lunes, 11 de enero de 2010

Antonio Cisneros (1942)



El virtuosismo de Antonio Cisneros


Semblanza

Antonio Cisneros (1942) es, entre todos los poetas que publicaron por primera vez en los años sesenta, el que más libros ha editado y el que tiene más difusión en el extranjero. Entre 1964 y 1967 escribió el hasta ahora su libro más popular, Canto ceremonial contra un oso hormiguero. En el plano temático los poemas están muy ligados a las experiencias personales, con el mérito de tratarlas con versos sentenciosos que interesan a cualquier lector en las más diversas circunstancias. Hay poemas de la esfera familiar, desgarradores textos que aluden a la soledad del peruano en Europa; otros se refieren a experiencias colectivas limeñas o nacionales como el poema "Crónica de Lima".

Como higuera en un campo de golf, de 1972, enfrenta al lector con un tipo de poesía que por la virtuosidad con que es manejada se convierte en fiesta del intelecto. El impacto de estos versos viene tanto del diestro uso del idioma -una constante en la poesía de Cisneros- como del cuidado en la imbricación de los poemas. Pocas veces en la poesía peruana se ha visto un libro tan bien estructurado. Se trata de un texto armado con precisión de relojero: el libro consta de diez partes y por razones de estilo y de tema el lector se ve envuelto en ese tema tan rico de la especulación literaria: tradición e innovación no solamente en relación a lo que ocurre con otros autores sino en vinculación especial con la poesía del propio autor. Frente al verso solemne de "arte mayor", Cisneros reivindica todas las formas breves de composición que utilizó en sus primeros libros (Destierro, 1961, David, 1962, Comentarios reales, 1964). Las usuales referencias estilísticas que fueron válidas vuelven a ser verdad: el poema como totalidad se convierte en una imagen de una ironía corrosiva, vitriólico afán de disecar implacablemente cualquier realidad, incluso la más recóndita, la más personal, la más secreta, pero del tiempo del amor no sabemos más. Antes hubo siempre un resquicio, una posibilidad de salvación personal: el poeta anunciaba en 1964, al final de sus Comentarios reales, que se encontraba sobre la tierra para nuevas batallas y canciones; en Como higuera en un campo de golf no hay escape posible, todas las rendijas han sido cubiertas:

Un chancho hincha sus pulmones bajo el gran limonero
mete su trompa entre la realidad.

En esta poesía comienza a filtrarse el desencanto frente a alternativas que ofrece la sociedad, pero saca fuerzas de flaqueza y se complace en fustigar a todos los sistemas, sin ser una literatura de cartel. Como quería Goethe, en un afán exorcista, el poeta vuelve a encontrar satisfacción en su propio canto y escribe:



caminaré como si hubiese
vencido en el combate a la serpiente,
al puma, a la gorgona,
al soldado más fuerte de este reino
del gran oso hormiguero.

En otro volumen suyo, El libro de Dios y de los húngaros, de 1978, Cisneros verbaliza la extrema soledad. Situado en una sociedad ajena en todo sentido, el poeta apela a Dios; tiene necesidad de integrarse a algo, una preocupación agónica por los temas sempiternos como la muerte en un desgarrador homenaje a Luis Hernández, que es una paráfrasis de un poema de Hölderlin, o el recuerdo de Robert Lowell, poeta católico, que murió en un taxi. En Cisneros hay, en esta época, un sentimiento permanente de desolación:

Ocupado en guardar cabras,
en pagar agua y luz
perdí tu rostro
y este mío, no puede distinguir
un álamo temblón de una malagua,
ni sombra cuál me da
y el dardo cuál.
Ocupado y veloz
No en tus negocios
Ni en los míos, Señor
navego
hacia la mar
que es el morir.
Ocupado y veloz como algún taxi
Cuando cae la lluvia y anochece.

Curiosamente Cisneros, en su último libro, Las inmensas preguntas celestes (1993) ve la realidad peruana y personal con ojos menos cáusticos, se refugia en el hogar, pero el desencanto atraviesa su poética:

A las inmensas preguntas celestes
no tengo más respuesta
que comentarios simples y sin gracia
sobre las muchachas
que viven por mi casa
cerca del faro y el malecón Cisneros.
Y no puedo pretender ver
en la cháchara tinta esa humildad
de los antiguos griegos.
Ocurre apenas
que las inmensas preguntas celestes
sacan a flote mis desencantos y mis aburrimientos.

