Palabras a Nicolás Centenario
En el principio el hombre abandonaba a sus muertos. Hace cincuenta mil años comenzó a cavar tumbas.
En la piel de las cavernas cinceló sus miedos bellísimos.
Inventó el alma. Por eso estoy aquí
Aventando palabras contra el cielo indiferente.
En el parque, tu hija juega. Escritor y poeta
La vida pasa tan rápido
que una de estas tardes regresará hermosísima mujer.
Nicolás, deberíamos tratar de decir la verdad.
Porque en estos tiempos
adolescentes áureos combatían en el horror de América.
¡Más que la metralla los diezmaban los sueños!
Hermosos nacían a la muerte.
Nosotros tatuábamos poemas olvidables
en cuerpos olvidables de mujeres olvidadas.
En chinganas de mala muerte
cauterizábamos nuestro fracaso
bebiendo aguardiente que no era Agua Ardiente.
El Che llevaba en su mochila versos de León Felipe
y Javier Heraud también versos en su chaqueta.
El impiadoso río Madre de Dios
arrastró su juventud acribillada.
¡Pero la vida fluye más rápido que el río Madre de Dios!
¡Imposible erigir otro mundo
sin desembarcar en las islas vistas en sueños!
¡Una revolución que sólo es una revolución no es una revolución!
Hay que derribarlo todo.
No permite que retoñe de nuevo esta realidad.
Impedir que vuelvan a existir esta vida, esta agua,
esta patria, esta luz, este amor, este futuro, este sol!
¿Quién podría absolvernos?
Un ígneo poema nos rescataría.
Pero no pronunciamos la Palabra.
En el parque tu hija juega.
Regresará hermosísima vida.
¿Y qué? La vida vale la pena.
Estoy alegre, estoy árbol, estoy relámpago, estoy luz.
El hombre que está más cerca de su muerte que de su nacimiento
necesita urgentemente ser feliz.
Hace cincuenta mil años comencé a grabar este poema.
Por eso aviento estas palabras contra el cielo indiferente.
20 mayo 1977.
Fuente: Lecturaalda
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