El encuentro del Perú con Machu Picchu tiene una historia reciente y exhibe un mediador: el explorador estadounidense de la Universidad de Yale, Hiram Bingham. Sin este acontecimiento creado desde afuera, nuestro actual símbolo continuaría oculto para la gran mayoría de peruanos. Sin embargo, como echan luz recientes investigaciones, este llamado “descubrimiento” fue más bien un saqueo de la ciudadela y, más que un hallazgo para el país, fue un discurso justificador para
la entonces naciente potencia que presentó al antiguo imperio incaico como la más práctica, utilitaria y progresista de las naciones americanas precolombinas, estableciendo una saludable correlación y comparación con la nación moderna de Estados Unidos. Este artículo narra el paso de Machu Picchu como símbolo de identidad a patente comercial: un camino que va de la cultura al mercado.
Estamos habituados a reconocer de la historia contemporánea de Machu Picchu sólo su declaración de “Santuario Histórico” y “Zona de Reserva Turística Nacional” (1981), y de “Patrimonio Cultural de la Nación” y “Patrimonio Mundial, Cultural Natural”(1983). Sin embargo, suele pasarse por alto el hecho que no sólo ya existía en la memoria local cusqueña del 1900, sino que era parte del mapa moderno republicano del Perú desde 1874.
En las primeras décadas del siglo XX Machu Picchu surge como un complejo ícono de proyecciones y contenidos insospechados asociado a un fenómeno específico: el epos de un pretendido “descubrimiento” protagonizado por Hiram Bingham a partir del 24 de julio de 1911, el día de su primer encuentro con la ciudadela peruana.
Bingham era por ese entonces un encargado de cursos de historia en la Universidad de Yale, y aunque trabajó en una importante recopilación bibliográfica sobre historia, política y geografía latinoamericana de las principales bibliotecas de Estados Unidos, era un escalador de montañas aficionado. Entre sus lecturas favoritas de libros de viajes y exploración, Bingham se informa en 1910 que la montaña Coropuna es la más alta del continente americano. Este argumento le sirve como justificación para demostrar el fraude de Annie Peck, una exploradora que había reclamado que alcanzó la cumbre de América al escalar el Huascarán, también en el Perú. De este modo, Bingham crea una expedición “científica” con el discurso de la búsqueda de la “ciudad perdida” de los Incas, siendo el fin último escalar la cima del Coropuna, con los auspicios de la Universidad de Yale, empresas privadas y el apoyo oficial del Gobierno de Estados Unidos. Al llegar al Cusco en 1911, Bingham halla unos huesos en las cercanías de la ciudad que según él serían los más antiguos de América, y considera su primer “descubrimiento”. Semanas después llega a Machu Picchu, sin valorar en ningún momento la dimensión de su encuentro y continúa indagando por la ubicación de otras ruinas a través de su intérprete Carrasco, para después dejar en la cima del lado oeste de la montaña Coropuna una bandera de Estados Unidos y otra de Yale, creyendo ser el primer hombre que llegó al punto más alto del hemisferio occidental.
Este será el inicio de sus construcciones discursivas sobre el descubrimiento de Machu Picchu que se publicarán en la revista National Geographic sólo después que se desvanecen los records mencionados: Annie Peck, de 62 años, llegó días antes que él a una de las cimas del Coropuna, a la cima oriental, en donde erigió una bandera con la inscripción “votos para la mujer”; el osteólogo de la expedición detecta que los supuestos huesos más antiguos del hemisferio occidental no eran más que restos de ganado vendidos en el mercado del Cusco. Machu Picchu es su tercer recurso. En National, Geographic Bingham nace como “descubridor” y crea el relato del “descubrimiento” de una “ciudad perdida” en medio de la narración de sus aventuras y accidentes como escalador, explorador y fotógrafo. El “descubridor” inventa a Machu Picchu como la ciudad del origen del imperio incaico, como el mítico Tampu Tocco, pero también como Vilcabamba, la ciudad-refugio del último inca tras la invasión de Pizarro en 1534. Bingham querrá ser el Colón moderno, esta vez americano, y dará nacimiento a un héroe-personaje hollywoodense: Indiana Jones.