Antonio Cisneros obtuvo en 1964 el Premio Nacional de Poesía y en 1968 el Premio Casa de las Américas.


Poesía

Poema sobre jonás y los desalienados
Cuatro boleros maroqueros
Un perro negro
Las Salinas
Requiem (3)
Domingo en Santa Cristina de Budapest y fruteria al lado
En la universidad de Niza
Tercer movimiento (affettuosso)
La araña cuelga demasiado lejos de la tierra
Cronica de Lima
Paracas
Para hacer el amor

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POEMA SOBRE JONÁS Y LOS DESALIENADOS

Si los hombres viven en la barriga de una ballena
sólo pueden sentir frío y hablar
de las manadas periódicas de peces y de murallas
oscuras como una boca abierta y de manadas
periódicas de peces y de murallas
oscuras como una boca abierta y sentir mucho frío.
Pero si los hombres no quieren hablar siempre de lo mismo
tratarán de construir un periscopio para saber
cómo se desordenan las islas y el mar
y las demás ballenas -si es que existe todo eso.
Y el aparato ha de fabricarse con las cosas
que tenemos a la mano y entonces se producen
las molestias, por ejemplo
si a nuestra casa le arrancamos una costilla
perderemos para siempre su amistad
y si el hígado o las barbas es capaz de matarnos.
Y estoy por creer que vivo en la barriga de alguna ballena
con mi mujer y Diego y todos mis abuelos.

(De Canto ceremonial contra un oso hormiguero)
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CUATRO BOLEROS MAROQUEROS

1

Con las últimas lluvias te largaste
y entonces yo creí
que para la casa más aburrida
[del suburbio
no habrían primaveras
ni otoños ni inviernos ni veranos.
Pero no.
Las estaciones se cumplieron
como estaban previstas en
[cualquier almanaque
Y la dueña de la casa y el cartero
no me volvieron a preguntar
por ti.

2

Para olvidarme de ti y no mirarte
miro el viaje de las moscas por el aire
Gran Estilo
Gran Velocidad
Gran Altura.

3

Para olvidarte me agarro al primer
tren y salgo al campo
Imposible
Y es que tu ausencia
tiene algo de Flora de Fauna de Pic Nic.

4

No me aumentaron el sueldo por tu ausencia
sin embargo
el frasco de Nescafé me dura el doble
el triple las hojas de afeitar.

(De Cómo higuera en un campo de golf)
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UN PERRO NEGRO

Un perro. Un prado.
Un perro negro sobre un gran prado verde.

¿Es posible que en un país como éste aún exista un perro
negro sobre un gran prado verde?

Un perro negro ni grande ni pequeño ni peludo ni pelado
ni manso ni feroz.

Un perro negro común y corriente sobre un prado ordinario.
Un perro. Un prado.

En este país un perro negro sobre un gran prado verde
Es cosa de maravilla y de rencor.

(De Las inmensas preguntas celestes, 92)
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LAS SALINAS

YO NUNCA vi la nieve y sin embargo he vivido entre la nieve toda mi
juventud.
En las Salinas, adonde el mar no terminaba nunca y las olas eran dunas
de sal
en las salinas, adonde el mar no moja pero pinta.
Nieve de mi juventud prometedora como un árbol de mango.
Veinte varas de sal para cada familia de cristianos. Y aún más.
Sal que los arrieros nos cambiaban por el agua de lluvia. Y aún más.
Ni sólidos ni líquidos los blanquísimos bordes de ese mar.
Bajo el sol de febrero destellaban más que el flanco de plata del lenguado.
(Y quemaban las niñas de los ojos.)
A veces las mareas -hora del sol, hora de la luna- se alzaban como
lomos de caballo.
Mas siempre se volvían.
Hasta que un mal verano y un invierno las aguas afincaron para tiempos
y ni rezos ni llantos pudieron apartarlas de los campos de sal.
Y el mar levantó techo.

