillas, meditan.
La refrigeradora interrumpe su ronquido, y la nevera se
calienta.
Los parlantes tienen la lengua afuera.
El tocadiscos se inyecta, el disco pide a gritos
una camisa de fuerza.
El teléfono entra al baño.
El despertador siente que se le viene.
El foco es
pera triste:
Di.



VE

Quiero escribir con sangre y sólo salen lágrimas.
Las lágrimas son transparentes. Nadie ve.



Dieciocho. Jorge Frisancho. Barcelona, 1967. Ha publicado Reino de la necesidad (1988) y Estudios sobre un cuerpo (1991).

EPÍLOGO

Anudados a esta triste memoria en las noches de invierno
sin ninguna violencia en los ojos, cuando se hace el gesto o la repetición
de una risa perdida / un fugaz descendimiento / tú comprendes
y nada posee tal exacta torpeza que nos llega, y toda distancia
es tu nombre en la oscura palma de mi mano, en la clara
fluidez con que el tacto reposa en las orillas de este cuerpo al fin vencido
por el mar / todo cansancio
y nada posee sino el ruido indescifrable y el color
de tus palabras / mis inútiles palabras que intentan penetrar
una imagen oculta por la deformidad de los recuerdos:
aquel día amanece
golpeando de luz la blanquísima espalda de aquella muchacha
y aquella muchacha
que amara cabalgando, entre el humo y las luces de aquella ciudad
y aquella ciudad
donde todo movimiento ocupa la duración esperada / el deseo
esférico del vientre y su pobre delirio, sostenido en la voz
y aquella voz
que nos descubre anudados a su triste memoria en las noches de invierno
cuando se hace la distancia este fugaz descendimiento / cuando se hacen
mis palabras intentando, en un sueño, penetrarte.



FALSA POÉTICA (EL ENEMIGO)

No sueño ya con este espacio neutro, el de la palabra
y no he podido ver sino lo que pertenece ahora
a los recuerdos, en la otra banda de lo corporal.

Digo entonces: ¿qué será de mí cuando termine la noche
y qué es lo que soy en ella, esto que contemplo
y ríe insoportablemente?

(En un peldaño oscuro del lenguaje o en el fondo del pozo
como en una frágil estrategia de las apariencias, mis sentidos
son sólo estos sentidos fijos en la bóveda,
y mi lengua es ahora la del enemigo).



Diecinueve. Montserrat Álvarez. Zaragoza, España, 1969. Ha publicado Zona dark (1991).


LO QUE NO SE DIJO

Como Ucchu Pedro me bautizaron todos:
me gustaban los frutos violentos de la altura

Yo, el lugarteniente de Atusparia,
no me rendí jamás
Fui solo fui leproso fui mendigo
y no les quedó nada de lo que despojarme
Nada sino mi aliento / En el umbral del fin
me burlé de la vida que ellos me arrebataban,
de un mundo que no quise ni pedí como era

cholos sufridos para el trabajo cholos buenos para el hambre
cholos sufridos para las cárceles cholos buenos para la masacre
cholos buenos para la muerte

Los verdugos cortaron la cabeza
de Túpac Amaru, heredero del Imperio
La clavaron en una pica para que todos pudieran verla
y cada día se hizo más hermosa
Entonces la enterraron bajo la tierra oscura
Ellos tuvieron miedo porque era un rostro de príncipe



O COMO MIERDA SE LLAME

A veces me gustaría ser una buena muchacha
bonachona, campechana, gorda,
capaz de sentarme bajo el sol en mi piel
rica en melamina, en calor y en color
Tomar una gaseosa provinciana cuidando
de no manchar con nada mi ancha falda
Tener un corazón enorme y puro como el de un caballo
Lavar la ropa de todos con mis ásperas manos
O, si no,
ser alguna de aquellas mujercitas
siempre sentaditas, inclinaditas
sobre su tejido, y haciendo punto,
calceta, o como mierda se llame.



Veinte. Miguel Ildefonso. Lima, 1970. Ha publicado Vestigios (1999).



VELATORIO

Hace tiempo quiero decir que aquí la vida no vale
nada
ni pan para remojar en té
Una se pasa viendo y viendo cómo se van apagando
las velas del Señor
Oh dichosa ventura!
Aquí nadie (ni César) tiene vela en este entierro
pero toditos tienen sed Cruz de Yerbateros hueso roto
y hablan como una maldición
Ya no quiero ver caras de sapos borrachos
ya no quiero resignación
porque hoy después de tantas y tantas palabras
me ha dado una rabia
una rabia que se ha abierto como un foso
hoy por ejemplo no ha venido la luna
sólo han entrado las moscas atraídas por los lirios
y la oreja del perro
Pero a qué viene tanto silencio amor? Ese ventarrón
las tripas roncan como la puerta y la ventana
y yo ya no tengo lágrimas por lo menos desde hace
veinte años
Hoy es té mañana será llantén
y esta casa que es muy vieja será más vieja que yo
Todo Señor menos ver cómo se va apagando la última vela
así como se apagó la vida de mi hijo



LO QUE CANTABA EL BARDO

A veces duermo en las calles ásperas y húmedas
luego de beber el licor del cemento y la saliva del cuervo
en una sombra flamígera me siento luego de ser golpeado
dulcemente por las olas turbias del viento
arranco la yerba del estío silenciando los arpegios
de la soledad y los deseos mugientes que resuenan

A veces duermo bajo las ventanas lóbregas sin fin
entre la volátil ondulación del silencio que se yergue
cuento mis pesadas monedas y las guardo en mi bolsa
con un nudo indescifrable
luego cuento las estrellas o sólo contemplo el fulgurar
infinito bajo el acopio ígneo de los cielos sepultados

A veces también duermo desplegando las alas del deseo
mientras se eleva la luna entumecida y aturdida
me tiendo lentamente sobre el desierto de los cuerpos
fantasmales o sobre tibios cartones
y mientras trato de recordar alguna oración
me quedo dormido









Notas:

De los poetas aquí incluidos, once se encuentran fuera del país. Montalbetti, Chanove, Chirinos, Dreyfus, Mazzotti, Frisancho, Echarri e Ildefonso viven en los Estados Unidos; todos ellos (salvo Chanove y Frisancho) ligados al campo académico. Chocano reside en España, Ángeles en Alemania y Álvarez en el Paraguay. El resto de los autores reside en el Perú, muchos de ellos no saben hasta cuándo. Carlos Oliva falleció trágicamente en 1994, atropellado por una "combi" (servicio informal de transporte metropolitano y, curiosamente, símbolo del "poder informal" en el Perú de los noventas). Otro poeta joven, Juan Vega, sufriría igual suerte en 1996.




© Paolo de Lima 2000
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid

El URL de este documento es http://www.ucm.es/info/especulo/numero16/peruana.html


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