Los viajeros estadounidenses
Desde la década de 1870, los cronistas estadounidenses desarrollan un interés en la búsqueda de fragmentos materiales y simbólicos, que desde un nuevo orden clasificatorio e interpretativo debían dotar de “otra” historicidad, esta vez americana, al imperio incaico. El antiguo imperio peruano aparece como la más práctica, utilitaria y progresista de las naciones americanas precolombinas, premisa que les permite establecer la correlación y comparación con la nación moderna de Estados Unidos y crear una continuidad histórica sobre la relación entre tiempos lejanos y discontinuos. En la política de expansión científica panamericana, la invención del “descubrimiento” de Machu Picchu, a través de la fotografía y la imprenta como medios, significó la creación de un espacio mítico imperial americano, entendido como espacio físico de origen que debía desenterrarse y apropiarse, tramado con el proceso de autoheroización del gran “descubridor”. Bingham quiso hacer de Machu Picchu la encarnación de la genealogía “original” de la modernidad panamericana, dentro de un proceso de eliminación de memorias locales, construcción de identidades y jerarquías que diferenciaban a peruanos de americans. Éste ubica en el Perú la materialidad espacial de un mito de origen, cuya apropiación suponía un proceso de escarbe, desentierro y recreación del buscado paradigma imperial americano precolombino del Destino manifiesto como principio constructor de la sociedad feliz hemisférica. Crear este paradigma de Imperio justificaba la implementación de un proyecto de excavaciones sistemáticas en todo el territorio de la república peruana, y de exportación de objetos que se realizó en circunstancias muy irregulares, entre 1909 y 1916, por parte de las expediciones Yale-National Geographic.
Machu Picchu en Estados Unidos
Una muy reciente exposición interactiva multimedial Machu Picchu: Unveiling the Mistery of the Incas, inaugurada el 2003 por el Peabody Museum de la Universidad de Yale y patrocinada por importantes firmas e instituciones culturales de Estados Unidos, se está llevando a cabo como parte de las celebraciones de los 300 años de fundación de tal universidad y en diferentes ciudades de dicho país. En este momento se exhibe en el Museo Field de Chicago. La exposición presenta por primera vez al público estadounidense e internacional, después de haber estado en depósitos por cerca de 90 años, materiales y objetos de Machu Picchu a raíz de las expediciones dirigidas por Hiram Bingham en nombre de Yale, quien se había comprometido entonces para poder sacarlos del Perú, devolverlos en un plazo de tres años. El museo como institución, creada por la Ilustración, se ha convertido hoy en un lugar de estudio, reflexión y aprendizaje, sobre la base del manejo responsable de colecciones, y de la misión de exhibirlas en forma adecuada. No puede decirse esto respecto a los objetos no devueltos por Bingham al Perú, y que permanecieron por décadas sin ser objeto del menor cuidado ni clasificación. Ni se hizo pública ni se comunicó la información contenida en la colección, la información que hay detrás de cada objeto. El tratamiento dado a las piezas corresponde de alguna manera a una conciencia vaga de no pertenencia. Sin embargo, esta exposición montada por los curadores Richard Burger y Lucy Salazar trata ahora de convertir la posesión de hecho, la administración y exhibición en fuentes de legitimación y de garantía de una investigación integral de carácter interdisciplinario. Ellos van a surgir ahora como los “segundos descubridores” que institucionalizan el discurso del “descubrimiento científico”, así como al héroe descubridor, Bingham, en estrecha vinculación con la necesidad científica de propiedad y administración de los objetos por parte de la institución estadounidense. Se trata de hacer ahora una rectificación científica: Machu Picchu no fue Tampu Tocco ni Vilcabamba, sino una de las haciendas reales de Pachacútec, construida en el siglo XIV. Aunque estos hechos ya habían sido demostrados por arqueólogos peruanos desde la década de 1960, Burger y Salazar aparecerán hoy y aquí como los abanderados de esta rectificación, quienes develan el misterio de los incas y van a surgir como la pareja binacional (EE UU y Perú) “redescubridora” de Machu Picchu como Camp David incaico. Hasta hoy, al cuestionar la patrimonialización nacional de los vestigios arqueológicos, de la historia y el espacio físico, las expediciones Universidad de Yale–National Geographic proceden a la expropiación de vestigios físicos, saberes, cuerpos y voces locales a favor de una pretendida cientificidad monopolizada por sujetos e instituciones expropiadoras.