Ahora que ya enterré a mi padre y a mi hermano mayor y mis hijos están
prontos a enterrarme,
han vuelto las Salinas altas y deslumbrantes bajo el sol.
Hay también unas grúas y unas torres que separan los ácidos del cloro.
(Ya nada es del común.)
Y yo salgo muy poco pero Luis -el hijo de Julián me cuenta que los
perros no dejan acercarse.
Si parece mentira.
Mala leche tuvieron los hijos de los hijos de la sal.
Puta madre.
Qué de perros habrá para cuidar los blanquísimos campos donde el mar
no termina y la tierra tampoco.
Qué de perros, Señor, qué oscuridad.

(De Crónica del Niño Jesús de Chilca, 81)
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REQUIEM (3)

A las inmensas preguntas celestes
no tengo más respuesta
que comentarios simples y sin gracia
sobre las muchachas
que viven por mi casa
cerca del faro y el malecón Cisneros.
Y no pretendan ver
en la cháchara tonta esa humildad
de los antiguos griegos.
Ocurre apenas
que las inmensas preguntas celestes
sacan a flote
mi desencanto y mis aburrimientos.
Que a la larga
me tienen dando vueltas
como un zancudo al final de la tarde.
Haciendo tiempo,
mientras llega la hora de oficiar
mis pompas funerarias,
que no serán gran cosa
por supuesto.
En estos tiempos malos bastará
con una mula vieja
y un ánfora de palo
brillante y negra
como el lomo mojado de un delfín.
¡Ah las preguntas celestes!
Las inmensas.

(De Las inmensas preguntas celestes, 1992)
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DOMINGO EN SANTA CRISTINA DE BUDAPEST Y FRUTERIA AL LADO

Llueve entre los duraznos y las peras,
las cáscaras brillantes bajo el río
como cascos romanos en sus jabas.
Llueve entre el ronquido de todas las resacas
y las grúas de hierro. El sacerdote
lleva el verde de Adviento y un micrófono.
Ignoro su lenguaje como ignoro
el siglo en que fundaron este templo.
Pero sé que el Señor está en su boca:
para mí las vihuelas, el más gordo becerro,
la túnica más rica, las sandalias,
porque estuve perdido
más que un grano de arena en Punta Negra,
más que el agua de lluvia entre las aguas
del Danubio revuelto.
Porque fui muerto y soy resucitado.

Llueve entre los duraznos y las peras,
frutas de estación cuyos nombres ignoro, pero sé
de su gusto y su aroma, su color
que cambia con los tiempos.
Ignoro las costumbres y el rostro del frutero
-su nombre es un cartel-
pero sé que estas fiestas y la cebada res
lo esperan al final del laberinto
como a todas las aves
cansadas de remar contra los vientos.
Porque fui muerto y soy resucitado,
Loado sea el nombre del Señor,
Sea el nombre que sea bajo esta lluvia buena.

(De El libro de dios y los húngaros, 1978)
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EN LA UNIVERSIDAD DE NIZA

He abierto el Diario de Colón en la página 27 (Cultura Hispánica, 1968).
Treinta y seis muchachos -entre los 20 y 23 años- han abierto el Diario
De Colón en la página 27.
"Y como siempre trabajase por saber dónde se cogía
el oro." (Cierro el libro/ cierran los libros.)
El Almirante ha quedado como un chancho y el público se indigna.

Para la próxima clase: página 46 (op.cit.).

(De Como higuera en un campo de golf, 1972).
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TERCER MOVIMIENTO (AFFETTUOSSO)

Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha,
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo
y entonces
la muchacha no verá el dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos,
las frases cortas.
Es difícil hacer el amor pero se aprende.

(De Agua que no has de beber, 1971).
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LA ARAÑA CUELGA DEMASIADO LEJOS DE LA TIERRA

La ARAÑA cuelga demasiado lejos de la tierra,
tiene ocho patas peludas y rápidas como las mías
y tiene mal humor y puede ser grosera como yo
y tiene un sexo y una hembra -o macho, es difícil
saberlo en las arañas- y dos o tres amigos,
desde hace algunos años
almuerza todo lo que se enreda en su tela
y su apetito es casi como el mío, aunque yo pelo
los animales antes de morderlos y soy desordenado,
la araña cuelga demasiado lejos de la tierra
y ha de morir en su redonda casa de saliva,
y yo cuelgo demasiado lejos de la tierra
pero eso me preocupa: quisiera caminar alegremente
unos cuantos kilómetros sobre los gordos pastos
antes de que me entierren,
y ésa será mi habilidad.

(De Canto ceremonial contra un oso hormiguero, Premio Casa de las Américas, 1968).
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CRONICA DE LIMA

Para calmar la duda
que tormentosa crece
acuérdate; Hermelinda,
acuérdate de mí.

Hermelinda, vals criollo


Aquí están escritos mi nacimiento y matrimonio, y el día de la muerte
del abuelo Cisneros, del abuelo Campoy.
Aquí, escrito el nacimiento del mejor de mis hijos, varón y hermoso.
Todos los techos y monumentos recuerdan mis batallas contra el Rey de
los Enanos y los perros
celebran con sus usos la memoria de mis remordimientos.
(Yo también
harto fui con los vinos innobles sin asomo de vergüenza o de pudor,
maestro fui
en el Ceremonial de las Frituras.)
Oh ciudad
Guardada por los cráneos y maneras de los reyes que fueron
los más torpes -y feos- de su tiempo.
Qué se perdió o ganó entre esta agua.
Trato de recordar los nombres de los Héroes, de los Grandes Traidores.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.

Las mañanas son un poco más frías,
pero nunca tendrás la certeza de una nueva estación
-hace casi tres siglos se talaron los bosques y los pastos
fueron muertos por fuego.
El mar está muy cerca, Hermelinda,
pero nunca tendrás la certeza de sus aguas revueltas, su presencia
habrás de conocerla en el óxido de todas las ventanas,
en los mástiles rotos,
en las ruedas inmóviles,
en el aire color rojo-ladrillo.
Y el mar está muy cerca.
El horizonte es blando y estirado.
Piensa en el mundo
Como una media esfera -media naranja, por ejemplo- sobre cuatro
Elefantes,
Sobre las cuatro columnas de Vulcano.
Una corona blanca y peluda te protege del espacio exterior.
Has de ver
Cuatro casas del siglo XIX.
Nueve templos de los siglos XVI, XVII, XVIII.
Por 2 soles 50, también, una caverna
Donde los nobles obispos y señores -sus esposas, sus hijos-
Dejaron el pellejo.

Los franciscanos -según te dirá el guía-
inspirados en algún oratorio de Roma convirtieron
las robustas costillas en dalias, margaritas, no-me-olvides
-acuérdate, Hermelinda- y en arcos florentinos las tibias y los cráneos.
(Y el bosque de automóviles como un reptil sin sexo y sin especie conocida
bajo el semáforo rojo.)
Hay, además un río.
Pregunta por el Río, te dirán que ese año se ha secado. Alaba sus aguas
Venideras, guárdales fe.
Sobre las colinas de arena
los Bárbaros del Sur y del Oriente han construido
un campamento más grande que toda la ciudad, y tienen otros dioses.
(Concierta alguna alianza conveniente.)
Este aire -te dirán-
tiene la propiedad de tornar rojo y ruinoso cualquier objeto al más breve
contacto.
Así,
tus deseos, tus empresas
serán una aguja oxidada
antes de que terminen de asomar los pelos, la cabeza.
Y esa mutación -acuérdate, Hermelinda- no depende de ninguna
Voluntad.
El mar se revuelve en los canales del aire,
el mar se revuelve,
es el aire.
No lo podrás ver.

Mas yo estuve en los muelles de Barranco
escogiendo piedras chatas y redondas para tirar al agua.
Y tuve una muchacha de piernas muy delgadas. Y un oficio.
Y esta memoria -flexible como un puente de barcas- que me amarra
a las cosas que hice
y a las infinitas cosas que no hice,
a mi buena o mala leche, a mis olvidos.
Qué se ganó o perdió entre estas aguas.
Acuérdate, Hermelinda, acuérdate de mí.

(De Canto ceremonial contra un oso hormiguero, Premio Casa de las Américas, 1968).
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PARACAS

Desde temprano
crece el agua entre la roja espalda
de unas conchas


y gaviotas de quebradizos dedos
mastican el muymuy de la marea

hasta quedar hinchadas como botes
tendidos junto al sol.

Sólo trapos
Y cráneos de los muertos, nos anuncian

que bajo estas arenas
sembraron en manada a nuestros padres.