La exposición itinerante de la Universidad de Yale está suscitando un debate público en términos legales en el Perú y ya se han iniciado las gestiones del Gobierno peruano para la repatriación de los objetos retenidos en Estados Unidos.
Bingham logró inventar no sólo el personaje del “descubridor” panamericano, sino también recrear modernamente un paradigma: la búsqueda de la ciudad perdida, del Dorado americano en suelo peruano. Paradigma que sigue repitiéndose hasta el día de hoy en una serie de reportajes mediáticos sobre expediciones, como la del británico Gary Ziegler que dirige una expedición anglo-americana en la que reproduce la épica exploratoria y conquistadora de Bingham-Indiana Jones, porque ahora y todavía en el siglo XXI sigue buscando Vilcabamba, es decir, la ciudad refugio del último inca que Bingham nunca encontró, y el inmenso disco de oro que habría desaparecido y evadido la voracidad española en algún oscuro rincón de los Andes o de la selva peruana. Según la revista peruana Caretas, en una edición de comienzos del año 2004, las expediciones Thomson-Ziegler de los Andes Peruanos 2003 habrían encontrado en Llactapata la soñada Vilcabamba. Estas infatigables búsquedas de ciudades incas no “descubiertas” y en especial la de Vilcabamba, que debería ser más grande que Machu Picchu, patrocinadas por la Real Sociedad Geográfica Británica y por el Club de Exploradores, están apoyadas ahora con instrumentos de avanzada tecnología, como los rayos infrarrojos, y están además sostenidas por una estrategia multimedia global, que sirven para canonizarlas (mediaticamente) medialmente en el planeta como la vanguardia institucional de la investigación y exploración científica.
La ciudadela actual
Machu Picchu aparece en el Perú del naciente siglo XXI como el escenario de una insólita toma de mando presidencial en julio de 2001, inédita en la historia republicana y que aspiraba con ello a marcar el inicio de lo que sus protagonistas, Alejandro Toledo y Eliane Karp, anunciaron como un momento refundacional de la patria. Karp, quien pretende descifrar el mensaje de los Apus, anunció en un discurso bilingüe, quechua-español, el retorno del inca: “Ha regresado el tiempo de la chacana. Hemos cumplido. Todos hemos traído el tiempo del décimo Pachacútec a la modernidad con equidad e igualdad para todos los pueblos del gran Tahuantinsuyo, para que vuelva el trabajo y la alegría para todos”. Machu Picchu, usado entonces como el ícono de un discurso identitario basado en componentes étnicos y religiosos, asume una funcionalidad política: demostrar la derrota definitiva del período dictatorial fujimorista de la década de 1990, y anunciar y bendecir una nueva era dentro del proceso de acelerada globalización del país1.
Desde el año de 1997, los tres sucesivos gobiernos del Perú no sólo no han podido responder a la sistemática presión del sector privado del turismo, sino que también han autorizado un incremento del turismo sin verificación. Se ha permitido así la restauración deficiente de los muros incas, la apertura de nuevos circuitos turísticos sin los debidos estudios y el uso comercial y empresarial abusivo de los sitios arqueológicos. Ya desde 1998 el fujimontesinismo había propuesto una política de desestabilización cultural, que suponía la disolución del Instituto Nacional de Cultura y el traslado de sus funciones al Viceministerio de Turismo. Aunque esto último no prosperó, la gestión oficial estaba empeñada en la privatización de los sitios arqueológicos para ser transformados en recursos turísticos. Un ejemplo de ello es la entrega en 1998 de la concesión a la empresa Peruval para la construcción de un teleférico que uniría Machu Picchu pueblo-Aguas Calientes con la ciudadela. Las discusiones públicas en diferentes estamentos de la sociedad civil, como la generada por la “Declaración sobre el Santuario de Machu Picchu” del Primer Encuentro de los Pueblos Quechuas de América, realizado en 1999 en el Cusco, o las respuestas organizadas del Consejo Internacional de Museos (Icomos), motivó que el gobierno de transición de Valentín Paniagua declarara el 18 de mayo de 2001 la suspensión del contrato del teleférico.