(De Comentarios reales, 1964).
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PARA HACER EL AMOR

Para hacer el amor
debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha
tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra
para hacer el amor.
Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos
pero la arena gruesa es mejor todavía.
Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca
de las aguas.
Poco reino es la cama para este buen amor.
Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera:
que ningún valle o monte quede oculto y los amantes
podrán holgarse en todos sus caminos.
La oscuridad no guarda el buen amor.
El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo
y entonces
la muchacha no vera el Dedo de Dios.
Los cuerpos discretos pero nunca en reposo,
los pulmones abiertos,
las frases cortas.
Es difícil hacer el amor pero se aprende.

(De Comentarios Reales)

Bibliografía

Su vasta obra comprende los libros: Destierro (1961), David (1962), Comentarios reales (1964), Canto ceremonial contra un oso hormiguero (1968, premiado con el Premio Casa de las Américas, Cuba), Agua que no has de beber (1971), Como higuera en un campo de golf (1972), El libro de Dios y de los húngaros (1978), Crónica del niño Jesús de Chilca (1982), Monólogo de la casta Susana y otros poemas (1986) y Las inmensas preguntas celestes (1992). Han aparecido numerosas antologías de su obra, tanto en el Perú como en el extranjero, y su obra ha sido traducida a más de una docena de lenguas


Artículos

Anotaciones sobre la poesía de Antonio Cisneros

Alonso Rabí Do Carmo

En la poesía peruana de los años 60 pueden distinguirse tres vertientes dominantes: una que prolonga diversas poéticas peninsulares, principalmente las de Antonio Machado y la de quienes conformaron la llamada Generación del 27 (Lorca, Salinas, Guillén, Alberti y en menor medida Cernuda, tal vez los primeros y últimos poetas verdaderamente vanguardistas de España) y, en el ámbito latinoamericano, reformula el legado de Vallejo (el de Los heraldos negros) y Neruda; la segunda, en cambio, se opone discursiva y formalmente a estas propuestas, mostrando una marcada preferencia por la vanguardia anglosajona, representada sobre todo en las figuras de Eliot y Pound, y en menor medida en algunos poetas beat como Kerouac y Ginsberg; finalmente, hay una tercera línea que apuesta por una reactualización del lenguaje del modernismo canónico, en sus acepciones de mayor raigambre, léase el simbolismo (Baudelaire, Mallarmé, Rimbaud) y el superrealismo (Bretón, Aragón, Eluard).

Frente a este amplio abanico de hábitos escriturales, es inevitable sopesar aportes e innovaciones. En este terreno, sin duda, la segunda vertiente de las tres que hemos mencionado es la que mayores frutos ha prodigado a nuestra propia tradición, manteniendo plena vigencia en la hora actual. Esto tiene una explicación que presento someramente: ya los poetas de la Generación peruana del 45/50 (Belli, Varela, Sologuren, Deustua, Delgado, Rose) habían asimilado -y agotado, cabría decir- tanto el bagaje vanguardista europeo cuanto la estética de la poesía moderna española, hecho que ciertamente, no contradice su enorme calidad artística y expresiva. Otro tanto sucedió con sus predecesores, en buena cuenta fundadores de la poesía peruana de este siglo: José María Eguren, César Vallejo -el único de resonancia plenamente universal-, Carlos Oquendo de Amat, Martín Adán -seudónimo de Rafael de la Fuente Benavides- y Emilio Adolfo Westphalen, entre otros, crearon una obra original y valiosísima que, a la larga, señalaría los distintos derroteros de nuestra práctica poética. De modo que en muy contados casos, estas reformulaciones o "miradas" de los poetas del 60 hacia una tradición que en realidad no tenía muchas puertas a las que asomarse, dieron lugar a una obra que merezca destacarse nítidamente. La excepción fue, por cierto, la vertiente dentro de la cual se ubica Antonio Cisneros, el poeta más importante de su generación y una voz indispensable en el panorama poético hispanoamericano de hoy.

Las características más saltantes de la poesía de Cisneros son, a grandes rasgos, las siguientes: la intertextualidad o el juego constante de diversos niveles de lenguaje al interior del poema; la presencia de lo íntimo y lo público o colectivo, logrando una reelaboración del discurso épico y sus matices dramáticos; la cancelación de la falsa dicotomía entre "poesía pura" y "poesía social" y el abandono de todo tinte provinciano o localista para ubicar al sujeto hablante del poema en su tiempo, de allí el tono decididamente actual que imprime Cisneros a sus versos; y el empleo del poema como un camino de reflexión y representación en tres ámbitos: el individuo, la sociedad y la cultura. Esta tríada presenta una particularidad: Cisneros otorga a cada uno de sus elementos la misma importancia, vale decir, que la persona inmersa en el tráfago de su propia cotidianidad, las relaciones sociales y el contexto histórico así como los discursos culturales, aparecen indisolublemente ligados y en relación de equidad. Cisneros es en lo fundamental un poeta cívico, poco introspectivo; ha desechado el facilismo del panfleto y la exaltación lírica por una actitud irónica y vigilante ante el devenir de los acontecimientos de la vida privada y pública.

La actitud de Cisneros ante el poema es siempre dialogante, en la medida en que plantea una estrategia de comunicación basada en el coloquio y no en la inmanencia del discurso poético. En otras palabras, el mundo es visto desde un espacio de intimidad reflexiva y fragmentaria que invoca siempre a un interlocutor, o mejor, que convoca, ya sea en un plano real o en uno ideal, a un lector. Todo este dinamismo es sometido, por cierto, a un gran rigor técnico, a un profundo conocimiento del lenguaje y la tradición, apelando a montajes, parábolas, contrapuntos, parodias y enumeraciones demostrativas. Cisneros practica, pues, formas líricas abiertas y propiciadoras del diálogo que tienen como centros referenciales la narratividad y un decir eminentemente físico, concreto en la enunciación y resolución del poema; su economía de lenguaje, muchas veces minimal, resulta a la larga una de las claves para su lectura.

Pero, ¿qué tradición o qué tradiciones ha releído Cisneros? ¿de qué elementos está formado el magma de su lenguaje? La respuesta podría abarcar muchas páginas, pero aquí ofrecemos una versión sintética, a riesgo de perpetrar alguna omisión: la crítica antiheroica y cotidiana, asunto central en casi la totalidad de sus versos, proviene sin duda del distanciamiento brechtiano -ese pacto de ironía que establece el creador frente a la realidad que lo circunda y ante su propio contexto histórico y cultural-; la épica del ego, una entronización del yo que preside la visión del mundo, las cosas y la propia poesía, le tienden un lazo fraterno con el mejor Ezra Pound; la confesionalidad desde una perspectiva doméstica, desdeñando cualquier exabrupto emotivo, teñida de matices absurdos e incluso grotescos, convertida en punzante autorreferencia, tiene sus raíces en Robert Lowell; finalmente, la desacralización del poeta y la propia poesía, así como asumir este oficio con una enorme cuota de visceralidad, otra presencia constante en la obra de Cisneros, parece guardar ciertas afinidades con la estética beat.

En este último punto, es particularmente ilustrativa su Arte poética 1, del

libro Como higuera en un campo de golf (1972):

1
Un chancho hincha sus pulmones bajo un gran limonero
mete su trompa entre la Realidad
se come una bola de caca
eructa
pluajj
un premio

2
Un chancho hincha sus pulmones bajo un gran limonero
mete su trompa entre la Realidad
-que es cambiante-
se come una bola de caca
-dialécticamente es una Caca Nueva-
eructa
-otra instrumentación-
pluajj
otro premio

3
Un chancho etc.

Este poema evidencia, además de un radicalismo expresivo, la cruda ironía con que el poeta se mira a sí mismo, aún cuando esta interpretación es parte de una larga polémica entre varios críticos. El poeta es comparado con un cerdo -no es ya el nefelíbata romántico ni animador de veladas en salones, mucho menos un mero adorno social- y el acto de enunciación del poema un eructo. Así, el poeta ha descendido de su torre de marfil, ha perdido su condición clásica de interlocutor de los dioses para instalarse, pedestre y desencantado, entre los hombres. Y la realidad ha dejado de ser un motivo idealizado o inmarcesible: es más bien expuesta en toda su crudeza, con agudas notas de descarnamiento. Este poema puede servir también como ejemplo de la permanente actitud trasgresora de Cisneros, trasgresión que adopta diversas formas, desde la nostalgia por el mundo perdido de la infancia, el exilio en la palabra y la recuperación paulatina de fragmentos de la realidad (David y Destierro) hasta la plena adquisición de la conciencia periférica y la visión escéptica de la historia (Comentarios reales, Canto ceremonial contra un oso hormiguero, Como higuera en un campo de golf, Agua que no has de beber), pasando por la experiencia religiosa, expresada en una relectura que promueve inversiones y parodias de los escritos bíblicos (El libro de Dios y de los húngaros); la creación de un "nosotros" colectivo a través de diversos mecanismos de la oralidad y la literatura testimonial, los mismos que pasan por un cuidado proceso de resemantización (Crónica del niño Jesús de Chilca) y el retorno a una suerte de síntesis de toda su materia poética (Monólogo de la casta Susana y Las inmensas preguntas celestes), donde el yo vuelve la mirada nuevamente a su experiencia cotidiana y cultural. Por eso es importante señalar que la trasgresión en Cisneros no se limita a mirar con burla únicamente ciertas convenciones sociales y cotidianas; la poética de Cisneros apunta sobre todo a una trasgresión del orden cultural dominante, de cánones y ortodoxias que, ya sea en lo político o lo literario, son consideradas verdades infalibles.