Un hito simbólico de este período será el accidente que sufrió el Intihuatana de Machu Picchu el 8 de setiembre de 2000, en la parte superior izquierda, cuando el equipo de producción de la empresa de publicidad Wilson & Conroy filmaba un spot televisivo para la Cerveza Cusqueña, “símbolo de las cosas bien hechas”, como dice el logo del producto de la empresa Backus & Johnston. El accidente ocurre cuando la grúa, instalada sobre el carril por donde se desplaza la tarima en que se ubica la cámara, se cae sobre el Intihuatana rompiendo cerca de ocho centímetros de una punta. Esta filmación coincidió con la presencia de la actriz Jane Fonda en plena labor de filmación de un reportaje para la National Gegographic, y de dos fotógrafos italianos que realizaban un reportaje gráfico para la revista Marco Polo. En abril de 2004, el presidente Toledo acompañó al reportero del Discovery Channel, Peter Greenberg, en una escenificación del rito turístico más frecuente practicado en el Intihuatana. Toledo, quien ya en noviembre del año pasado había llevado a Machu Picchu también a Kofi Annan, secretario general de las Naciones Unidas, le había encomendado a Greenberg filmar un reportaje sobre la potencialidad del desarrollo del Perú, apelando a la mistificación de un ícono peruano antiguo de excelencia, de las tradiciones y el conocimiento de las naciones indígenas peruanas, planes que se vieron frustrados por la infeliz coincidencia ese día, 10 de abril de 2004, de la tragedia de Aguas Calientes: un huaico o avalancha causó la pérdida de 11 vidas humanas y cuantiosos daños materiales. Sin embargo, las filmaciones continuaron y concluyeron con la presentación pública, el 16 de noviembre de 2004, del documental The Royal Tour, por el Discovery Channel, después de que el Gobierno peruano, a través del Fondo de Promoción Turística, hiciera una inversión de 350 mil dólares. Con la expectativa de que este programa será visto en el año 2005 por 320 millones de espectadores, pues será emitido ciento cincuenta veces, el presidente Toledo se desempeña como guía turístico que debe vender planetariamente al Perú como un destino turístico fascinante y múltiple. Así, el patrimonio histórico y natural aparece convertido en recurso explotable dentro de una lógica de reordenamiento global de economías y políticas después del fin de la Guerra Fría, en que la frivolización de las historias nacionales mercantilizadas sustenta la corrosión de proyectos propios y, también, las pérdidas graduales de soberanías.
Macchu Picchu fashion
El maltratrado ícono de Machu Picchu se ha convertido en los últimos años en escenario multifacético y en locación muy concurrida para filmaciones y rituales de todo tipo. La portada de la revista Vogue de abril de 2003 nos ilustra al respecto: Sus modelos y la “alta costura peruana rinden su mejor homenaje a la ciudadela ancestral de Machu Picchu”. Por los monumentos incaicos desfilan atuendos neoperuanos con aplicaciones de pedrería, plumas, y con sombreros inspirados en el tocado de la palla de Corongo, zapatos dorados y joyas de plata. En 2004, la revista de modas Elle difunde en el medio peruano el auge de los escenarios “misteriosos” como Ollantaytambo y Chan Chan. Estas ciudades precolombinas peruanas son entendidas por dicha revista, que cuenta con 4.2 millones de lectores, como locaciones refinadas dentro del globalizado negocio de modas, y en el que reconocidos fotógrafos como Ruven Afanador pueden explayar sus capacidades expresivas en retratar a las modelos con prendas de prestigiosos diseñadores como Galliano, Donna Karan, Gucci y otros. El nuevo cusqueñismo que difunden estas modelos, como en el caso del diseño de Ana Molinari, se erige sobre la reinvención por el mercado global de un espacio caracterizado por constituirse como mercancía performativa. Así, las memorias históricas se nos muestran transformadas en restos de “poderosas civilizaciones” muertas que poblaron el actual territorio peruano. Se insiste en que fueron poderosas y misteriosas para recalcar el carácter mortuorio de una historia peruana antigua convertida en escenario, que si bien se ubica en el Perú ha sido expropiado, pues ya es global: esta vez por los diseñadores y fotógrafos de moda. Lo mortuorio no sólo abarca lo peruano antiguo, sino que además se extiende hasta lo peruano republicano, como lo demuestra la conversión del incendiado Teatro Municipal de Lima, en locación suficientemente excéntrica para ser vendida y tragada por la nueva lógica.