Un rasgo muy particular de la poética cisneriana es la manera en que aborda los temas del amor y la vida familiar. Éstos, normalmente caminos para el desborde lírico y, muchas veces, para la falta de control sobre el poema por la exacerbación lírica en el discurso, adquieren en Cisneros una visión que hace pocas concesiones a la ternura -otro canon consagrado con frecuencia en este tópico- y, en lugar de ello, no evita la burla o el desdén. Una muestra de ello la encontramos en el poema Cuatro boleros maroqueros (o canciones "canallas", para entender mejor el término), que transcribo a continuación:

1
Con las últimas lluvias te largaste
y entonces yo creí
que para la casa más aburrida del suburbio
no habrían primaveras
ni otoños, ni inviernos ni veranos.
Pero no.
Las estaciones se cumplieron
como estaban previstas en cualquier almanaque
Y la dueña de casa y el cartero
no me volvieron a preguntar
por ti.

2
Para olvidarme de ti y no mirarte
miro el viaje de las moscas por el aire
Gran estilo
Gran velocidad
Gran altura.

3
Para olvidarte agarro al primer tren y salgo al campo
Imposible
Y es que tu ausencia
tiene algo de Flora de Fauna de Pic Nic.

4
No me aumentaron el sueldo por tu ausencia
sin embargo
el frasco de Nescafé me dura el doble
el triple las hojas de afeitar.

Aquí Cisneros opta por abandonar un tópico que terminó por convertirse en lugar común en mucha poesía: el doloroso canto del abandono. Sin grandes metáforas, echando mano de un lenguaje directo y un abominamiento de las formas tradicionales, Cisneros reescribe una poética amorosa cifrada en un carpe diem que transcurre sin desesperación, pero sin entusiasmo. Y en ello, sin duda, se refleja del mismo modo una voluntad trasgresora, presente inclusive en textos engañosamente gozosos -he ahí la habilidad del poeta para crear otros planos de significación- como Tercer movimiento (affettuoso), donde el poeta describe el escenario de una pareja que se dispone a hacer el amor y señala: (...) El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo / y entonces / la muchacha no verá el Dedo de Dios. Es decir, la "muchacha" logrará desasirse de toda disuasión represora en el aspecto sexual para asumir a plenitud la experiencia carnal. Nótese que sin esta condición el poema mencionado carecería prácticamente de motivo para haber sido escrito.

Es distinto, en cambio, el tono que adopta el poeta para cantar algunas circunstancias familiares, como el nacimiento de sus hijos. Es el caso de Nacimiento de Diego Cisneros (biología):

Oh tu líquida y redonda habitación,
la cómoda, la bien dispuesta, la armoniosa.
Y de pronto en el aire de las 4 estaciones
y los dioses,
que los dioses te sean propicios.

O también en Nacimiento de Soledad Cisneros (29 enero 75):

Corrí, caballo rojo, bajo el blanquísimo cielo del invierno,
aterrado y alegre entre los cuervos,
hasta hallar ese taxi brillante como hoja de afeitar.
El arca de la Alianza.
Y fue entonces el día de la nieve.
Y Nora era el dolor del duraznero.
Y yo el vigía,
guardián de las hogueras en un corredor del hospital.
(Todo el fuego robado a Budapest).
Fue el día de la nieve.
Y naciste mi dama.
Y yo tu caballero.

La ironía mordaz de Cisneros ha quedado de lado para revelarnos a cambio de eso su profunda fascinación por la repetición del ciclo de la vida, simbolizado por la venida al mundo de sus descendientes. En ambos casos predomina un acento de sobria emotividad, una contención que es, en el fondo, una tregua al natural descreimiento del poeta.

Por otra parte, numerosos críticos atribuyen a la poesía de Cisneros un carácter político. Esta es una verdad a medias, en la medida en que se pretende una lectura lineal, según la cual el poeta se pliega sin dudas ni murmuraciones a un entusiasmo revolucionario ("marxista y antiburgués", según James Higgins, para citar un ejemplo). Sin embargo, no pueden dejarse de lado varias consideraciones antes de afirmar a rajatabla filiciaciones y supuestos progroms en una poesía que ha escogido ante todo la duda y la vigilancia frente al devenir histórico. Que su poesía en determinado momento muestre una inclinación por una izquierda pensante y capaz de adaptarse al vaivén de los tiempos, se debe no a máximas de tratados de marxismo, sino a la intensidad con que el poeta ha vivido y expresado cada etapa de su vida. En una larga conversación que sostuve con Cisneros, publicada tiempo después en una revista limeña, el poeta sostuvo lo siguiente: "Creo que yo, como varias personas de mi tiempo, nos hemos visto más preocupados por valorar la palabra, por el ideal de la perfección en la comunicación poética, esa es la línea que hemos seguido algunos y particularmente esas son mis preocupaciones. La poesía es en sí misma y no está al servicio de nada, es una forma de conocimiento, pero de conocimiento de ti mismo y finalmente eso es lo que comunicas a los demás, junto a inquietudes políticas o sociales propias del tiempo en que escribes. Pero la palabra es fundamental, porque no por escribir sencillo la gente te va a entender más, un adefesio sencillo será siempre un adefesio sencillo. La poesía es una necesidad humana y su función no es comunicar, ni defender, ni comprar ni cambiar. Vallejo escribió España Aparta de Mí Este Cáliz, sin embargo triunfó Franco y se quedó cuarenta años en el poder. Si se midiera la poesía por su función social, entonces ese hermoso libro de Vallejo sería una tontería. La función de la poesía es obviamente otra y consiste fundamentalmente en lo que quiera sentir el que quiera leer". Esta declaración, como se puede apreciar, coincide plenamente con el carácter escéptico de la poesía cisneriana.

Pero al margen de las consideraciones políticas que pueden haber marcado cierta etapa de su producción poética -y ello ni siquiera sería útil para catalogarlo como poeta político, al menos en el sentido real socialista de la expresión), lo esencial es apuntar que Cisneros entiende la poesía no como un vehículo de cambio social -de hecho, nunca ha sostenido tal cosa- sino como un acto de comunicación, un acto plenamente libre, cultural y civilizador, correlato de esa antigua necesidad humana de deslumbrarse ante el poder la palabra y ver develadas porciones de una realidad, aunque intuida por el lector, le es inefable o incapaz de ser expresada por él mismo, como sugirió alguna vez Eliot.

Cualquier interés ideológico en la lectura de Cisneros puede velar asuntos de mayor importancia y, por tanto, más perdurables al momento de juzgar la obra de un poeta. Casi como una anécdota, referiré que muchos críticos de tendencia marxista han condenado acremente no sólo la exaltación individual del poeta, sino también su facilidad y elocuencia para sentir pertenencia tanto respecto de la cultura peruana cuanto de la europea. Los límites de una lectura de esa naturaleza saltan a la vista. En primer lugar, esa "exagerada" afirmación del yo, sus veleidades y contradicciones, no es otra cosa que la búsqueda constante de la perfección técnica; de otro lado, cuestionar los diversos mecanismos de identificación o empatía cultural con otras tradiciones ajenas a la suya, es negarle la posibilidad de asumir una óptica cosmopolita, universal, más allá de las fronteras de un provincianismo que prefiere regocijarse en esa arcadia inmóvil -e inútil- del color local.

Antonio Cisneros, poeta de diatribas e imprecaciones, de alabanza serena y cauta, enemigo de la melancolía y el amor edulcorado, amante de la duda -una sana costumbre- antes que del abanderamiento incondicional, nunca dejará de conversar con sus lectores. Tal vez por esa razón, leerlo será siempre una experiencia de muy gratas resonancias. Espero, hipócrita lector, establezcamos comercio en este punto.

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