Machu Picchu, escenario fílmico no sólo de modelos americanos que desfilan colecciones de ropa interior y vestimentas seudoincaicas, sino también de programas humorísticos como el de la Chola Chabuca o de rituales de iniciación mística. El Cusco y Machu Picchu se han convertido en una nueva Roma o Jerusalén, en escenario de una ola de misticismo global o New Age, en donde florecen negocios de terapia chamánica que ofrecen regresiones, hipnoterapias y una serie de ceremonias portadoras de felicidad y espiritualidad mediante el ayahuasca y San Pedro. El movimiento de la New Age, que había nacido en prestigiosas universidades europeas y norteamericanas en la década de 1970, encuentra su nueva tierra prometida. Por eso ahora, el Dalai Lama parte de la certeza de que el centro espiritual planetario se ha trasladado del Tibet a los andes peruanos.
Capitalismo y política
Dentro de esta iconización de Machu Picchu como espacio performativo y medial de una cultura globalizada, podemos verlo como escenario publicitario de actores y cantantes como Shakira, Leonardo DiCaprio y Gloria Estefan, quien el 23 de setiembre de 2004 lanzó su album Unwrapped, que ha marcado un hito según sus promotores de marketing: “Por primera vez en la historia, la tierra sagrada de Machu Picchu fue usada para la filmación de un video musical.”
Paralelamente, se han intensificado en el Cusco los conflictos regionales desde los polémicos servicios turísticos y de los servicios discriminatorios hacia la población local que ofrece el grupo de interés económico Perú Rail/Orient Express, patrocinador además del club Cienciano, y que ostenta el monopolio del servicio de trenes y lucra con la única posibilidad de acceso a la zona de Machu Picchu, y es dueño en concesión del hotel de Turistas ubicado a escasos metros de la ciudadela, y de otros complejos hoteleros. Símbolo más que elocuente de esta nueva situación, es el recientemente inaugurado servicio de lujo del tren de Perú Rail que transporta turistas del Cusco a Machu Picchu por 350 dólares, y que, no podía ser otra manera, lleva el nombre de Hiram Bingham. Este tren permite además que esta nueva clase de turistas privilegiados ingrese a la ciudadela cuando la mayoría de los otros turistas está saliendo de ésta. Ante ello, no dejan de circular volantes de protesta por este monopolio exigiendo que se permita la libre circulación de una empresa de trenes cusqueña llamada Ferrocarril Santuario.
A ello se agrega la advertencia de la Unesco, pronunciada el año pasado, según la cual podría retirarle a la ciudadela inca su condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad. Ya en julio de 2004 se anunciaba la inminente inscripción de Machu Picchu en la Lista del Patrimonio Mundial en Peligro. ¿Las razones?: desarrollo turístico sin verificación, pérdida de autenticidad, urbanización descontrolada, mal previsión de desastres naturales, y corrupción política. De hecho, el gobierno peruano se ha comprometido en China (28a Reunión del Patrimonio Mundial) a revertir en el plazo de un año los peligros aludidos en un contexto en que se apuesta por el uso turístico del patrimonio cultural del Perú como fuente de desarrollo económico, como lo demuestra en su Plan estratégico nacional de turismo/Pentur, es decir, lograr que cinco millones de turistas extranjeros visiten el Perú en 2005. Se ha publicado recientemente en el Cusco un documento importante: Propuesta general y lineamientos para el Plan Maestro del Santuario Histórico de Machu Picchu2, que se está poniendo al debate público regional y nacional. Se trata de inscribir una consigna: salvar a Machu Picchu, entendido desde el Cusco como la reapropiación de su significado de lugar sagrado andino. Esta propuesta ha sido puesta a consideración de un debate nacional en un reciente Taller de visionamiento y diagnóstico, llevado a cabo en Yucay (Cusco) el 18 febrero pasadoo y convocado por El INC del Cusco, el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, el Inrena y el Gobierno Regional del Cusco3.
El uso político de un ícono identitario en tiempos en que los países latinoamericanos sufren los avatares de las negociaciones del tratado de libre comercio con Estados Unidos, explica que el 8 de diciembre de 2004 la Cumbre Andina Extraordinaria, celebrada en la ciudad del Cusco, discuta sobre la integración política de América Latina y firme la Declaración del Cusco, por la que se ha creado la Comunidad Sudamericana de Naciones. Cusco surge entonces en el siglo XXI de nuevo en calidad de emblema identitario continental, que reactualiza el sueño bolivariano del espacio sudamericano como mandato de la geografía y como destino. En un contexto global en que el nuevo reordenamiento exige la existencia de grandes conglomerados de países es, desde el Cusco, que América Latina se sueña como plataforma continental suscribiendo 31 planes de integración con una inversión total de 4,300 millones de dólares en cinco años, para poder como Comunidad Andina de Naciones renegociar mejores aranceles con Estados Unidos y con la Comunidad Europea. Machu Picchu y el Cusco, reaparece investido como ícono identitario de la unidad latinoamericana, emblema de autonomía y voz propia en el concierto internacional de las naciones.
Pero tampoco es casual que en momentos en que simultáneamente el ícono de Machu Picchu es observado por la Unesco como patrimonio mundial en peligro, se acaba de elaborar un plan estratégico de promoción turística (Pentur-Perú: Plan Estratégico Nacional de Turismo 2005-2015) y se intenta articular la presencia del Perú en un contexto global. Esto sucede en momentos en que el Perú acaba de designar el 18 de febrero pasado, mediante resolución suprema mediante, a la Miss Mundo 2004, la peruana Maju Mantilla, “Embajadora del Turismo en el Perú”, para lo cual ha filmado dos spots publicitarios en Machu Picchu que deberán difundirse en la televisión local y en la China. Y en un contexto en el que el país viene de haber presentado con éxito en marzo de 2004 un nuevo producto en la Feria Internacional de Turismo en Berlín (ITB). Dentro del nuevo empuje de los destinos latinoamericanos en el mercado de viajes global, a raíz de la contracción de otros destinos turísticos considerados peligrosos después del 11 de setiembre, el Perú ha logrado patentar internacionalmente por primera vez una marca exitosa: Peru-Land of the Inkas o Incaland, que no es otra que el Dorado Imperial de Hiram Bingham, inmortalizado en su libro Incaland de 1922 y que continúa siendo masivamente reeditado en inglés. En esta nueva era del Perú global, anunciada en 2001, el Perú sale al mercado como marca-producto que vende la memoria de un éxito antiguo americano. Al pretender actualizar el paradigma creado por Bingham, el Perú cuestiona su condición de nación moderna soberana para performarse como un espacio ahistórico, como la marca global de un espacio congelado en sus posibilidades nacionales y antecedente arqueológico de una modernidad para las Américas.
Resistencias locales
Pero así como los ciudadanos peruanos del Cusco rechazaron el atentado contra el patrimonio cuando dos jóvenes chilenos pintarrajearon el muro inca del templo de las Nazarenas (28-12-2004); también desde el Perú y desde el Cusco, se rechaza la comprensión de Machu Picchu como un enclave de entretenimiento global y descontextualizado, pues las culturas vivas renuevan en Machu Picchu sus memorias antiguas. Diferentes grupos sociales reactualizan el proyecto moderno cusqueño de comienzos del siglo XX, de entender el pasado como fuente de identidad nacional y estímulo de un desarrollo autónomo, original y justo. En un proyecto de globalización, Machu Picchu quiere ser reapropiado por la sociedad peruana actual como origen sagrado espacializado de una nueva fundación nacional, en la que tengan cabida también las expresiones de diversas memorias y lógicas nacionales. Es una forma de empoderamiento que posibilita reestructurar el vínculo de los peruanos con nuestra historia, nuestras ciudades patrimonio, con nuestras antiguas ciudades sagradas que se remontan a Caral; para entender el espacio sagrado en esta época de globalización violenta y desde el Perú, como el espacio simbólico de integración y recreación permanente de diversas identidades culturales y políticas en el Perú, a pesar de las diferencias y no simultaneidades.
Lima, 1° de marzo de 2005
Yazmín López Lenci (*)
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